Triunfo de Rousseau
La reforma educativa española está inspirada por la pedagogía rousseauniana, que defiende la educación como si fuera un juego, alejada siempre de la exigencia o del esfuerzo, centrada siempre en el alumno y en la idea de que el niño es bueno por naturaleza.
Los métodos más utilizados han consistido en rebajar las exigencias para que el aprendizaje se vea casi como un juego o un placer. Las reglas de comportamiento y el control de la adquisición de conocimientos son ejercicio de autoritarismo. Y, partiendo de la idea roussoniana de que el niño es bueno por naturaleza y de que los conocimientos florecerán por sí solos, se deja libertad al alumno para que a su ritmo desarrolle sus inquietudes y habilidades.
El actual sistema educativo, tomando como inspiración la idea de Montaigne, según la cual no debe haber otro estímulo para la enseñanza que el placer del neófito, descarta cualquier imposición o contrariedad, y consagra la idea de que el colegio es un lugar de socialización donde el niño acude a divertirse y no a esforzarse o aprender. Estamos ante lo que García Morente denominaba "pedagogías infantilistas", a las que consideraba "técnicas totalmente perjudiciales que lejos de favorecer la educación —la conducción de la infancia a la madurez— la obstaculizan, haciendo perdurar indebidamente la vida pueril". El infantilismo provocado por la falta de esfuerzo hace del joven un ser incapaz de soportar situaciones en las que no consigue una satisfacción inmediata, reaccionando en muchos casos con violencia si no obtiene lo que quiere, cuando quiere y como quiere. Este desprestigio del esfuerzo personal hace que tener un buen comportamiento y sacar buenos resultados se haya convertido en cosa de niñas o tipos blandos.
Los resultados de la aplicación práctica de estos ideales educativos han permitido a España marcar cifras récord en la reducción de los conocimientos de nuestros alumnos, como ponen de relieve diversos informes internacionales que nos sitúan en los últimos lugares del mundo desarrollado. Las cifras de abandono escolar son magníficas, el tercer lugar por la cola de
La fórmula mágica para solucionar el fracaso y la violencia escolar en España contiene los tres ingredientes clásicos: disciplina, autoridad y esfuerzo personal. Todo ello impregnado, claro está, de afectividad. Así conseguiremos que nuestros niños se conviertan en personas verdaderamente libres y responsables. Si no reaccionamos, tendremos que soportar una generación de jóvenes complicada, con una absoluta carencia de recursos personales, fruto de un sistema educativo que no educa, es decir, no enseña a vivir, a enfrentarse a la vida. No pueden superar la más elemental de las frustraciones, porque no se le ha enseñado a ello. Nadie les preparó para salvar los obstáculos, aguantar las contradicciones o esforzarse por conseguir algo. Como decía Marco Aurelio, el hombre está hecho para otros hombres; edúcales o padécelos.