Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Pedro Pérez Cárdenas recuerda la infinidad de reclamos que les llegan

El consejo de un psicopedagogo: háblale de sexo a tus hijos o lo harán otros y les manipularán

El sexo está en todas partes y suscita la curiosidad de los niños: se trata solo de decidir quién se lo cuenta... y qué y cómo. Y deberían ser sus padres.
El sexo está en todas partes y suscita la curiosidad de los niños: se trata solo de decidir quién se lo cuenta... y qué y cómo. Y deberían ser sus padres.

Enrique Chuvieco / ReL

Todas las preguntas que pueden plantear los niños de corta edad sobre el sexo, y respuestas sencillas, concretas y prácticas, con la verdad por delante, adaptadas en su expresión a la mentalidad del pequeño: eso es lo que ofrece Pedro Pérez Cárdenas en La educación sexual de los hijos (Digital Reasons).


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El objetivo es claro: ayudar a los padres para que sean ellos quienes eduquen a sus hijos en este tema, en vez de dejar esa formación en manos menos responsables... y que les aman menos.



Pedro Pérez Cárdenas, doctor en Psicopedagogía y Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Valladolid, ha dedicado veinte años a la enseñanza de adolescentes y jóvenes y desde hace quince preside el Comité Independiente Antisida.
 
-¿Por qué estima que es tan importante educar en la sexualidad a los hijos?
-Así como es importante la educación vial de los hijos para que sepan conducirse por las calles y carreteras, o el educarles en la conservación del medio ambiente, tanto o más importante se hace educarlos en su afectividad, en sus sentimientos, en su atracción sexual. No queremos que vivan en la selva y con la ley de la selva, dejándose simplemente llevar por unos instintos.
 
-Usted insiste en llamar a las cosas por su nombre: pene, vagina, masturbación... ¿Considera que no hacerlo así favorece la desinformación de los chicos y chicas?
-Abordar un tema, una explicación, debe comenzar, se ha dicho siempre, por llamar a las cosas por su nombre. Usar palabras sinónimas también es correcto, para ajustarse a la edad de los hijos, o para no caer en la incomprensión o en la zafiedad.
 
-Las explicaciones han de ser acordes con la edad del receptor...
-Si algún contenido educativo debe acoplarse a la edad y desarrollo psicológico del receptor, este es el de la educación sexual. Son muchos componentes los que se deben integrar armónicamente.
 
-En sus reflexiones no desliga los aspectos biológicos de los afectivos y amorosos. ¿Cree necesario que vayan juntos?
-Necesario que vayan juntos es poco decir, es algo imperativo. La falta de un aspecto, y en la proporción adecuada, hace que el producto sea imperfecto y, a veces, incluso perjudicial, indigesto.
 
-En este sentido, critica la información sexual que se recibe en la escuela pública porque aborda mayormente la parte biológica.

-No debemos generalizar a una escuela u otra, privada o pública: allí donde se vea una carencia, hay que hacerlo notar. Una educación sexual reducida a lo biológico, que por indiferencia, olvido, cobardía u otras razones olvidara, por ejemplo, los sentimientos y afectos de las personas, sería tan peligrosa como enseñar en las escuelas todo tipo de armas de fuego y su empleo.
 
-Muchos padres rehúyen esta obligación de informar y formar a los hijos en la sexualidad. ¿Qué les diría al respecto?
-Que si no toman ellos las riendas, otros lo harán por ellos manipulando a sus hijos. Son frecuentes los lamentos de padres que no hablaron a tiempo.
 
-¿Considera que hay una hipersexualización en la sociedad?
-Es una realidad evidente, se fije uno en las modas, en canciones, en películas, en propagandas, en diversiones, etc. Todo está bañado de componentes y reclamos sexuales de los que no están exentos los menores.
 
-¿Qué consecuencias ha observado de ello en sus asesorías psicopedagógicas?
-Algo parecido a lo que nos sucede a los adultos cuando vamos conduciendo un coche por la noche y otro auto nos deslumbra. Los menores tienen unos reclamos deslumbrantes por todos los lados y ello los desvía y accidenta con mucha frecuencia.
 


-Las redes sociales e internet han abierto otra brecha para los acosos y la pornografía. ¿Cómo pueden los padres no solo minimizar sus riesgos, sino conseguir que sus hijos tengan recursos personales para rechazarlos?
-Hay muchos consejos que se podrían dar. Me quedo ahora con uno muy simple, como es que los hijos tengan acceso a internet en lugar público de la casa; eso, unido a que no usen a cualquier edad un móvil de última generación, les haría mucho bien. El que los propios hijos tengan recursos personales para rechazar los peligros queda ya al resultado de una lenta tarea global en la educación de madurez y responsabilidad.
 
-¿Qué destaca o considera novedoso de su libro?
-Yo nunca me había encontrado con un libro tan accesible, práctico y fácil de leer sobre la materia. Los grandes tratados que se quedan entre especialistas no llegan, por ejemplo, al padre o madre que se ven en un aprieto ante una preguntita de su hijo o hija.
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