«Tenía que hacer algo»: Isabel, monja y profesora, se ha ido a una residencia para cuidar ancianos
Sor Isabel García ha sentido en este tiempo de pandemia una vocación dentro de su vocación concreta como josefina y cuya labor desempeñaba en un colegio de Plasencia… hasta ahora. En pleno coronavirus ha tomado la decisión de abandonar temporalmente su comunidad para irse a atender a los que en muchos casos son los más vulnerables, los ancianos.
Esta religiosa se encuentra en este momento en una residencia de ancianos en Plasencia. “El día que leí en Hoy que había problemas en la residencia Virgen del Puerto de Ciudad Jardín, que se habían dado casos de positivos tanto entre los residentes como entre los empleados, y que la dirección del centro estaba teniendo dificultades para encontrar a trabajadores, tomé la decisión”, afirma.
Hasta este momento era profesora e impartía Lengua a alumnos de Primaria y Religión a los de Secundaria, tras haber estudiado Magisterio y Pedagogia. Y aunque no tiene estudios médicos ni como cuidadora decidió lanzarse a ayudar en todo lo que fuera posible a los más de 80 ancianos de este centro.
"Tenía que hacerlo"
En declaraciones a Hoy, sor Isabel afirma que sintió “que con lo que está pasando no podía quedarme con los brazos cruzados, que tenía que ayudar y que tenía que hacerlo con quienes hoy son los más débiles, los ancianos”.
De este modo, ese mismo día llamó a la residencia y se puso a su disposición. El 29 de marzo se incorporó y desde entonces no ha abandonado la residencia.
Explica que “decidí quedarme como interna porque aunque nuestro colegio está cerca de la residencia, tenemos hermanas mayores y no quiero poner en peligro a nadie; pensamos que es lo mejor para evitar al máximo el riesgo de contagios”.
Desde ese momento está totalmente centrada en la residencia. “Hago de todo, lo que se necesita cada día, ayudo en la cocina, sirviendo comidas, otros ratos estoy en el lavadero... Paso por todos los servicios porque son muchas las cosas que hay que hacer y, en los ratos libres que tengo, me acerco a las habitaciones de los ancianos y hablo con ellos”.
En su corazón y como religiosa entregada a los demás vio que “con lo que está pasando, sentí simplemente que no podía quedarme de brazos cruzados”.
Su intención de seguir ayudando
“Están solos y tristes, aislados en sus habitaciones por su bien, claro, pero echando muchísimo de menos a sus familiares, a sus amigos en la propia residencia, porque aunque pueden hablar por teléfono con sus seres queridos, no es suficiente; necesitan cercanía y mucho cariño”, indica la religiosa.
Pero además, sor Isabel avisa que “si esto dura, no lo sé, esta tristeza puede pasar a ser depresión en algunos casos”. Pese a todo, recalca “la estupenda atención que reciben por parte de todos los trabajadores de esta residencia, para quienes no es ningún sacrificio venir aquí cada día, sino todo lo contrario; son personas que atienden a los ancianos con ilusión, amabilidad y cariño".
Sor Isabel quiere seguir en la residencia de Ciudad Jardín, “si es posible hasta que esto pase, compaginándolo como estoy haciendo con mi trabajo de profesora, mandando tareas a los alumnos y corrigiéndolas a través del ordenador”.