La Iglesia reconoció la República y buscó la concordia... en vano
La Segunda República inició su persecución anticristiana en 1931: primero incruenta, luego violenta
El historiador y sacerdote valenciano Vicente Cárcel Ortí ha publicado dos libros en los que analiza la «grave situación de la Iglesia española durante los años 30 del siglo XX», y que «son el fruto de varios años de investigaciones en los archivos de la Santa Sede», según ha publicado la agencia de noticias AVAN y de la que se hace eco Alfa y Omega.
Se trata de la obra 1936. El Vaticano y España, de Ediciones San Román, Madrid, de 332 páginas; y del cuarto volumen de la colección La II República y la Guerra Civil en el Archivo Secreto Vaticano. Documentos de los años 1935 y 1936, editada por la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, de 1.160 páginas.
La Iglesia aceptó la II República
En ambas publicaciones el autor demuestra, «con documentos de la época, en gran parte inéditos, que la Iglesia reconoció y aceptó en abril de 1931 la Segunda República, siguiendo la tradición de no estar ligada a alguna forma particular de Gobierno, salvados los derechos de Dios y de la conciencia cristiana», según Cárcel.
Así, conforme apunta el historiador y sacerdote valenciano, «la Iglesia buscó desde el principio la concordia, pero muy pronto comenzó el ataque frontal contra ella por parte de las autoridades republicanas, con una legislación sectaria, radicalmente anticlerical y antirreligiosa».
Los milicianos frentepopulistas fusilan el Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles al inicio de la Guerra Civil.
Por su parte, «la Santa Sede pidió a los católicos españoles que no identificaran las necesidades de la patria con los intereses propios y que no se sirvieran de la política para sus fines particulares, sin contar con la realidad que les rodeaba».
Según Vicente Cárcel, «sólo cuando conoció la crueldad de la persecución religiosa, la Santa Sede promovió una paz negociada, que no fue aceptada por los nacionales, o la victoria de éstos, para acabar con el conflicto, que fue deseada también por el cardenal Vidal y Barraquer y por el obispo Múgica, ambos desde su exilio en Italia».
Un problema social
Igualmente, en sus libros Cárcel sostiene «que la crisis española de los años 30 fue ante todo una crisis social, y que el régimen republicano no pudo tener sólidos fundamentos porque no supo resolver el grave problema que afectaba a la sociedad española».
Los documentos publicados en estas dos obras demuestran que «la mayoría de los católicos mantuvieron la lealtad hacia las instituciones, incluso tras la victoria del Frente Popular, en febrero de 1936, fecha a partir de la cual se desencadenó la furia contra la Iglesia de forma violentísima», añade.
Una iglesia de las muchas quemadas durante la II República.
La guerra civil «estalló a causa de la sublevación de una parte del ejército por un lado y, por otra, de la decisión del Gobierno republicano de armar a los social-comunistas y anarquistas, responsables de la mayor persecución religiosa conocida en la historia de España».
Persecución religiosa
Asimismo, Cárcel recuerda las palabras del cardenal Tarancón, cuando expresó que «la República fue claramente antirreligiosa y que pronto entre los católicos comenzó a sentirse hacia ella una hostilidad que hizo que todos viéramos como bienvenido el Alzamiento».
Según Cárcel, «la persecución religiosa, iniciada de forma incruenta en 1931, se incrementó de modo violento en 1934 y se desató en julio de 1936 con el objetivo premeditado y sistemático de la destrucción total de la Iglesia: personas y edificios».
Los perseguidores «no distinguieron entre católicos moderados o integristas, católicos republicanos o facciosos» y «profesar la fe católica fue motivo suficiente para ser ejecutado», según Vicente Cárcel que asegura que «este fue el drama que se documenta en estos dos libros».
Trailer de la película "Un Dios Prohibido", de Pablo Moreno, sobre el martirio de los claretianos de Barbastro durante la Guerra Civil.