Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Yo también defiendo a la pública

En efecto, quienes dicen defender la escuela pública han aprobada leyes que la han destrozado. Rubalcaba, recordémoslo, es el ministro de la LOGSE.

Carlos Jariod

La izquierda siempre ha tenido un arsenal de clichés políticos con los que ha modelado la mentalidad de muchos. Son latiguillos, expresiones acuñadas que cada vez se parecen más a eslóganes publicitarios. Naturalmente lo de menos es que describan la realidad; lo que importa es que sean capaces de vender el producto ideológico al posible cliente y que éste, asolado su cerebro por el topicazo político, repita mansurronamente el eslogan de turno.

Uno de los latiguillos de la izquierda que últimamente oímos con insistencia es “la defensa de la escuela pública”. Los profesores que protestan contra los llamados recortes educativos, el candidato socialista a estas elecciones frente al del PP, los discursos sobre educación de líderes de IU, los indignados del 15-M. La inmensa mayoría de ellos situados a la izquierda claman por una defensa de la enseñanza pública. Este cliché, por supuesto, no es nuevo: cada vez que la izquierda habla de lo que quiere hacer en educación se presenta con la defensora a ultranza de la escuela pública; la derecha, en cambio, es la gran enemiga de esa escuela.

Es interesante analizar este eslogan publicitario, que yo lo compararía con cualquier campaña de turrones de Navidad o con los anuncios de Coca-Cola. Después de muchos años de adoctrinamiento, la mente de cualquier mortal, cuando escucha que “hay que defender a la escuela pública”, piensa con la velocidad con que retiramos la mano de una cerilla lo siguiente:

1. Puesto que hay que defender a la pública, debe de haber alguien que la ataca. La pública está en peligro.

2. El peligro viene de los conservadores, que nunca han querido una educación pública, que es de todos, sino una educación para ricos. La derecha quiere destruir o menospreciar la escuela pública.

3. Por tanto, hay dos modelos educativos. El de todos, el público, que garantiza la igualdad, y el privado o concertado, para quienes pueden pagarlo. Son modelos contrapuestos, antagónicos. Ser socialista es luchar por una pública de calidad, no como quiere la derecha.

Si la situación se pone fea, hay que seguir apuntalando la diferencia y podemos añadir otra nota ya más explícita:

4. Los enemigos de la escuela pública quieren privatizarla.

(Para los pergeñadores del mantra ideológico poco importa el significado de las palabras. Si es necesario, se inventa y tan panchos. En español privatizar significa transferir una empresa o actividad pública al sector privado; es decir, que nuestros colegios públicos e institutos pasarían a engrosar el conjunto de centros religiosos de alguna congregación a extinguir, formarían parte de algún holding educativo de una multinacional polinesia (por ejemplo) o se constituirían en simpáticas cooperativas. Como eso no hay imbécil que se lo crea, la palabra privatizar significa más o menos en la jerga ideológica que el gobierno de la derecha desatiende a la escuela pública y favorece a los ricos de la concertada. Obsérvese lo bien traído que está el uso de esa palabra para, primero, inventar un significado que no existe, y, después, conservar y alimentar las connotaciones peyorativas de un público ya predispuesto).

La expresión más aquilatada de todos estos contenidos es el famoso video del PSOE que hemos visto en esta campaña. Nada extraño dentro del caldo de cultivo ideológico en el que se mueve aún el socialismo español. Es quizá el mejor documento gráfico para entender el modo en que la izquierda española –desgraciadamente- entiende la educación. Cuando se trata de ideología no importa la verdad, ni la realidad; se busca adhesiones sin más. Para ello los eslóganes publicitarios (“la defensa de la escuela pública”) y sus spots correspondientes (el video).

El problema es que, aunque la propaganda tenga éxito, si el producto que vende es malo, deja de ser efectiva. Ya no se la cree nadie. Lo que ha producido el video en la mayoría de la gente es repulsión (por supuesto hay que excluir a los que tiene la mente ya arrasada por el topicazo).

En efecto, quienes dicen defender la escuela pública han aprobada leyes que la han destrozado. Rubalcaba, recordémoslo, es el ministro de la LOGSE. El español, afortunadamente, no es tan lelo como para que se crea las patochadas propagandísticas de una ideología que toma por tontos a los ciudadanos. Todos sabemos el desastre educativo que padece España, sólo mitigado por la gran cantidad de magníficos docentes. Quienes dicen defender la enseñanza pública han excluido de nuestras escuelas el esfuerzo, el estudio, la excelencia, el mérito. Han promocionado la vulgaridad y la apatía; han dejado al profesor inerme ante una conflictividad desconocida y sin apenas prestigio social. En clave puramente política, han hecho de la escuela una institución que no promueve la igualdad de oportunidades, sino la igualación social –cosa bien distinta-.

Actualmente a la escuela pública no la ataca nadie. Mejor: la ataca quien dice defenderla. Actualmente nadie quiere privatizar la enseñanza pública. Actualmente lo que todos debemos entender es que la educación no es privada ni pública, sino que es un servicio público, de titularidad estatal o privada, que ofrece una prestación esencial para el progreso de nuestro país. Que a todos nos conviene una educación de calidad. Que no hay dos modelos distintos –privado y público- , sino que hay una escuela que se ofrece a las familias, que son las que deben elegir. Una escuela que debe ser de la máxima calidad. La concertada “no quita” ningún recurso a la pública porque la Administración tiene la obligación de garantizar materialmente la elección de centros a las familias. Por su lado, el poder político tiene la obligación política y moral de luchar por una enseñanza en los centros públicos de excelente calidad.

Todas estas ideas deben poco a poco ir impregnando nuestra sociedad española. Son ideas que no contraponen nada, sino que suman. No provocan recelos o enfrentamientos, sino que aúnan esfuerzos y comprometen voluntades. Las mentes abrasadas por la propaganda no las podrán digerir y las llamarán “ideas conservadoras, reaccionarias”. Pero, cuando está en juego el porvenir de nuestro país, ¿debemos tener miedo a los insultos de los de siempre?

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