Los García Ferrón vivirán en la Casa de la Almudena
Cinco hijos, otro acogido, otro adoptado con síndrome de down... ¡y abriendo una casa-familia!
Un niño en acogida siente pertenencia a una familia y cuesta menos al Estado. Un niño con síndrome de down puede ser el preferido de todos y unir a sus hermanos. Dios habla en la generosidad, explica Estrella.
Estrella Ferrón y Eduardo García son uno de los tres matrimonios que vivirán en la nueva Casa de la Almudena de Madrid, un centro muy especial que aprende de la experiencia italiana sobre casas-familias para acoger menores en situaciones problemáticas.
Estrella y Eduardo han aprendido a ser cada vez más abiertos a acoger.
"De recién casados fuimos a Egipto, en un viaje que buscaba apoyar a los cristianos de allí", explica Estrella. "Conocimos a un italiano de Comunión y Liberación que tenía 4 hijos biológicos y una chica de 15 años en acogida. Aquello me asombró y me sorprendió su serenidad".
Aprender a acoger más y más
"Después conocimos la asociación Familias para la Acogida (www.familias-acogida.es) a través de una amiga. Vimos que teníamos disponibilidad para acoger niños ucranianos que pasaban el verano con nosotros. Lo hicimos dos años. Después hicimos cursos de la Junta de Extremadura para familias de acogida. Nos dieron otra niña en acogida que no se adaptó bien, aunque seguíamos relacionándonos con ella en la casa tutelada. Después nos pasaron casos urgentes de niños para acoger temporalmente", va recordando Estrella.
Y todo eso, con las ocupaciones de una familia numerosa: "Tenemos cinco hijos biológicos: de 22, 22, 20, 18 y la pequeña, Mónica, que tiene 12 años".
En dos ocasiones, recibieron a niños con síndrome de down.
"Y algo se nos movió en el corazón. Lo cierto es que necesité 45 años para aceptar a los niños con síndrome de Down. Yo antes decía en cada uno de mis partos: Señor, que mis hijos no estén enfermos. Fui maestra de educación especial y conocía sus dificultades. Nunca se me ocurrió que podría adoptarlos. Pero con uno de estos niños pensé: ¡Pero si sólo necesita afecto! ¡Qué será de él si no tiene padre ni madre!"
Así fue como adoptaron a Juanito, el más pequeño de la casa, con síndrome de Down.
La familia, más abierta
"Juan ha abierto aún más nuestra familia. He visto que era bueno para mi familia. Es el favorito de mis hijos, estamos encantados con él. Nos anuncia algo especial. Sé que yo sóla no podría con todo esto, pero acompañada sí. Y eso me llevó a pensar en la Casa de la Almudena, que es una casa de acogida en la que viviremos tres matrimonios y acogeremos niños y embarazadas y madres en situaciones complicadas".
La Casa de la Almudena nace, en parte, de la experiencia de Italia, donde la ley no permite los centros de acogida de menores si no es con el formato de casas-familia.
Un niño en centro tutelado, 3.000 euros al mes
Estrella lo explica con detalle: "En un orfelinato o centro de menores tutelado, incluso si los niños están bien atendidos en lo físico y tecnico con pedagogos y psicólogos, falta la pertenenencia real. El niño sabe que nadie es "mío", ninguno son "los míos". El Estado no podrá nunca suplir esta pertenencia. Además, una plaza en centro tutelado es cara: un niño allí cuesta 3.000 euros mensuales al Estado. En cambio, acogido en una familia no le cuesta nada. Yo tengo acogido a Alejandro, lo atiendo, sabe que le quiero.. y esa es la clave: ¡el niño necesita saber que lo quieren!"
En la Casa de la Almudena los chicos acogidos tendrán a su familia como referencia, con sus hermanos todos juntos, con una familia de acogida. Los tres matrimonios allí se ayudarán con el centro de menores, el centro de día y un equipo técnico. "Tenemos préstamos que pagar! Pero el terreno lo cedió el cardenal Rouco", explica Estrella.
Inauguración muy pronto
La entidad que se responsabiliza es la misma fundación titular del Colegio John Henry Newman, ligado a Comunión y Liberación, cerca de la Casa de la Almudena que está en la esquina de calle Suecia con calle Nantes, en Madrid. La inauguración es el 22 de junio a las 7 de la tarde.
Estrella tiene clara una conclusión: "Dios se manifiesta a través de las personas y yo lo he visto actuar en la generosidad de la gente al abrir sus casas".