Un documento inédito del siglo VI a.C. y el exilio judío en Babilonia: congreso en Madrid
Los próximos 18 y 19 de noviembre se celebran en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid las jornadas internacionales Judíos en Babilonia, que reunirá a expertos provenientes de varios países para analizar desde distintas ópticas el exilio del pueblo de Israel, que tan claro aparece reflejado en el Antiguo Testamento, durante el reinado de Nabuconodosor II.
Estas jornadas de acceso gratuito y organizadas por la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino abordarán este asunto desde un punto de vista histórico, exegético, artístico y teológico. Una de las principales novedades será la presentación de un valioso documento del siglo VI a.C.. Se trata de un ladrillo de adobe con una inscripción acadia, en escritura cuneiforme, y que versa sobre el rey de Babilonia Nabucodonosor II.
Daniel Justel Vicente es coorganizador de este importante evento. Profesor de Historia antigua y de las lenguas Sumerio y Acadio en la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino de la Universidad San Dámaso, es también investigador en la Universidad de Alcalá. Asimismo, es doctor en Historia antigua en el CSIC y la Universidad de Zaragoza. En esta entrevista con Religión en Libertad ofrece más datos sobre estas jornadas internacionales:
-¿Qué les ha llevado a organizar un congreso como este?
-El Centro de Documentación San Justino (Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino) aloja entre sus fondos CDSJ 23638, un documento único en el panorama museístico español. Se trata de un ladrillo de adobe con una inscripción acadia, en escritura cuneiforme, y que versa sobre el rey de Babilonia Nabucodonosor II. Este monarca perteneció a la dinastía neobabilónica, y reinó entre 604 y 562 a. C. Nabucodonosor II es uno de los personajes más famosos de la Mesopotamia antigua.
Las fuentes bíblicas hablan sobre él en infinidad de ocasiones, especialmente al hacer referencia al Cautiverio que los judíos sufrieron durante su reinado. La evidente e histórica conexión entre la figura de Nabucodonosor II (y lo que él representaba: el poder imperial de Babilonia) y la realidad del Exilio ha sido la excusa perfecta para organizar un congreso en el que especialistas de varios países abordaran la cuestión a través de distintas perspectivas.
-¿A qué tipo de público está dirigido el evento?
- Partimos de la base que las Jornadas, de acceso gratuito, están dirigidas a un público que puede ser, o no, especialista en las distintas cuestiones que se estudian. Así, en primer lugar pretenderemos contextualizar históricamente el documento babilónico a través de un análisis de la arquitectura sagrada mesopotámica de la época, así como escudriñar las fuentes cuneiformes que conservamos para conocer las comunidades deportadas por parte de Nabucodonosor II.
-Entonces, ¿hay fuentes extrabíblicas que nos hablan sobre el Exilio judío?
-Efectivamente, y es algo que solo recientemente se está comenzando a estudiar. Ya desde los años 90 del siglo pasado nuevos documentos cuneiformes salieron a la luz, referidos a deportados judíos que vivieron durante el Exilio en un emplazamiento llamado Yahudu. En los últimos años están publicándose más tablillas, y otras permanecen aún inéditas. Son textos escritos en acadio, y muestran las actividades que los judíos desempeñaban durante y después del Exilio. Digo “después” porque muchos no regresaron del exilio tras la conquista persa de la zona y la consiguiente liberación de las poblaciones sometidas por los babilonios.
-¿Por qué se llama Yahudu el lugar donde Nabucodonosor II deportó a los judíos?
- El barrio fue llamado al-Yahudu, en acadio literalmente “la ciudad de Judá”. Era una práctica común del Imperio neobabilónico el alojar a deportados en lugares que eran denominados de idéntica manera al de su lugar de origen. Esta comunidad provenía del reino de Judá, así que no es sorprendente encontrar este topónimo. Hay que señalar, por último y a partir de la documentación disponible, que la población de Yahudu podría gozar de cierta libertad dentro de Babilonia, al menos económica. Aún así, es verdad que, por lo que parece, su relativa integración no supuso que perdieran su identidad, sino todo lo contrario.
-¿Cuáles son las otras perspectivas en las que las Jornadas abordan el fenómeno del Exilio?
-Hasta ahora solo he comentado los aspectos históricos. Ahora bien, la óptica contemplada en las Jornadas es mucho más amplia, trasciende lo histórico pero siempre es contemplada desde una metodología científica. Se abordan cuestiones exegéticas en torno a libros del Antiguo y Nuevo Testamento, así como teológicas. Incluso contamos con especialistas en Historia del Arte o Música, que presentarán sus trabajos siempre en conexión directa con el fenómeno del Exilio. El martes por la tarde tendremos la suerte de escuchar la declamación de varias poesías barrocas españolas, y el seguro magnífico colofón será la pieza “En torno a Sión”, de arpa y flauta, que el famoso músico Sebastián Mariné ha compuesto ex profeso para las Jornadas.
-¿Qué significó el Exilio para los judíos?
- Se trata de una experiencia de salida del hogar, de espera, de oración, de recogimiento y esperanza. Vivían en Babilonia, la más importante y cosmopolita ciudad conocida para la época, y es un período también de muchas tentaciones, para empezar la de alejarse de Dios y acercarse a los ídolos. Aún así, en esta situación Dios habló al pueblo elegido a través de los profetas. La identidad de los judíos se conforma en este siglo VI a. C., precisamente durante el Cautiverio.
-¿Qué relación, si la hubiere, hay entre el Exilio judío del siglo VI a. C. y el cristianismo?
- Sí que la hay, y es precisamente el hilo conductor que proponemos durante todo el evento. La deportación de los judíos a Babilonia es un acontecimiento mencionado en el Nuevo Testamento. Es Jesucristo quien rescata al pueblo de Dios de esta trágica situación. Se trata ni más ni menos que de restaurar lo perdido violentamente, el Templo de Jerusalén, destruido e incendiado por Nabucodonosor II en 586 a. C. Este Nuevo Templo es Cristo, que libera a la humanidad de todo lo que significa el Exilio. La espera en Cristo tiene sus propias características en el Nuevo Testamento. Juan el Bautista, ese profeta “exiliado” en el desierto, anuncia la esperanza de la llegada del Mesías. El mismo Jesús marcha al desierto, pues sabe que la Gracia de Dios se derrama también durante y tras la experiencia exílica.
La idea de dispersión y posterior vuelta al hogar de origen es también una constante bíblica, del Antiguo Testamento, y que cristaliza en el Nuevo Testamento. La Cruz escandaliza, y provoca incluso la huida de los discípulos. La resurrección de Cristo es la que restablece esta unión, y en Hechos de los Apóstoles se habla del Espíritu Santo, que rompe definitivamente con la dispersión de Babel. Con los dones del Espíritu el hombre estará llamado a tener un solo corazón y una sola alma.
-¿Podemos hablar hoy de un exilio?
- En el mundo actual hay miles de comunidades deportadas por varios puntos del planeta. Estas personas se encuentran exiliadas, muchas veces bajo condiciones de vida pésimas, sin dignidad. Este tipo de Exilio responde, como acontecía con Nabucodonosor II hace más de 2500 años, por las ansias imperialistas y de interés económico de diferentes potencias. No hay más que encender la televisión o leer los periódicos para constatar esta triste realidad. Oriente Próximo no es una excepción, y la continuidad histórica entre los antiguos y actuales deportados, en campos de refugiados, es simplemente aterradora.
Otro tipo de Exilio es menos visible. Como comentaba antes, la experiencia exílica no es necesariamente física. El ansia de felicidad, la misma búsqueda de Dios, es una experiencia similar. La fidelidad y constancia en la oración es algo propio de un momento de espera, de aguardar la venida de Cristo. San Pablo señala que la vida en la tierra es un verdadero exilio lejos de Dios. Esta afirmación de 2 Corintios podría tener una lectura menos escatológica, ya que las delicias del Señor las podemos degustar también en la Tierra. Ahora bien, el Señor, como al pueblo escogido (que desde la Resurrección de Cristo es la Humanidad entera), nos ha hecho libres para salir, o no, del Exilio.
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