Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

"Se necesita una tribu para educar"

Es cierto que son suposiciones. Pero lo que no son suposiciones es que los defensores del atropello de EpC se acogieron a las enseñanzas de Marina y a su proverbio. No hay nada mejor que una abstracción superficial para cuestionar el derecho de los padres a la educación moral de sus hijos

Carlos Jariod

La frase exacta es “hace falta la tribu entera para educar a un niño”. Es un proverbio africano que entre nosotros ha popularizado José Antonio Marina. Es chocante que una frase de este tenor haya calado en nuestra sociedad y en no pocos pedagogos. Al parecer, se nos dice, este dicho destila una fina sabiduría que no hemos sabido captar o que hemos olvidado. Resulta que somos una tribu y que todos somos los responsables de la educación de nuestros menores.

El señor Marina presenta este proverbio en su libro Aprender a vivir del siguiente modo:

“los padres solos no pueden educar a sus hijos, hagan lo que hagan, porque no pueden protegerlos de otras influencias muy poderosas. Los docentes solos no pueden educar a sus alumnos, por la misma razón. La sociedad tampoco puede educar a sus ciudadanos, sin la ayuda de los padres y del sistema educativo. La intervención de los padres y maestros es imprescindible, pero todos debemos conocer sus limitaciones y reconocer que, en la tupida red de influencias en que vivimos, todos ejercemos una influencia educativa, buena o mala, por acción o por omisión. Vivimos haciendo surf en la cresta de una ola que procede de mares muy distintos”.

La consecuencia que saca el autor es que hay que movilizar a la sociedad civil –a la tribu- para que logremos que nuestros niños y jóvenes sean felices y dignos, estén bien educados. De hecho el señor Marina presenta en ese libro su proyecto de movilización educativa.

No entro en el análisis de la pretensión megalómana del señor Marina por la cual él va a movilizar a padres, jóvenes, profesores, maestros y cualquier otra persona interesada en la educación. Allá cada cual con sus delirios de grandeza. Por mi parte, le deseo toda la suerte del mundo. Lo que me interesa es por qué un proverbio tan banal, es asumido por muchos como un principio de política educativa, como un axioma de sociología educativa.

Mi hipótesis es la siguiente: es la expresión políticamente correcta del principio según el cual el agente educador principal es el Estado. (No afirmo que sea eso lo que declare Marina; digo que la popularidad del proverbio en España obedece a esa interpretación que apunto). Si leemos con atención el texto reproducido, es difícil estar en desacuerdo. Principalmente porque está repleto de evidencias; sin embargo la conclusión no es nada evidente: no hay un agente educador por excelencia, lo que hay es la “tribu”.

Pero la tribu es una mera abstracción que hay que darle contenido. Una pista interesante puede ser el lamentable papel que ha jugado Marina en el debate sobre la materia Educación para la ciudadanía. En alguna ocasión ha invocado el proverbio africano para rechazar que los padres tengan derecho a educar a sus hijos según unas convicciones que entran en conflicto con la materia impuesta por el gobierno. Ha llegado a afirmar que los padres no tenían un derecho absoluto sobre la educación de sus hijos. Es probable que quisiera decir que un padre no puede enseñar cualquier cosa a su hijo por el mero hecho de ser su padre –ideas racistas o xenófobas, por ejemplo-. Pero decir eso es otra obviedad que nadie ha defendido. ¿No estaría afirmando más bien que la familia no es el agente educativo primario, sino la tribu?

Es cierto que son suposiciones. Pero lo que no son suposiciones es que los defensores del atropello de EpC se acogieron a las enseñanzas de Marina y a su proverbio. No hay nada mejor que una abstracción superficial para cuestionar el derecho de los padres a la educación moral de sus hijos. Los totalitarismos adoptan formas blandas en su presentación, pero siguen siendo igual de destructivos.

En efecto, el problema es cuando surgen los conflictos; cuando la tribu defiende valores o conductas que la familia no acepta. O cuando una parte de la tribu apuesta por formas de vida y relación distintas de otras partes de la tribu. ¿No decimos que nuestras sociedades son plurales, multiculturales? ¿Qué sucede si un individuo cuestiona la educación de la tribu? ¿Podemos decir que la tribu posee valores comunes? ¿Acaso no deberíamos hablar de “tribus”? Quienes desean imponer una educación basada en el igualitarismo más zafio, en el desprecio del esfuerzo y en la falta de excelencia han visto en la tribu de Marina un buen eslogan propagandístico.

El gran pedagogo americano William Damon ha defendido, no obstante, el proverbio africano (su versión inglesa: it takes a village to raise a child). Sólo que lo hace de un modo muy distinto a Marina y a sus seguidores ideológicos. En vez de convertirse en un eslogan político o de autopromoción personal, en el pensamiento de Damon es una afirmación que reconoce la necesidad de una red de instituciones y valores comunitarios para la educación de los niños. Empezando por la radical importancia de la familia. Y todo eso después de un análisis muy detallado e interesante de la educación y de la sociedad americana de más de doscientas páginas que se pueden leer en su libro Greater expectations.

Puestos a invocar proverbios yo me apunto a uno, éste chino:”los maestros abren la puerta, tú debes entrar por ti mismo”. Y si alguien quiere una explicación de este proverbio, le recomiendo que vea la primera película de la saga de Matrix. Yo a partir de ahora propondré una movilización general de la sociedad civil para volver a ver esa espléndida película.
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