Aquellos muchachos
Pero la valentía de esos "padres coraje" - sobre todo, madres - no hubiera servido de nada sin la colaboración de sus hijos, aquellos muchachos que se transformaron en héroes anónimos, sin cara visible para el resto de la sociedad.
Hoy estamos de enhorabuena todos los españoles porque - ¡al fin! - el sentido común se ha impuesto a cualquier otro interés. El Gobierno está dando cumplimiento a una de sus promesas electorales: la supresión de la controvertida "EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA" y su cambio por otra que se llamará "EDUCACIÓN CÍVICA Y CONSTITUCIONAL", lo cual me alegra infinito porque ese tipo de educación es la que pedíamos desde la Plataforma civil que defendía el derecho constitucional de educar a nuestros hijos conforme a nuestras convicciones morales y religiosas, contra el que chocaba frontalmente los contenidos impuestos.
Me siento muy orgullosa de haber formado parte de ese grupo de personas que, representando a todos los sectores sociales, impulsaron una campaña de información a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, para que los padres conocieran el peligro que corría la formación de sus hijos con la labor manipuladora de unos poderes públicos que, obviando el tremendo fracaso y abandono escolar, quiso convertir las aulas en foros de diálogo chabacano y grosero, donde primaba el interés por despertar precozmente el instinto sexual.
Nuestro trabajo nos llevó a hacer las reuniones informativas, seguidas de coloquio, en los sitios más insospechados, porque no siempre encontramos el apoyo necesario de algunos directores de colegios concertados. Recuerdo, avergonzada, la sesión en un famoso colegio de Madrid donde el director, armado con un micrófono inalámbrico, boicoteó las intervenciones de Mª Rosa de la Cierva y de Jaime Urcelay, amenazando a los padres con suspender a sus hijos, si se convertían en objetores. Aquella reunión la había convocado la Asociación de Padres del Colegio, y pudo celebrarse allí a pesar de la negativa inicial del director, porque los padres le dijeron que alquilarían los salones de un hotel cercano y harían pública su actitud.
Al igual que la de ese director, tuvimos otras negativas. De todos es sabido que una gran Institución de centros educativos no quiso unirse a esta lucha, alegando su inclinación al diálogo - completada con su buena relación con el gobierno -; pero muchos otros colegios de esa misma Institución nos abrieron sus puertas y, al acabar el coloquio, las objeciones de conciencia firmadas por los padres se amontonaban ante nuestros ojos. Y tuvimos sesiones similares en parroquias, salas culturales y ¡hasta en salones de baile de algunos pueblos!, porque muchas personas nos prestaron su valiosa ayuda. En la plataforma creíamos y defendíamos el derecho de los padres a elegir la formación religiosa y moral de sus hijos, con total independencia de que éstos fueran alumnos de la escuela pública o de la privada.
El esfuerzo tuvo su fruto: en centros urbanos y en zonas rurales crecieron como la espuma las Asociaciones integradas por padres objetores. Y ellos se convirtieron en los protagonistas, llevando su valentía hasta los Tribunales. Las sentencias favorables, como precioso goteo, fueron reconociendo su indelegable derecho a oponerse a todo lo que pudiera lesionar la formación moral de sus hijos.
Pero la valentía de esos "padres coraje" - sobre todo, madres - no hubiera servido de nada sin la colaboración de sus hijos, aquellos muchachos que se transformaron en héroes anónimos, sin cara visible para el resto de la sociedad. Aquellos muchachos que sufrieron humillaciones, burlas, soledad en el recinto del colegio, que fueron expulsados de las aulas, que se jugaron el pasar de curso, son hoy jóvenes que pueden sentir el orgullo de que, gracias a su actitud serena y firme, de ahora en adelante los niños españoles tendrán la formación humana y moral que les preparará limpiamente para afrontar su futuro.
Para aquellos muchachos, para esos héroes, mi sincero homenaje y mi profunda gratitud.