Martes, 31 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Los políticos que ignoraban una y otra vez a los obispos, ahora son los que buscan sus apoyos

ReL

El arzobispo de Barcelona pronuncia un discurso ante el presidente de la Generalitat
El arzobispo de Barcelona pronuncia un discurso ante el presidente de la Generalitat
ForumLibertas, diario editado en Barcelona y ligado a la asociación e-Cristians ha publicado un editorial muy clarificador sobre el papel que la Iglesia tiene en el proceso separatista.

Obispos y cardenales han sido citados estos días tanto en Moncloa como en la sede de la Generalitat para que apoyen sus tesis y medien. Se trata de los mismos políticos que han aprobados leyes LGTB, antifamilia o contra la vida sin preguntar la opinión a esos mismos obispos.

Buena cosa es que la Iglesia y los católicos, evitando mediaciones políticas, trabajen para construir puentes entre la gente, porque allí donde haya odio, nazca el amor o, al menos, el diálogo", afirma el texto que les mostramos íntegramente a continuación: 

La Iglesia, construyendo puentes

Ha trascendido que el presidente del Gobierno Mariano Rajoy se reunió este martes a petición suya, con los cardenales Osoro y Omella. Según la versión gubernamental era para pedirles su apoyo en el conflicto catalán, por lo que no solicitó la presencia del Cardenal Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal, para así mostrar su disconformidad con la nota que hizo pública la Comisión Ejecutiva de la CEE. No tenemos elementos de juicio para afirmar que el encuentro fuese de esta manera. Lo único cierto es que la reunión se produjo a iniciativa de Rajoy. Al día siguiente, miércoles, el vicepresidente del Gobierno de la Generalitat y líder de ERC se reunió con el arzobispo de Barcelona a petición del político. ¿Qué vínculo existe entre las dos reuniones? ¿Ha transmitido Omella un mensaje a Junqueras? El hecho es que la reunión se inscribiría en una continuidad de conversaciones, dado que antes de esta ya ha habido otras.

De todo ello, una cosa está clara: la centralidad de la Iglesia en el conflicto más grave que sufre España desde la transición, y su capacidad para construir puentes, como lo ha mostrado la nota de la Comisión de la Conferencia Episcopal Española, la que no le gusta a Rajoy y que le ha representado un coste entre sectores del catolicismo español. De hecho, la Iglesia española ha sido de entre las instituciones la que ha presentado un tono y un contenido de mayor comprensión hacia Cataluña.

Hace bien Rajoy en tenerla como interlocutora, aunque sea para pedir su apoyo. La lástima es que solo lo piense ahora, después de cometer errores tan monumentales que, incluso los medios de comunicación de Estados Unidos los ponen como ejemplo de lo que no debe ser. Y también es lastimoso que no lo haya recabado su opinión, en otras cuestiones, y especialmente cuando decidió mantener leyes de la época Zapatero, muy contrarias a la agenda católica.

Y harían bien Puigdemont y Junqueras en leerse bien leída la nota de los obispos, que piden diálogo, ciertamente, pero también que no se tomen decisiones que puedan resultar irreversibles. Y pedir la mediación para sacar adelante los resultados de un referéndum que ni los propios observadores invitados y pagados por la Generalitat avalan. Toda esta serie de contactos con obispos deberían producirse también por otros temas. El gobierno de Junts pel Sí ha hecho leyes bien contrarias a lo que sostiene la Iglesia -como la de LGTBI, la de la eutanasia- y nunca se ha tomado la molestia de escucharlos. Hasta hoy, todo lo han enredado -Artur Mas- cuando les ha convenido.

Ahora mismo, tienen en proceso de elaboración en el Parlamento, leyes que chocan frontalmente con todo lo que dice la Iglesia, como la que está en trámite que, queriendo luchar contra la discriminación, establece dos rangos incomprensibles de protección, el de las personas LGTB, caracterizados por el otorgamiento de privilegios, y todos los demás grupos, con pocas y limitadas medidas. Un gobierno que se ha dedicado sistemáticamente a querer confundir a la Iglesia con la multitud de todas las confesiones religiosas, por pequeñas y marginales que fueran y ajenas a la cultura del país. Unos partidos los de Junts pel Sí y la CUP que, por primera vez censuran a un obispo en sede parlamentaria, por unas opiniones que nunca formuló, y descalifican al obispado de Barcelona porque tuvo la osadía de invitar a un conocido homosexual francés a exponer con libertad su experiencia en el marco de la pastoral de jóvenes. También han adoptado acuerdos parlamentarios, sobre todo gracias a los votos de ERC y la CUP que liquidarán las escuelas de educación diferenciada en la medida que se incluyan los actuales conciertos escolares, en colisión con los derechos de los padres, o habiendo culminado la degradación o expulsión -varía según la escuela- de la clase de religión en los centros públicos. Muchas cosas que hay que decirlo, en parte han sido favorecidas por una cierta pasividad eclesial.

Pero lo que quisiéramos subrayar es que muy flacos de interlocutores deben ir Junqueras y Puigdemont cuando han de llamar a la puerta de una Iglesia que, en el mejor de los casos han marginado, y en el peor, y por parte de alguno de los socios, han agredido pintando en sus paredes algo tan civilizado como “la única Iglesia que ilumina es la que arde” ¿qué dice la CUP de esta petición de intervención eclesial?

Ahora, con todo aquel bagaje, le pide a la Iglesia que intervenga en un conflicto que es intensamente político. ¿Tan poco apoyo encuentran en los gobiernos, Comisión Europea, ONU y organismos internacionales? Y en esta tesitura ¿quieren acordar la declaración unilateral de independencia? Y cuando nadie la reconozca ¿qué harán, que dirán? Y para cuando, debido a esto, el Estado en el uso de su legalidad -la que todos los demás estados asumen- nos coarten la autonomía, cuando la mantengan controlada hasta ves a saber cuándo, porque el resultado habrá sido una derrota que como todas abre la puerta a los retrocesos, entonces, ¿qué? Han deteriorado las instituciones a golpe de megáfono y esto tiene un coste, porque si está toda la gente en la calle, la única vía posible será la insurreccional, la que quiere la CUP, la organización política de los votantes de ingresos máximos entre todos los electores. Y en la insurrección no violenta, si es que tal cosa es posible, quien pierde, y mucho, es la gente de Cataluña, como ya perdió el País Vasco con ETA, y en nuestro caso, además, en el autogobierno.
Y muy falto de apoyo debe estar Rajoy cuando quiere tener a su lado a la misma Iglesia que siempre le ha resultado incómoda por su forma de entender la política.

En todo caso, buena cosa es que la Iglesia y los católicos, evitando mediaciones políticas trabajen para construir puentes entre la gente, porque allí donde haya odio, nazca el amor o, al menos, el diálogo.
 

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