En plena crisis de fe, en la catequesis «la primera línea de acción debe ser recuperar el kerigma»
Hace algunas semanas vio la luz el último de los libros de Catequesis de orientación catecumenal, concretamente el tercero de la edición Junior, que completa así los tres dedicados a los niños y los dos anteriores que estaban ya publicados para la adolescencia.
Uno de los autores es el sacerdote Pedro de la Herrán, especialista en catequética y autor de numerosos libros. Esta publicación pretende dar una respuesta catecumenal y kerigmática en un momento en el que es más necesaria que nunca en el ámbito de la catequesis.
Este nuevo libro de Junior 3 es para los autores muy útil para la preparación de los jóvenes para el Sacramento de la Confirmación, pero el objetivo de esta serie de 6 libros es mucho más amplio y profundo: formar chicos y chicas cristianos con la mirada puesta en los primeros cristianos. Ellos son los verdaderos protagonistas de Junior 3, libro que quiere enseñar a vivir como vivieron aquellos, luchando contracorriente en un mundo pagano, parecido al que ellos viven ahora.
-Don Pedro, ¿cuántos libros lleva usted escritos?
-Con este son ya 106 libros, entre textos escolares de Religión, bastantes de catequesis, tres o cuatro sobre Juan Pablo II, etc. Mi primer libro publicado en 1970 se titula Mi primera Confesión y mi primera Comunión y es un curso de iniciación cristiana que todavía se edita a razón de una edición cada año. Hace unos días he recibido la última edición que debe ser la 40 y tantas.
-¿Por qué dice usted que este libro supone “un nuevo enfoque en la catequesis”?
En primer lugar, porque los dos autores –José Antonio Abad y yo- nos hemos inspirado en el nuevo Directorio para la Catequesis publicado por la Santa Sede en marzo de 2020.
En segundo lugar, porque hemos adoptado, siguiendo algunas recomendaciones de este Directorio, un enfoque catecumenal. Como es sabido en los comienzos de la Iglesia se llamaba “catecúmenos” a los paganos que se preparaban para recibir el Bautismo. Pues bien, se dan grandes paralelismos entre aquella iniciación cristiana de los paganos del Imperio Romano y la que hoy se necesita. Si aquella era una sociedad pagana, la nuestra, de otra manera, también lo es. Por eso, la iniciación cristiana que hoy se precisa no ha de buscar tanto la preparación para recibir un determinado sacramento (Bautismo, Confirmación o Eucaristía) cuanto la formación de cristianos fuertes en la fe y coherentes en su conducta con esa fe, es decir verdaderos seguidores de Jesucristo, enamorados de Él, con sentido de misión en la Iglesia.
Y hay una tercera característica en esta nueva propuesta de catequesis: la dimensión familiar. Nos parece imprescindible ayudar a los padres cristianos a que asuman su plena responsabilidad en la transmisión de la fe a sus hijos. Es un compromiso que contrajeron en el Bautismo de sus hijos y que no pueden eludir bajo ninguna excusa.
-Los Papas han sido grandes defensores de la transmisión de la fe en la familia. ¿Lo puede detallar?
-El Magisterio de siempre y el más reciente ha insistido mucho en la misión primordial que tienen los padres de transmitir la fe a sus propios hijos. San Juan Pablo II fue un gran promotor de la Catequesis Familiar, primero en Polonia y, después, en el mundo. Basado en su propia experiencia como sacerdote y como obispo, enseñó siendo ya Papa, que la forma fundamental de la catequesis es la catequesis familiar, o sea la catequesis que hacen los padres con sus propios hijos.
Benedicto XVI insistió en la necesidad de impulsar redes de apoyo cercanas a las familias para ayudarlas a realizar una eficaz transmisión de la fe a sus hijos y señaló como principales redes de apoyo la parroquia y los colegios de ideario católico.
El papa Francisco también ha hablado mucho de la transmisión de la fe en la familia. Por ejemplo, en la Exhortación “Amoris laetitia” (n. 287) enseña: “han de ser valorados los cónyuges, madres y padres, como sujetos activos de la catequesis [...] Es de gran ayuda la catequesis familiar, como método eficaz para formar a los jóvenes padres de familia y hacer que tomen conciencia de su misión de evangelizadores de su propia familia”.
-Sin embargo, ¿no es cierto que existe una crisis en la transmisión de la fe en occidente y, en particular, en España?
-Las actuales familias jóvenes son un reflejo de la sociedad secularizada en la que vivimos. Bastantes padres bautizados no enseñan a rezar a sus pequeños, no tienen en su casa ninguna imagen religiosa ni tampoco asisten a la Eucaristía dominical. Sin embargo, muchas veces esta actitud es más fruto del desinterés y del abandono en el plano religioso que de una posición de rechazo al cristianismo y a la Iglesia, aunque a veces este rechazo también se da. Una prueba de que existe esa crisis es que, según los últimos datos estadísticos, en los últimos años cerca del 50% de los niños que nacen en España no han recibido el sacramento del Bautismo. Es un dato que debe hacer pensar.
-No obstante, hay todavía un 60-70% de padres bautizados que desean que su hijo/a reciba la Primera Comunión y asista a la catequesis preparatoria.
-Es cierto que esta práctica es una costumbre muy arraigada en la sociedad, pero la costumbre social probablemente no sea el único motivo que los lleva a pedir la Eucaristía para su pequeño: quizás hay todavía en muchos de esos padres un fondo religioso cristiano que podría aflorar. Algunas experiencias muestran que cuando los párrocos y los catequistas se esfuerzan por integrar más a los padres en el proceso de iniciación cristiana no son pocos los que responden bien. La integración de los padres en este proceso es un gran reto que tiene la Iglesia.
Pedro de la Herrán es un experto en temas de formación catequética
-¿Por qué le parece tan importante la implicación de los padres en la catequesis?
-El trabajo que se realiza con los niños es muy importante, pues les proporciona las bases para sus futuras decisiones libres. Pero aún más importante es la implicación de los padres. Este debería ser principal objetivo de las catequesis con niños: el “segundo anuncio” a los adultos, es decir a los padres. Si despertase en ellos la fe, se estaría ayudando de forma más eficaz y duradera a la formación cristiana de los hijos.
Los padres que comienzan a interesarse por educar la fe en sus pequeños refuerzan su propia fe, aunque esta sea muy débil, pues “la fe crece cuando se transmite” (Benedicto XVI). Por otro lado, ¡cuántas veces la amistad y cercanía del niño con Jesús lleva a sus padres a volver a la Iglesia y a interesarse más por el Evangelio y por la vida cristiana! Las tradicionales catequesis “solo de niños” están demostrando su falta de eficacia tanto para formar niños cristianos como para ayudar a los padres a acercarse a la fe. .
-¿Quizás los padres cristianos, desde hace muchos años venían “delegando” la transmisión de la fe en las parroquias y en los colegios de ideario católico?
-Pienso que sí. La crisis actual en la fe tiene mucha relación con el desmoronamiento de bastantes instituciones que habían formado durante siglos a niños y jóvenes en sus colegios. De ahí salían vocaciones para los seminarios y para la vida consagrada, matrimonios cristianos que se multiplicaban en muchedumbre de hijos…
Todo eso se ha venido abajo en dos o tres generaciones. Y ahora estamos ante la desolación más completa. Y pienso que por ello, entre otras razones, hay que volver al principio, es decir, al Catecumenado, a enseñar a los niños desde muy pequeños a ser verdaderos cristianos. Y eso nadie lo puede hacer mejor que los padres cristianos. No abundan, pero me parece que hay que empezar por ahí.
-Volviendo a la metodología que ustedes proponen en su serie “Catequesis de orientación catecumenal”, ¿cómo plantean en la práctica esa transmisión de la fe en la familia?
-Un padre de familia que conoce bien nuestros libros de Niños me decía hace poco: "Estos libros me parecen estupendos porque hacen posible a los padres un acompañamiento a sus hijos en su formación cristiana".
Me ha encantado este modo de ver los libros: no es que los niños pidan a sus padres una ayuda, sino al revés: son los padres quienes, invitados por el párroco o el capellán, "acompañan" a su hijo en el itinerario de su iniciación cristiana. El padre o la madre que acepta esto ha dado ya un paso muy importante en su compromiso de transmitir la fe a su hijo. Y ello supone un gran crecimiento en su vocación de padre o madre cristiano.
-Y los libros de estas catequesis, ¿facilitan ese acompañamiento?
-Estos libros, según me dicen, tienen una virtud: que gustan tanto a los niños como a sus padres. Debido a ello, ese acompañamiento se suscita de un modo muy natural, pues las actividades que se proponen para la Catequesis Familiar resultan amenas tanto para los padres como para los hijos. Son actividades que están pensadas para compartir, que el niño no puede ni quiere hacer solo sino con sus padres, o, al menos, con uno de los dos. Son actividades entretenidas; por ejemplo, una sopa de letras, unas frases de verdadero o falso, visionar un video de 4 ó 5 minutos para comentarlo juntos después, escuchar una canción bonita dedicada a la Virgen o a la Creación, rezar unidos una breve oración, etc.
-¿Tiene ventajas una metodología que implica a los padres?
-Todo son ventajas: para los niños resulta mucho más motivadora y, además, les ayuda a entender mejor la vida cristiana pues no se la explica el profesor de religión o el catequista sino su papá o su mamá. A los padres les hace crecer en el amor a su hijo, pues el amor crece con la entrega; y les ayuda a tomar mayor conciencia de que son ellos los primeros catequistas de sus hijos. Además, los padres al leer las páginas de estos libros, y al realizar las actividades junto a su hijo, casi sin darse cuenta, mejoran su propia formación cristiana.
Sin duda, este método es más exigente para los padres que la tradicional catequesis “sólo para niños”, pero los resultados compensan con creces. Pero, sobre todo, este método de catequesis en familia produce frutos pastorales muy grandes porque hace a los padres cristianos más responsables y, a la vez, mejora la formación cristiana de los hijos, pues nada cala más en ellos que lo que han aprendido en un clima de amor y alegría de labios de sus padres.
-¿Están preparados los padres y los catequistas de hoy para responder bien a esta propuesta?
-Hoy día la mayoría de los padres jóvenes no lo están. Pero, como en todo, poco a poco, irán aprendiendo y lo harán cada vez mejor si los párrocos y los catequistas les ayudan. Al acercarse un poco más a Dios y a la Iglesia, mejorarán sus disposiciones, sobre todo si los catequistas, a nivel personal, les ayudan mediante la amistad. Esto que proponemos es una gran novedad pues las catequesis tradicionales no proponían fomentar la amistad entre los padres y los catequistas. Los padres que comienzan a preocuparse por transmitir a sus pequeños su propia fe, aunque sea débil, están reforzando su fe. Por tanto, la catequesis familiar bien hecha es siempre (directa o indirectamente) catequesis de adultos.
El párroco tendrá que informar a los catequistas de que las cosas están cambiando, y para bien. Les dirá que han de procurar tener más trato y relación con los padres. Esto es muy bueno y será bien acogido por todos. Además, las nuevas tecnologías ayudan mucho a tener esa relación más cercana. La tecnología no basta; pero la tecnología facilita la mutua relación personal entre los catequistas y los padres. Hay que empezar poco a poco y perseverar en ese intento.
-Pero la catequesis actual no está pensada para esta forma de catequesis familiar.
-No es así. El Directorio General de Catequesis, las enseñanzas del Magisterio de los Papas y de los Obispos, siempre han insistido en el papel primario de los padres en la transmisión de la fe a sus hijos. Otra cosa es que hayamos hecho las cosas durante muchos años de una manera que no era la más correcta al delegar una gran parte de esta responsabilidad en los colegios católicos o en la parroquia. Pero las “catequesis solo para niños” pertenecen al pasado, que tenía sus propias circunstancias. La Iglesia y los catequistas precisan ahora una mayor implicación de los padres pensando a la formación de las futuras generaciones de cristianos. No debemos olvidar en ningún momento que la catequesis familiar es una forma de la catequesis de adultos.
-¿Cree que muchos párrocos apoyarán este tipo de catequesis?
-Pienso que es cuestión de información. Si les informamos bien mediante una amplia campaña informativa, si les damos buenos argumentos y si los materiales están bien hechos, bien presentados y “funcionan” -como ahora se dice-, un gran número de párrocos se apuntarán a este cambio. Nosotros, como es lógico, no pretendemos obligar a cambiar a nadie. Informaremos de las ventajas de renovarse gradualmente hacia una catequesis más familiar; pero no obligamos a nadie. Por otro lado, con este sistema se llega con más eficacia a padres "alejados" y a las "periferias", como está pidiendo el Papa Francisco.
-El número de “alejados” parece crecer progresivamente, ¿qué se puede hacer ante esta situación?
-Sobre esto me decía hace poco don José Antonio Abad, que ha sido bastantes años Director del Catecumenado de Burgos: “el panorama no hay que verlo como algo terrible y desolador sino como una oportunidad que nos da la Divina Providencia para realizar una nueva evangelización con mayor profundidad”.
Cuando el papa Francisco insiste en que no estamos en una época de cambios sino en un cambio de época, está diciéndonos que ha llegado la hora de pasar de una pastoral de conservación a otra radicalmente misionera. Y de una Iglesia de obispos, curas y religiosos a otra de Pueblo de Dios, en la que todos los bautizados sean testigos de Jesucristo en medio de su vida ordinaria. Es la hora de los “santos de la puerta de al lado”, que dice el Papa.
-¿Qué líneas pastorales deberían intensificarse más en los próximos años?
-Ya lo han dicho recientemente los Obispos de España: ante todo y, sobre todo, la de ayudar a que los simples fieles se encuentren personalmente con Jesucristo como Persona que vive entre nosotros, que nos ama, nos ayuda y nos perdona, y con el que podemos y debemos encontrarnos en cada Eucaristía. Jesucristo es una Persona viva, no una figura histórica del pasado o una idea, y como tal lo hemos de conocer, amar y anunciar.
Por eso, la primera línea de acción es la recuperación y potenciación del kerigma. Luego, es necesario crear pequeñas comunidades vivas, en las que se pueda encontrar cariño humano y cristiano. Sin una comunidad de referencia, llámese grupo parroquial, movimiento, asociación, o como se llame, hoy es casi imposible ser cristiano, como ocurrió en los primeros siglos. En esa comunidad se escuchará y se celebrará la fe, sobre todo en la Eucaristía del domingo, se irán incorporando los criterios, estilos y comportamientos cristianos, se aprenderá a rezar y se vivirá la fraternidad hacia todos, especialmente hacia los más pobres del cuerpo y del alma.
-Por último, ¿qué recomendaciones daría a los catequistas cuya misión es tan esencial?
Les diría que es urgente conocer, estudiar y asimilar el trasfondo teológico-pastoral del RICA (Ritual del Catecumenado de Adultos), que es la hoja de ruta en este punto desde que el Concilio Vaticano II restauró el catecumenado. Por cierto, el RICA en el capítulo V trata monográficamente del catecumenado de niños en edad escolar. Es cierto que el catecumenado de niños ha estado en mantillas en toda España. Pero esto va a cambiar ya que el nuevo Directorio para la Catequesis pide el catecumenado no solo para los niños no bautizados que han pedido el bautismo sino también para los ya bautizados que, al iniciar la catequesis presentan una situación de fe y práctica religiosa deficiente, situación que afecta a millones de niños en la sociedad actual. Precisamente, la serie de libros “Catequesis de orientación catecumenal”, que estamos comentando, viene a responder con sencillez y humildad a esta llamada de la Iglesia.