Por qué intervino el obispo de Huesca ante los excesos en funerales: «Se nos había ido de las manos»
El pasado lunes, el obispo de Huesca y Jaca, Julián Ruiz Martorell, publicó un decreto para regular en la diócesis la celebración de los funerales, recordando que "las exequias cristianas son una celebración litúrgica de la Iglesia" y dictaminando que en ellas "se evite:
»1. Leer cartas de despedida o escritos de agradecimiento.
»2. Pronunciar discursos o alocuciones laudatorias o biográficas del difunto. Ni elogios, ni elegías.
»3. Añadir oraciones o lecturas que no estén contempladas en el ritual de exequias.
»4. Interpretar música o cantos que no sean los adecuados para las exequias".
"La fe cristiana", afirma monseñor Ruiz Martorell, "confiere un profundo sentido a la muerte", la cual, "lejos de una concepción desgarradora, vacía o nihilista, puede llegar a ser vivida como un anuncio gozoso y confiado de la vida eterna y de la esperanza en la resurrección propias de nuestra fe".
Por eso, aunque a lo largo de los siglos "la forma de dar sepultura a los cristianos ha ido variando y acomodándose a los distintos tiempos y lugares", sin embargo "la fe en la resurrección de los muertos ha permanecido invariable".
Influencia del cine y la televisión
Explicando esta intervención del prelado oscense, de 62 años, que gobierna la diócesis desde 2011, el delegado de Liturgia de la diócesis, Francisco Raya, ha declarado que en las reuniones de sacerdotes se comentaban situaciones "muy difíciles de lidiar": "Se nos había ido de las manos", reconoce, mencionando como ejemplos la lectura, en supuesto homenaje al difunto, de poemas "anticristianos" o "esotéricos" sobre almas "vagando".
No estamos hablando de "menudencias", explicó, sino de la esencia de la liturgia. La muerte es un paso a la vida eterna, "no un alma vagando en la tierra": "Nosotros creemos que la muerte no es el final del camino, que es una parte de ese camino hacia el cielo".
Raya comprende que "en el momento del funeral el corazón está muy sensible y todos buscamos el aliento", pero lamenta que la influencia del cine y la televisión ha instalado en la sociedad un modelo de despedida a los muertos que no tiene nada que ver con las exequias cristianas: "En la liturgia hay cosas que no valen", como cartas o palabras de gratitud que "duran más que la homilía" y terminan entre aplausos y como "una especie de canonización del difunto".
En cuanto a la música, a los sacerdotes en ocasiones se les piden canciones "que le gustaban al difunto, algunas ateas", o vienen propuestas por las empresas que organizan los funerales e incluyen violines, circunstancias ajenas a la liturgia de la Iglesia.
Un funeral no es un homenaje al difunto
Recientemente, al ser interrogado por la celebración de funerales en el Valle de los Caídos, el prior de la abadía de la Santa Cruz, fray Santiago Cantera, recordaba que los funerales "no se celebran en memoria de un difunto. Y tampoco son un homenaje. La misa por un difunto es orar por la salvación de su alma, pedir a Dios que perdone sus pecados y le conceda la vida eterna celestial".