Los últimos de la clase
Rubalcaba ha empezado por asustar a los niños con el espectro de Aznar, y estará a punto de denunciar que el retorno de las reválidas es una vuelta a la tenebrosa dictadura.
En algunos de los países que sucumbieron a la modas pedagógicas del 68, sus propios valedores políticos, a la vista del resultado, terminaron por rectificar. Aquí, me temo, no caerá ese premio gordo. El primer bosquejo del ministro ya ha merecido la reprobación socialista. Y en qué términos. Rubalcaba ha empezado por asustar a los niños con el espectro de Aznar, y estará a punto de denunciar que el retorno de las reválidas, aquellas que jalonaban el viejo bachillerato, es una vuelta a la tenebrosa época de la dictadura. Porque evaluar a los alumnos en momentos clave de la vida escolar no es un procedimiento razonable y homologado, sino autoritarismo y pretexto para la "segregación". En suma, Wert, o sea, Aznar, quiere cargarse el maravilloso sistema que ha puesto a la enseñanza española entre los últimos de la clase de los países desarrollados.
La reforma Wert no sé si suena a Aznar, pero suena bien. En cambio, un propósito del ministro chirría. Alcanzar el consenso con el PSOE, sindicatos de izquierdas y asociaciones, que nunca han levantado la voz contra el deterioro de la enseñanza, es tarea destinada al fracaso. Recuérdese a su antecesora Pilar del Castillo. Negoció largo y tendido una reforma, pero ni logró el plácet socialista ni pudo tampoco aplicarla. Zapatero derogó su ley en un pispás. Diríjase el ministro a una sociedad agudamente consciente de los defectos logsianos y de la necesidad de una transformación. No pierda mucho tiempo tratando de contentar a los que no quieren contentarse.