Javier Pérez Castells, químico orgánico: la dinámica cerebral no anula el libre albedrío
Quienes niegan la libertad con el determinismo neuronal «buscan acabar con la responsabilidad moral»
“Ni siquiera sobre los psicópatas hay un acuerdo general sobre que haya desaparecido completamente el libre albedrío”, pero “hay quienes buscan acabar con conceptos como la responsabilidad moral y favorecer la práctica de políticas autoritarias”. Así lo sostiene el profesor Javier Pérez Castells, doctor en Química Orgánica y catedrático de dicha especialidad en la Universidad San Pablo-CEU, además de licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.
Su último libro, Neuronas y libre albedrío. Sobre neurociencia y libertad (Digital Reasons), incide sobre esta cuestión.
-Neuronas y libre albedrío: ¿qué relación necesaria hay entre unas y otro?
-Todos nuestros procesos mentales, nuestros sentimientos, nuestros recuerdos y nuestros pensamientos, tienen una base física. Hay neuronas disparándose cada vez que pensamos, cada vez que decidimos. Y buena parte de la actividad cerebral es inconsciente.
»Para algunos esto significa que no hay nada más allá de la mecánica de las sinapsis y que, cuando decidimos, es siempre un proceso automático, derivado de una serie de condicionantes. Nosotros tan solo tendríamos una ilusión de libertad.
»Frente a estas posturas, que no se expresan en forma de opinión sino de afirmación científica, creo que es importante señalar que aún sabemos muy poco del cerebro. No conocemos en detalle el proceso de la decisión, no tenemos modelos plausibles sobre la conciencia y, por lo tanto, no hay suficiente bagaje para saber qué hace especial al ser humano, incluido el libre albedrío. No hay tales pruebas que indiquen que la libertad es una ilusión y no nos asusta saber que todo tiene una base física.
»Hay, al contrario, indicios muy claros que apoyan la existencia de un libre albedrío fuerte. El simple hecho de que exista esa presunta ilusión que todos tenemos es uno de ellos. ¿Por qué habría de desarrollarse un mecanismo, tan costoso evolutivamente hablando, como creer que somos libres, si no fuera real? Frente a posturas tan claras, y diría que anticuadamente deterministas, he querido escribir para mostrar que la libertad del ser humano no está amenazada por lo que dice la ciencia.
-¿Cree que está en peligro la libertad del ser humano con los planteamientos de la actual neurociencia?
-No, no lo creo. Pero sí que está en peligro la tranquilidad de mucha gente que querría seguir pensando que es libre, pero que se ven influidos por las opiniones e interpretaciones de algunos experimentos científicos. Hay que distinguir entre lo que es un resultado científico y lo que de él se interpreta. Cuando se bucea en los detalles se ve que no se ha demostrado nada concluyente acerca de la libertad del hombre.
-¿En qué modo y medida influyen los componentes biopersonales y biosociales en nuestro comportamiento?
-Por supuesto que influyen y mucho. Que el libre albedrío exista, no significa que no estemos condicionados. Nos condiciona nuestra genética, nuestro entorno, nuestra educación, nuestro estado de ánimo y las personas que nos rodean y mediatizan muchas de nuestras decisiones. Pero las diferencias de comportamiento entre distintos seres humanos ante situaciones similares y las decisiones que se toman contra todo pronóstico, contra la lógica, incluso contra la seguridad personal, son indicios que hablar en favor de la libertad.
»Muchas decisiones las tomamos de forma automática o como consecuencia directa de nuestros condicionamientos. Incluso esas pueden ser libres, porque surgen de automatismos creados a propósito por nosotros en el pasado, para disponer de más control sobre otros elementos del presente. Una preparación adecuada nos hace más libres y capaces de decidir liberándonos de lo que nos dirige.
»Pero, además, no todos los comportamientos son automáticos. Hay decisiones que deliberamos y ponemos en práctica tras un tiempo de reflexión tan largo como nosotros queramos. Y, finalmente, podemos revisar nuestras creencias y nuestros valores para producir cambios en decisiones del futuro.
Anthony Hopkins en El silencio de los corderos (1991), de Jonathan Demme. El doctor Hannibal Lecter es uno de los psicópatas más célebres de la historia del cine.
-En el sentido anterior, hay planteamientos que apuntan al determinismo en las conductas de determinados individuos, como los psicópatas, los drogodependientes, los que sufren distintas enfermedades psicológicas-psiquiátricas...
-En efecto, si todos estamos condicionados, mucho más aún lo están las personas que padecen alguna de estas condiciones. Estudiarlas es parte de lo que nos puede dar indicios, pero ni quisiera en los casos más graves, como el de los psicópatas, hay un acuerdo general sobre que haya desaparecido completamente el libre albedrío. Incluso el carácter del psicópata se va haciendo a lo largo de su vida y hay muchas pequeñas decisiones que harán bascular a esa persona hacia un ser más o menos malvado. Hay distintas opiniones de expertos en enfermedades mentales, sobre cuánto margen de maniobra les queda para modular esos impulsos negativos y ser mejores, dentro de las posibilidades que ellos tengan.
-A veces, se subraya la inexistencia de libertad humana por los condicionantes aludidos, porque se considera abstractamente que no tenemos libertad absoluta.
-Aquí tocamos con otro asunto interesante. Exactamente, ¿qué es lo que entendemos por libre albedrío? Los expertos dan una serie definiciones que muchas veces contrastan con la idea popular que tiene la gente sobre lo que es la libertad. Estos expertos se sorprenden cuando se pone un micrófono delante ciudadanos de la calle y se les pregunta por lo que consideran que es ser libre. Por eso hablar de libertad “absoluta” me parece complejo.
»En cualquier caso, diré que la libertad es algo que hay que trabajarse. Muchas personas viven mayoritariamente esclavas de sus propios deseos, manías, miedos, etc. La pereza y la falta de voluntad son muy importantes aquí, porque los circuitos neuronales que empleamos habitualmente nos suponen muy poco esfuerzo y, por tanto, es sencillo hacer lo de siempre, mantener nuestro cerebro adormecido, actuando de manera convencional.
»Cuando queremos tomar decisiones que implican comportamientos diferentes, sorprendentes, creativos, tenemos que esforzarnos para que en nuestro cerebro las cosas transcurran por caminos nuevos y eso es mucho menos cómodo que hacer lo de siempre. Por tanto, quizá pocas personas y en pocos momentos de la vida alcancen esa libertad absoluta.
Una cierta filosofía moral niega que el hombre sea libre en sus decisiones... pero exalta hasta el paroxismo la libertad absoluta para cualquier decisión suya.
-Esas posturas de quienes niegan la libertad parecen interesarles más que sea el Estado quien regule las conductas de los individuos en aras de una mayor cohesión social. ¿Qué opina al respecto?
-En efecto, esta pregunta toca con el verdadero interés que tienen muchos por declarar finiquitado el libre albedrío. Todos deberíamos preferir ser libres y no se entiende que haya personas que se empeñen en declarar lo contrario, con la escasez de pruebas científicas que hay. Por un lado, es claro que vende más decir que el hombre es una máquina de carne determinada que afirmar lo contrario, que es lo que está en el sentir de la mayoría.
»Pero, además, lo que realmente se busca es acabar con conceptos como la responsabilidad moral y favorecer la puesta en práctica de políticas autoritarias de un malentendido igualitarismo. Por ejemplo, sueldos iguales para todos, ausencia de castigos, impuestos desmesuradamente progresivos… Se confunde la necesaria igualdad de oportunidades, que todo estado debe procurar, con una injusta igualdad de retribución, independiente del esfuerzo y el sacrificio que cada cual le quiera poner a su vida. Si todo está determinado, no tengo la culpa de nada, ni siquiera de no esforzarme y me tienen que dar lo mismo que a todos…
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