Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Los recortes y la orquesta del Titanic

No podemos caer en el error de pretender solucionar la actual crisis de forma voluntarista, tan sólo a base de esfuerzo y aguante. La situación en que nos encontramos constituye, también y sobre todo, una llamada a una radical metanoia personal

Manuel Benayas

 El ministro de Educación, José Ignacio Wert presentó el pasado 12 de abril, a la Conferencia Sectorial de Educación, un proyecto de Real Decreto-Ley con el que consensuar los ajustes al sistema educativo por 3.000 millones de euros, más allá de los ya planteados por la mayoría de las autonomías.

   Las nuevas medidas que anunció el ministro son:

 

·        Aplazar más tiempo las sustituciones del profesorado.

·        Menos modalidades de bachillerato en los centros.

·        Mayor número de alumnos por clase.

·        Más horas lectivas para el profesorado.

·        Retraso en la aplicación de los módulos de FP.

·        No se podrán crear nuevos complementos retributivos.

 

Eugenio Nasarre, vicepresidente de la Comisión de Educación del Congreso),  justificaba la decisión ministerial con estas palabras:

 “España ha hecho un enorme esfuerzo en los últimos tiempos en materia educativa…Por eso, la tarea de ahora es acometer las reformas imprescindibles para que nuestros resultados mejoren. Es lo que se espera de nosotros. Es lo que nos podrá situar entre los mejores países europeos en educación. Lo podemos hacer. Estamos ante una gran oportunidad. Nuestro enemigo principal es el inmovilismo. Salir de esta crisis requiere, ante todo, un cambio de mentalidad: recuperar y fortalecer los valores imprescindibles para el éxito escolar. Tras esta crisis nada será como antes”.  

            Casi coincidiendo en el tiempo, el domingo 15 de abril se cumplía un siglo del hundimiento del Titanic. El 10 de abril el colosal barco partía hacia Nueva York con 2.227 personas a bordo, sin embargo cuatro días más tarde, a las 23:40 del 14 de abril, el buque chocaba con un iceberg al sur de las costas de Terranova, y se hundía a las 2:20 de la mañana del 15 de abril. Una de las causas del elevado número de víctimas fue que, a pesar de cumplir con todas las normativas marítimas de la época, el barco sólo llevaba botes salvavidas para 1.178 personas, y aún así sólo se salvaron 705. Un elevado número de hombres murió debido al rígido protocolo de salvamento que se siguió en el proceso de evacuación de la nave, conocido como "mujeres y niños primero", y al poco tiempo disponible. 

En mayo de 2010, el anterior presidente de Gobierno anunciaba unas drásticas medidas de recortes que patentizaban un intento desesperado por  esquivar el gigantesco iceberg de la crisis que aparecía, espectral, de entre las oscuras aguas de la economía europea. La alocada travesía a que había sometido aquel irresponsable presidente a las cuentas del Estado encontraba así su dramático desenlace.

Tras las pasadas elecciones Mariano Rajoy se ha convertido en el capitán de ese “Titanic” llamado Estado español. La herencia recibida del Gobierno de Zapatero es una monumental grieta económica, ante la cual todos los esfuerzos por achicar agua resultan baldíos. De ahí que los ministros y los diputados del PP, de forma análoga a los músicos de la orquesta del Titanic, se afanen por interpretar la “melodía de los recortes”, intentando así “tranquilizar” a los españoles, haciéndonos creer que todo va bien y que, al final, los esfuerzos materiales realizados lograrán reflotar el colosal buque en claro trance de irse a pique.

Sin embargo en medio de la tragedia, sus músicas distractoras y las frases grandilocuentes, es preciso no perder el sentido profundo de la realidad. En el Titanic hubo personas que rehusaron embarcar en los botes salvavidas, su mayor empeño fue transmitir fortaleza y amor a los demás. Algunos supervivientes contaron como tres sacerdotes católicos se quedaron en el barco rezando el rosario con las personas, menos afortunadas, que no pudieron ponerse a salvo en los botes.

La última frase de Eugenio Nasarre: “Tras esta crisis nada será como antes”, no puede quedarse en una mera retórica vacía cargada de acentos estoicos. No podemos caer en el error de pretender solucionar la actual crisis de forma voluntarista, tan sólo a base de esfuerzo y aguante. La situación en que nos encontramos constituye, también y sobre todo, una llamada a una radical metanoia personal, en palabras de Ernesto Sábato: “Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Les pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que  -únicamente- los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana” (1)

 

(1)      E. Sábato: la resistencia, Seix Barral, Barcelona 2000, p. 13

 

 

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