Dirige un seminario sobre cristianismo
Olegario González: «España es hoy más católica que hace 50 años»
Es sacerdote y teólogo. Tiene el Premio Ratzinger de Teología 2011. «Hay nacionalismos que para elevar su dignidad, desprecian, reducen y esclavizan a los demás», afirma.
Es, casi con seguridad, el teólogo más importante que tiene España. El Papa Benedicto XVI se refiere a él como «mi amigo Olegario». Olegario González de Cardedal. ´Premio Ratzinger´ de Teología, se encuentra en Santander dirigiendo el seminario ´El hombre en alternativa. Postmodernidad y cristianismo en España´.
-Fundó la Escuela Karl Rahner-Han von Baltasar dándole el nombre de dos teólogos. ¿Su objetivo?
-Tomar el pulso cada año de la teología y cultura españolas y ponerlas en diálogo. Saber cómo se interaccionan en España un tipo de cultura nueva, la postmodernidad, y el cristianismo en el siglo XX.
-Explíquelo para un profano.
-La modernidad propuso devolver al hombre su protagonismo en la Historia, su dignidad, su libertad y su emancipación. Esos grandes ideales perdieron su legitimidad en la segunda mitad del siglo XX porque el progreso, la paz y la felicidad prometida no llegaron y sí lo hicieron una sucesión de guerras europeas que hasta la de los Balcanes costaron 150 millones de víctimas de todo tipo, y con ellas, la muerte de esas grandes promesas.
-¿Qué hemos perdido en el último siglo?
-Dios ha dejado de tener peso en las conciencias humanas y con ello lo que da sentido a la vida: verdad, fundamento, futuro, esperanza... Hemos quedado reducidos a vivir exclusivamente a la inmediatez, buscando ídolos.
-Ponga nombre a esos ídolos.
-Por ejemplo, los nacionalismos elevados. La nación, la raza, el progreso, fueron los ídolos a los que se hizo servir a la humanidad y que propiciaron las guerras en el siglo XX.
-Pero los nacionalismos no siempre son una amenaza.
-En efecto. Hay una conciencia de identidad de origen, de cultura propia, cuya reivindicación es legítima; pero hay nacionalismos que para elevar su dignidad se enfrentan, desprecian, reducen y esclavizan a los demás, obligándolos a integrarse en un proyecto que no es el único de una región o de un país.
-¿Incluidos los españoles?
-En la medida que sean reales nacionalismos, valen igual. Elevan al absoluto realidades que en principio son legítimas, pero que no son las únicas que integran la historia y la realidad de nuestra sociedad.
-¿Cuando se comenzó a diluir el catolicismo en España?
-No se ha diluido. Una cosa es la superficie, la espuma ante la que ahora estamos. Creo que hay más vida católica y cristiana en la España de hoy que en la de hace 50 años.
La medición de las conciencias, de la fe profunda, es muy difícil. No porque hayan dejado de aparecer juntos en los salones de los ayuntamientos el gobernador y el obispo, España ha dejado de ser católica. Ahora hay más decisión personal, más grupos de vida, más movimientos decididamente católicos que hace 50 años, con más implicación en la vida personal que en la manifestación pública.
La democracia llegó a España al final de un largo proceso de preparación a la espera de que muriera el dictador, por eso no se produjo una ruptura, porque llegó con la maduración histórica a la que contribuyó el Concilio Vaticano II, al invitar a los católicos a la libertad y a la participación pública.
-¿Hasta qué punto algunas decisiones políticas pueden ser minas contra la sociedad católica?
-La Iglesia existe desde hace 20 siglos. Ha conocido muchas experiencias y la actual situación política española es una minucia en toda esta historia. Por el contrario, hay una gran oportunidad si esas actitudes nos provocan una mayor conciencia y fidelidad religiosa.
-La juventud no está ahí.
-Y no son los responsables. Es la sociedad la que debe reflexionar y preguntarse qué no hace por ellos. ¿Qué les ofrece? Ése es el gran desafío, el de una sociedad que no tiene huecos para integrar la vitalidad que crece. Es el drama de cinco millones de parados que daña en especial a los jóvenes. La falta de trabajo es ausencia de esperanza y dignidad.
-Pues no parece que busquen en la Iglesia una referencia.
-Yo pregunto si la buscan en otros niveles de la sociedad: ¿En la cultura, en la política, en el arte? No. En la Iglesia repercute la misma pasividad, la falta de interés y de ilusión de la juventud por todo. A la vez hay grupos, y no pequeños, ni pocos, de entrega plena al servicio de marginados, de los ancianos... en el seno de la Iglesia.
-¿Que es el 15-M para un teólogo?
-Un reflejo de la situación espiritual de España con una juventud sin trabajo en la que los proyectos políticos de carácter social han desparecido. Es un grito para decir ´existimos´, ´cuenten con nosotros´, ´nos vamos a quedar en una adolescencia eterna´. Hay que preguntarse qué se ha hecho en la economía española para tener cinco millones de parados, preguntarse qué no se ha hecho para frenar esta crisis que otros países del mismo horizonte financiero ya están superando.
-¿Ratzinger o Woytila?
-Woytila era un pastor, un guía de multitudes, un hombre de teatro en el más noble sentido de la palabra, en el que el gesto, la sonrisa era comunicación. Ratzinger es un profesor, un teólogo, la reflexión.
-Fundó la Escuela Karl Rahner-Han von Baltasar dándole el nombre de dos teólogos. ¿Su objetivo?
-Tomar el pulso cada año de la teología y cultura españolas y ponerlas en diálogo. Saber cómo se interaccionan en España un tipo de cultura nueva, la postmodernidad, y el cristianismo en el siglo XX.
-Explíquelo para un profano.
-La modernidad propuso devolver al hombre su protagonismo en la Historia, su dignidad, su libertad y su emancipación. Esos grandes ideales perdieron su legitimidad en la segunda mitad del siglo XX porque el progreso, la paz y la felicidad prometida no llegaron y sí lo hicieron una sucesión de guerras europeas que hasta la de los Balcanes costaron 150 millones de víctimas de todo tipo, y con ellas, la muerte de esas grandes promesas.
-¿Qué hemos perdido en el último siglo?
-Dios ha dejado de tener peso en las conciencias humanas y con ello lo que da sentido a la vida: verdad, fundamento, futuro, esperanza... Hemos quedado reducidos a vivir exclusivamente a la inmediatez, buscando ídolos.
-Ponga nombre a esos ídolos.
-Por ejemplo, los nacionalismos elevados. La nación, la raza, el progreso, fueron los ídolos a los que se hizo servir a la humanidad y que propiciaron las guerras en el siglo XX.
-Pero los nacionalismos no siempre son una amenaza.
-En efecto. Hay una conciencia de identidad de origen, de cultura propia, cuya reivindicación es legítima; pero hay nacionalismos que para elevar su dignidad se enfrentan, desprecian, reducen y esclavizan a los demás, obligándolos a integrarse en un proyecto que no es el único de una región o de un país.
-¿Incluidos los españoles?
-En la medida que sean reales nacionalismos, valen igual. Elevan al absoluto realidades que en principio son legítimas, pero que no son las únicas que integran la historia y la realidad de nuestra sociedad.
-¿Cuando se comenzó a diluir el catolicismo en España?
-No se ha diluido. Una cosa es la superficie, la espuma ante la que ahora estamos. Creo que hay más vida católica y cristiana en la España de hoy que en la de hace 50 años.
La medición de las conciencias, de la fe profunda, es muy difícil. No porque hayan dejado de aparecer juntos en los salones de los ayuntamientos el gobernador y el obispo, España ha dejado de ser católica. Ahora hay más decisión personal, más grupos de vida, más movimientos decididamente católicos que hace 50 años, con más implicación en la vida personal que en la manifestación pública.
La democracia llegó a España al final de un largo proceso de preparación a la espera de que muriera el dictador, por eso no se produjo una ruptura, porque llegó con la maduración histórica a la que contribuyó el Concilio Vaticano II, al invitar a los católicos a la libertad y a la participación pública.
-¿Hasta qué punto algunas decisiones políticas pueden ser minas contra la sociedad católica?
-La Iglesia existe desde hace 20 siglos. Ha conocido muchas experiencias y la actual situación política española es una minucia en toda esta historia. Por el contrario, hay una gran oportunidad si esas actitudes nos provocan una mayor conciencia y fidelidad religiosa.
-La juventud no está ahí.
-Y no son los responsables. Es la sociedad la que debe reflexionar y preguntarse qué no hace por ellos. ¿Qué les ofrece? Ése es el gran desafío, el de una sociedad que no tiene huecos para integrar la vitalidad que crece. Es el drama de cinco millones de parados que daña en especial a los jóvenes. La falta de trabajo es ausencia de esperanza y dignidad.
-Pues no parece que busquen en la Iglesia una referencia.
-Yo pregunto si la buscan en otros niveles de la sociedad: ¿En la cultura, en la política, en el arte? No. En la Iglesia repercute la misma pasividad, la falta de interés y de ilusión de la juventud por todo. A la vez hay grupos, y no pequeños, ni pocos, de entrega plena al servicio de marginados, de los ancianos... en el seno de la Iglesia.
-¿Que es el 15-M para un teólogo?
-Un reflejo de la situación espiritual de España con una juventud sin trabajo en la que los proyectos políticos de carácter social han desparecido. Es un grito para decir ´existimos´, ´cuenten con nosotros´, ´nos vamos a quedar en una adolescencia eterna´. Hay que preguntarse qué se ha hecho en la economía española para tener cinco millones de parados, preguntarse qué no se ha hecho para frenar esta crisis que otros países del mismo horizonte financiero ya están superando.
-¿Ratzinger o Woytila?
-Woytila era un pastor, un guía de multitudes, un hombre de teatro en el más noble sentido de la palabra, en el que el gesto, la sonrisa era comunicación. Ratzinger es un profesor, un teólogo, la reflexión.
Comentarios