«No nos olvides»: 1800 religiosos y sacerdotes ancianos necesitan protección contra el covid
La Fundación Summa Humanitate, una iniciativa de laicos nacida en 2006 "para servir a la Iglesia Católica y contribuir al sostenimiento y difusión de sus obras", ha puesto en marcha el reto solidario No nos olvides con el objetivo de lograr donaciones con las que sufragar material de protección ante el coronavirus.
Se trata de proteger la salud de 1.000 trabajadores y cerca de 1.800 residentes que viven en 72 centros de mayores gestionados por la Fundación: 8 residencias de mayores y 60 casas de religiosos y 2 casas sacerdotales, todos ellos personas ancianas, ubicadas fundamentalmente en Madrid, Cataluña, Castilla y León, Navarra y Comunidad Valenciana, zonas gravemente afectadas por el Covid-19.
La petición se cursa a través de la plataforma de crowdfunding solidario iHelp, y todas las donaciones se destinarán íntegramente a compra de material: mascarillas quirúrgicas, mascarillas FFP2, guantes de nitrilo y vinilo y gel hidroalcohólico.
Para dar a entender la importancia de esta ayuda, la Fundación explica que con solo 3 euros es posible cubrir las necesidades de protección de un trabajador durante un día en residencias libres de Covid. Con 58 euros, cada centro podría contar con 1 litro de gel hidroalcohólico al día. El coste diario orientativo de estos productos para los 72 centros es de 1.593 euros.
El impacto de la pandemia, informa la Fundación, ha sido elevado: 103 residentes fallecidos y 352 residentes infectados, y una trabajadora fallecida y 315 infectados. De ahí la importancia de contar con material de protección en abundancia ante los 'rebotes' en curso.
Se da además otro problema, según explica José Ramón López, director de operaciones de la Fundación Summa Humanitate: el coronavirus ha dejado graves secuelas en la salud mental de los mayores: “Nuestros mayores se han visto gravemente afectados. La pérdida de relaciones, el decaimiento en las actividades que se venían haciendo habitualmente, el aislamiento y el miedo al contagio o incluso a la muerte, han provocado que muchos de ellos hayan caído en procesos depresivos y patológicos graves”.
"Parece que, con la nueva normalidad, el impacto económico termina, pero la realidad es otra", advierten desde la Fundación: "Las necesidades de los centros han cambiado mucho, la dependencia ha aumentado, los nuevos requerimientos legales en equipos de protección individual y productos desinfectantes son irrenunciables. Los centros que atendemos no tienen lucro y los ingresos son para cubrir, a duras penas, los gastos que se tienen. La compra masiva de EPI [Equipo de Protección Individual] ha provocado que se tengan que buscar fuentes de financiación para poder seguir prestando un servicio acorde a lo que somos y en lo que creemos".
La ayuda es fundamental, concluyen, para asegurar la "sostenibilidad" de los centros a corto plazo.