Una defensa frente a las utopías progresistas que la ahogan
Intelectuales europeos lanzan la declaración de París: «Una Europa en la que podemos creer»
Reconocidos intelectuales y académicos como los franceses Rémi Brague o Chantal Delsol, el polaco Ryszard Legutko, el inglés Roger Scruton, el alemán Robert Spaemann o el español Dalmacio Negro Pavón han hecho público un manifiesto que quiere ser una invitación a sus conciudadanos a promover la verdadera Europa frente a la ofensiva de utopías progresistas que la están ahogando.
El origen de este manifiesto es un encuentro el pasado mes de mayo en París en el que se expresó la preocupación común por el estado actual de una Europa desilusionada y desorientada por ideologías contrarias a su legado. En vez de limitarse a quejarse, los promotores de esta declaración decidieron que era necesario hacer un llamamiento público a redescubrir la verdadera Europa.
La represión de lo políticamente correcto
Esta verdadera Europa está amenazada, señalan, por una falsa Europa que padece un insuperable prejuicio contra nuestro pasado. Así, ignora e incluso repudia nuestras raíces cristianas. Otro de los rasgos de esta falsa Europa es la creciente represión de opiniones que se salen del marco, cada vez más estrecho, de lo que definen como políticamente correcto. Y todo esto lo hace, por supuesto, en nombre de la libertad y la tolerancia. Vivimos tiempos, además, en los que al mismo tiempo que escuchamos alardes de una libertad sin precedentes, la vida europea está más y más regulada hasta el último detalle.
De izquierda a derecha: Rémi Brague, Robert Spaemann, Roger Scruton, Dalmacio Negro Pavón
Recuperar las raíces cristianas
Frente a esta falsa Europa y su asfixiante presión, los firmantes de la declaración de París reclaman una verdadera Europa que es una comunidad de naciones y que se nutre de un cristianismo que alienta la unidad cultural y de unas raíces clásicas compartidas. Contra los proyectos de algunos tecnócratas, que aspiran a que las naciones se disuelvan en la Unión Europea, la declaración proclama que la Europa real es, y siempre será, una comunidad de naciones.
“La verdadera Europa afirma la igual dignidad de cada individuo, con independencia de su sexo, clase o raza. Esto también se deriva de nuestras raíces cristianas. Nuestras suaves virtudes proceden de una inconfundible herencia cristiana: justicia, compasión, misericordia, perdón, pacificación, caridad”, afirma el texto.
La falsa libertad
También señala la extensión de una noción falsa de libertad, que fomenta el individualismo y que provoca la generalización del aislamiento y la falta de sentido. No se trata de fenómenos naturales, sino de las consecuencias de ideologías muy concretas. Como recoge la declaración, “Es nuestro deber proclamar la verdad: la generación del 68 destruyó pero no construyó. Crearon un vacío que ahora se llena con redes sociales, turismo barato y pornografía”.
Este retrato de la falsa Europa se completa con la creciente restricción del discurso político, en el que los líderes políticos que dan voz a las verdades inconvenientes sobre el Islam y la inmigración son arrastrados ante los tribunales, un multiculturalismo que cada vez se muestra más inviable y un materialismo vacío que parece incapaz de motivar a los hombres y mujeres a tener hijos y formar familias.
Frente a este panorama, los firmantes de la declaración de París están convencidos de que la tarea de renovación empieza con la reflexión teológica. La falsa Europa es un sucedáneo de religión y la vida política y social debe liberarse de sus credos y anatemas. Esto requiere abandonar un lenguaje corrompido que alimenta la manipulación ideológica: “El discurso de la diversidad, la inclusión y el multiculturalismo está vacío”, sostienen. Al mismo tiempo, hay que recuperar un intenso debate público libre de toda amenaza de violencia y coerción.
Europa necesita líderes
La verdadera Europa necesita de líderes políticos comprometidos con el bien común de cada uno de sus pueblos, estadistas que consideren nuestra herencia europea común y nuestras tradiciones nacionales particulares como algo tan admirable y valioso que rehúyan ponerlo en peligro por ningún sueño utópico.
También reclaman una profunda reforma de la educación, empezando por unos planes educativos que fomenten la transmisión de nuestra cultura común y eviten el adoctrinamiento de nuestros jóvenes en una cultura del rechazo. Asimismo, expresan su apoyo a “políticas sociales prudentes encaminadas a fomentar y fortalecer el matrimonio, la maternidad y la educación de los hijos. Una sociedad que falla al dar la bienvenida a los niños no tiene futuro”.
"El pan y circo no son suficientes"
En relación al fenómeno populista, los firmantes, si bien señalan las limitaciones de “confiar en lemas simplistas y apelaciones emotivas que dividen”, reconocen “que mucho de lo que hay en este fenómeno político puede representar una sana rebelión contra la tiranía de la falsa Europa”.
Para concluir, la declaración de París señala que “el pan y el circo no son suficientes. La alternativa responsable es la verdadera Europa (…) En este momento, pedimos a todos los europeos que se unan a nosotros en el rechazo de la fantasía utópica de un mundo multicultural sin fronteras”.
Lea AQUÍ el manifiesto completo
Estos son los firmantes
Philippe Bénéton (France)
Rémi Brague (France)
Chantal Delsol (France)
Roman Joch (Česko)
Lánczi András (Magyarország)
Ryszard Legutko (Polska)
Roger Scruton (United Kingdom)
Robert Spaemann (Deutschland)
Bart Jan Spruyt (Nederland)
Matthias Storme (België)
En España la han firmado:
Dalmacio Negro Pavón
Francisco J. Contreras Peláez
Rafael Sánchez Saus
Juan Bautista Fuentes
Elio A. Gallego García
Jerónimo Molina
Serafín Fanjul
Francisco Javier García Alonso
Macario Valpuesta Bermúdez
Emili Boronat
Ignacio Ibáñez Ferrándiz
Pedro Fernández Barbadillo
Javier Ruíz Portella
Arnaud Imatz
Álex Rosal
Ángel David Martín Rubio
Enrique García Máiquez
Jorge Soley Climent
Jorge Sánchez de Castro
Carlos Ruiz Miguel
El origen de este manifiesto es un encuentro el pasado mes de mayo en París en el que se expresó la preocupación común por el estado actual de una Europa desilusionada y desorientada por ideologías contrarias a su legado. En vez de limitarse a quejarse, los promotores de esta declaración decidieron que era necesario hacer un llamamiento público a redescubrir la verdadera Europa.
La represión de lo políticamente correcto
Esta verdadera Europa está amenazada, señalan, por una falsa Europa que padece un insuperable prejuicio contra nuestro pasado. Así, ignora e incluso repudia nuestras raíces cristianas. Otro de los rasgos de esta falsa Europa es la creciente represión de opiniones que se salen del marco, cada vez más estrecho, de lo que definen como políticamente correcto. Y todo esto lo hace, por supuesto, en nombre de la libertad y la tolerancia. Vivimos tiempos, además, en los que al mismo tiempo que escuchamos alardes de una libertad sin precedentes, la vida europea está más y más regulada hasta el último detalle.
De izquierda a derecha: Rémi Brague, Robert Spaemann, Roger Scruton, Dalmacio Negro Pavón
Recuperar las raíces cristianas
Frente a esta falsa Europa y su asfixiante presión, los firmantes de la declaración de París reclaman una verdadera Europa que es una comunidad de naciones y que se nutre de un cristianismo que alienta la unidad cultural y de unas raíces clásicas compartidas. Contra los proyectos de algunos tecnócratas, que aspiran a que las naciones se disuelvan en la Unión Europea, la declaración proclama que la Europa real es, y siempre será, una comunidad de naciones.
“La verdadera Europa afirma la igual dignidad de cada individuo, con independencia de su sexo, clase o raza. Esto también se deriva de nuestras raíces cristianas. Nuestras suaves virtudes proceden de una inconfundible herencia cristiana: justicia, compasión, misericordia, perdón, pacificación, caridad”, afirma el texto.
La falsa libertad
También señala la extensión de una noción falsa de libertad, que fomenta el individualismo y que provoca la generalización del aislamiento y la falta de sentido. No se trata de fenómenos naturales, sino de las consecuencias de ideologías muy concretas. Como recoge la declaración, “Es nuestro deber proclamar la verdad: la generación del 68 destruyó pero no construyó. Crearon un vacío que ahora se llena con redes sociales, turismo barato y pornografía”.
Este retrato de la falsa Europa se completa con la creciente restricción del discurso político, en el que los líderes políticos que dan voz a las verdades inconvenientes sobre el Islam y la inmigración son arrastrados ante los tribunales, un multiculturalismo que cada vez se muestra más inviable y un materialismo vacío que parece incapaz de motivar a los hombres y mujeres a tener hijos y formar familias.
Frente a este panorama, los firmantes de la declaración de París están convencidos de que la tarea de renovación empieza con la reflexión teológica. La falsa Europa es un sucedáneo de religión y la vida política y social debe liberarse de sus credos y anatemas. Esto requiere abandonar un lenguaje corrompido que alimenta la manipulación ideológica: “El discurso de la diversidad, la inclusión y el multiculturalismo está vacío”, sostienen. Al mismo tiempo, hay que recuperar un intenso debate público libre de toda amenaza de violencia y coerción.
Europa necesita líderes
La verdadera Europa necesita de líderes políticos comprometidos con el bien común de cada uno de sus pueblos, estadistas que consideren nuestra herencia europea común y nuestras tradiciones nacionales particulares como algo tan admirable y valioso que rehúyan ponerlo en peligro por ningún sueño utópico.
También reclaman una profunda reforma de la educación, empezando por unos planes educativos que fomenten la transmisión de nuestra cultura común y eviten el adoctrinamiento de nuestros jóvenes en una cultura del rechazo. Asimismo, expresan su apoyo a “políticas sociales prudentes encaminadas a fomentar y fortalecer el matrimonio, la maternidad y la educación de los hijos. Una sociedad que falla al dar la bienvenida a los niños no tiene futuro”.
"El pan y circo no son suficientes"
En relación al fenómeno populista, los firmantes, si bien señalan las limitaciones de “confiar en lemas simplistas y apelaciones emotivas que dividen”, reconocen “que mucho de lo que hay en este fenómeno político puede representar una sana rebelión contra la tiranía de la falsa Europa”.
Para concluir, la declaración de París señala que “el pan y el circo no son suficientes. La alternativa responsable es la verdadera Europa (…) En este momento, pedimos a todos los europeos que se unan a nosotros en el rechazo de la fantasía utópica de un mundo multicultural sin fronteras”.
Lea AQUÍ el manifiesto completo
Estos son los firmantes
Philippe Bénéton (France)
Rémi Brague (France)
Chantal Delsol (France)
Roman Joch (Česko)
Lánczi András (Magyarország)
Ryszard Legutko (Polska)
Roger Scruton (United Kingdom)
Robert Spaemann (Deutschland)
Bart Jan Spruyt (Nederland)
Matthias Storme (België)
En España la han firmado:
Dalmacio Negro Pavón
Francisco J. Contreras Peláez
Rafael Sánchez Saus
Juan Bautista Fuentes
Elio A. Gallego García
Jerónimo Molina
Serafín Fanjul
Francisco Javier García Alonso
Macario Valpuesta Bermúdez
Emili Boronat
Ignacio Ibáñez Ferrándiz
Pedro Fernández Barbadillo
Javier Ruíz Portella
Arnaud Imatz
Álex Rosal
Ángel David Martín Rubio
Enrique García Máiquez
Jorge Soley Climent
Jorge Sánchez de Castro
Carlos Ruiz Miguel
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