Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Beatifican a Juan Felipe Jeningen: incansable predicador y sanador jesuita que recatolizó Suabia

Devotos del padre Jeningen con su retrato
Devotos del padre Jeningen con su retrato... su tumba recibe peregrinos en Alemania

P.J.Ginés

Juan Felipe Jeningen, un incansable predicador jesuita alemán del siglo XVII, ha sido proclamado beato este sábado, en una ceremonia en Ellwangen, Alemania, presidida por el cardenal jesuita Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo.

Jeningen ha llegado a los altares por la vía de las virtudes en grado heroico (decretadas ya en 1989) y un milagro reconocido por su intercesión celestial tras su muerte. Se trata de la curación milagrosa en 1985 de un hombre en Ulm, Alemania, que sufría de inflamación de la vesícula biliar, sepsis severa, neumonía, hemorragia digestiva por úlcera gastroduodenal y dificultad para respirar.

Jeningen nació en 1642 en Eichstätt, Baviera, y murió el 1704 en Ellwangen, Baden-Württemberg, por causas naturales. Mientras otros jesuitas viajaban en ese siglo a países remotísimos (Etiopía, Canadá, Paraguay o Japón), Jeningen se quedó en su país.

No viajó lejos pero sí viajo mucho. No se estaba quieto: en un año podía realizar hasta 50 expediciones de misión y predicación por Alemania, siempre con su congregación de Ellwangen como base. En ese sentido, parece que llamó la atención del Papa Francisco como ejemplo de jesuita "en salida".

La Alemania dividida y ensangrentada por las guerras de religión en el siglo XVII no era un contexto que permitiera moverse con facilidad, lo que da más mérito a sus innumerables expediciones. Con todo, moriría de causas naturales con 62 años.

Retrato del beato padre Jeningen, jesuita alemán

Del padre Jeningen muchos destacan su buen humor y cercanía a la gente.

Simpatía, cercanía, viajero incansable, mariano y eucarístico

No se le recuerda como un gran predicador, pero sí como un evangelizador eficaz. Tenía buen humor, sabía ganarse al pueblo, se entendía bien con niños, campesinos y personas sencillas y atraía a la población con simpatía. Le llamaban "el buen padre Felipe". Fomentaba sobre todo la devoción a la Virgen María y a la Eucaristía, que eran signos que distinguían a los católicos de los luteranos en Alemania.

También tenía fama de ser un sacerdote sanador: oraba por los enfermos y Dios los curaba. Vivía además de forma ascética. Dormía directamente sobre el duro suelo, excepto en el frío invierno alemán, cuando usaba un colchón.

Parte de su éxito consistía también en animar a las gentes a acudir al santuario mariano de Nuestra Señora de Schönenberg. Atrajo tantos peregrinos que se tuvo que construir otro templo para acogerlos. Su esfuerzo fue clave para lograr recatolizar la región de Suabia, en el suroeste de Alemania.

Varios miles de personas acudieron este sábado 16 de julio a la ceremonia en la basílica de Saint-Guy para venerar la tumba de Jeningen. El cardenal Hollerich, que también es presidente de los obispos europeos (la COMECE), alabó al beato, destacando que "su fe se caracterizaba por una profunda conexión con Dios en el día a día". 

Ceremonia de beatificación completa de Jeningen (en alemán).

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