¿Qué le pasa por la cabeza a estos curas?
Unos cafelitos, unos cruasanes... y a estudiar latín cada mañana
No eran ni un proyecto de sus padres cuando Juan XXIII, ahora hace cincuenta años, escribió su texto más olvidado.
La constitución apostólica Veterum Sapientia de Juan XXIII lleva fecha de 22 de febrero de 1962, así que cumple justo ahora su quincuagésimo aniversario.
Medio siglo de vida de un texto que escribió el Papa Angelo Roncalli pocos meses antes de comenzar el Concilio Vaticano II para recomendar, animar y promover la extensión del uso del latín en la Iglesia como parte de su liturgia y como parte de su especificidad cultural en Occidente.
Cinco décadas después, sigue habiendo sacerdotes que quieren seguir sus prescripciones, y hace año y medio comenzaron a reunirse en Roma, donde estaban estudiando, y desayunar todos los días aprendiendo latín: "Me gusta pensar que el latín es una lengua viva en la Iglesia", cuenta Cory Stanley, de la diócesis de Oklahoma City, a Catholic News. La idea original había sido suya y de un amigo.
Daniel Gallagher, con destino en la Secretaría de Estado Vaticano, les acompaña en ese esfuerzo, y explica que la intención de Juan XXIII al promulgar la Veterum Sapientia fue "enfatizar la importancia del latín para conectarnos con el pasado". Pero "por una suma de complejas razones", añade, "el documento nació muerto": "Era un momento difícil para la Iglesia en el mundo, había muchos cambios y la gente no escuchó el llamado a mantener vivo el latín, y aunque no se perdió por completo, lamentablemente se perdió en buena parte".
El padre Gallagher cree que muchos jóvenes sacerdotes estudiantes, que apenas tienen treinta años -como los que participan en el aplicado desayuno organizado por el padre Stanley-, "al leerla hoy quieren hacer realidad la llamada que el Papa hizo entonces".
Tras destacar que el latín que empleó el Concilio Vaticano II en sus textos fue uno de los más bellos jamás escritos, Gallagher destaca que en aquella ocasión "obispos de todos los países podían hablar una lengua común, y hablar en ella de sus iglesias locales a la Iglesia universal, y ser entendidos".
"La razón por la que usamos tanto el latín es sentirnos conectados con la Iglesia del siglo primero, y sentirnos conectados con toda la Iglesia, dos mil años después", concluye este joven sacerdote norteamericano y también romano, antes de sumergirse, con otra media docena de amigos, en este peculiar desayuno.