Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Tradicionalismo y progresismo en Educación (II)

Es importante constatar que el tradicionalismo hace pivotar sobre los conceptos de tradición y autoridad sus consideraciones respecto de la vida social. Por supuesto, el pensamiento progresista incorpora la sociedad como un elemento fundamental de la educación, pero lo hace desde parámetros bien distintos.

Carlos Jariod

En el artículo  anterior abordé las series cautelas que hay que tener para el uso de los términos señalados en el título. A pesar de ellas me parece imprescindible utilizar los conceptos de tradicionalismo y progresismo en el ámbito educativo, puesto que dibujan diferentes concepciones aún actuales de lo que es educar.

Lo que brevemente me propongo es esbozar unas líneas generales que definen grosso modo tanto el tradicionalismo como el progresismo; líneas generales que sólo pueden responder genéricamente a ambas tradiciones educativas y que deben entenderse, por tanto, como pilares fundacionales que sirven de cimientos para la edificación de teorías y prácticas educativas muy elaboradas posteriormente..

Empecemos por el tradicionalismo. Encuentro en él las siguientes características que lo definen y lo separan del progresismo:

1. La educación es entendida como el más beneficioso modo en que la comunidad asegura su continuidad cultural.

2. Para ello la educación debe preparar al individuo para la vida social: integrarlo en ella de modo responsable.

3. Se insiste en que la educación es un proceso ante todo social, que el alumno debe no sólo conocer, sino aceptar, de modo que la innovación de la sociedad de las nuevas generaciones se produzca no como una ruptura, sino como una continuidad lógica de una realidad que antecede al joven.

4. Por todo lo anterior el tradicionalismo o conservadurismo tiene como eje la tradición cultural, que es la que dota de libertad al alumno y la que iguala a los individuos en su inserción al mundo adulto.

Es importante constatar que el tradicionalismo hace pivotar sobre los conceptos de tradición y autoridad sus consideraciones respecto de la vida social. Por supuesto, el pensamiento progresista incorpora la sociedad como un elemento fundamental de la educación, pero lo hace desde parámetros bien distintos.

Sin entrar en detalles quizá este texto de Russell KirK aclare un poco las cosas: “Una verdadera educación no transmite valores, sino un conjunto de verdades; es decir, un tejido de significados, manifiesto en algunas disciplinas del intelecto. El tipo de educación en Europa y Estados Unidos, pongamos, hasta alrededor de 1930 suponía el esfuerzo de instruir a las futuras generaciones en la naturaleza de la realidad. Para ello trazaba un modelo de orden –un orden para el alma y un orden para la comunidad-. Aquel viejo sistema educativo comenzaba con la información; de la información pasaba al conocimiento, y de ésta a la sabiduría. Su finalidad, repito, no eran los valores, sino la verdad”. Este proceso que describe Russell Kirk se hace siempre porque preexiste al individuo una tradición cultural que define tanto a la comunidad como a las personas que la forman. De ahí la autoridad de la tradición.

El progresismo educativo manifiesta por su parte las siguientes notas:

1. La relación entre el individuo y la sociedad es por definición conflictiva y se resuelve dando prioridad a la espontaneidad asocial que hay en el niño. La educación es el proceso reglado por el que el niño fomenta una curiosidad innata y buena ante la realidad que le rodea.

2. La categoría principal es la de la libertad individual del niño, que el maestro debe preservar cuidadosamente. La función del maestro no es tanto introducirle en la vida social, cuanto en canalizar las disposiciones naturales, buenas y espontáneas, de curiosidad del infante.

3. La educación debe preservar y fomentar en el alumno la experimentación individual con el fin deque pueda ir familiarizándose con el mundo adulto, pero siempre desde las vivencias propias del mundo infantil.

4. Por todo lo anterior se insiste en la necesidad de crear en el alumno un pensamiento crítico, individual, que le permita criticar el mundo en que vive y reinventarlo con nuevas aportaciones. Se parte en este punto de la sospecha –o la certeza- de que la vida social adulta no está tanto para adaptarse a ella y, desde ella renovarla, sino para cambiarla, por el hecho de que es originariamente ajena al joven.

Si el tradicionalismo insistía en la tradición y en la autoridad, el progresismo lo hace en los conceptos de libertad individual y pensamiento crítico. La educación progresista debe coadyuvar al cambio social, puesto que no se reconoce una autoridad especial a la sociedad adulta. Cuando el conservadurismo trata la libertad lo hace siempre vinculándola a la ley y al conjunto de valores culturales que dan sentido al proceso educador. El progresismo separa al individuo de la vida social y, desde él, lo libera de coacciones que sólo cohíben la libertad individual del niño.

Cómo se trate la libertad individual y en qué consista el pensamiento crítico (referencia deliberadamente difusa en muchas teorías progresistas) es muy variable: desde el ideal roussoniano de niño hasta el constructivismo anglosajón pasando por el pragmatismo de Dewey o el buenismo socialdemócrata logseano. Como botón de muestra este texto del pedagogo comunista Aníbal Ponce: “La «nueva educación» significa pues, para el proletariado, un ideal bien preciso. Frente al niño fascista formado por la burguesía en la última etapa de su historia, para mantener y defender la explotación que ya llega a su fin, el proletariado en el poder se ha apresurado a construir un nuevo tipo de niño: el niño que sirve los intereses de la única clase social que en vez de perpetuarse como tal aspira a destruir las clases sociales para liberar la sociedad”.

Teniendo en cuenta las caracterizaciones anteriores queda observar muy brevemente el modo en que se enfrentan ambas tradiciones educativas a problemas concretos y actuales. Lo esbozaré en el próximo artículo.

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