Una película espiritual y costumbrista sobre la Polonia bajo el comunismo de 1953 a los años 70
«El primado de Polonia», la danza de resistencia del cardenal Wyszynski ante el dictador Gomulka
El 24 de mayo llega a los cines españoles la película El primado de Polonia, que a través de la experiencia del cardenal Wyszynski nos conduce por 3 décadas de dictadura comunista en Polonia.
Se trata de un biopic histórico, casi costumbrista, atado a los hechos, que consigue llevarnos de la pobreza gris de los años 50 a los pantalones acampanados y patillas de los años 70.
Empezamos con los comunistas torturando obispos en los 50, y acabamos con la policía aporreando y matando obreros que se manifestaban en Gdansk, hecho traumático para el régimen, que mostraba al mundo que los obreros no sólo no eran felices en un país comunista, sino que su policía los reprimía.
Una narrativa clásica: liderazgo y memoria
En esta ocasión el director Michal Kondrat opta por una narrativa clásica, y no incluye partes de documental (excepto unos segundos de imágenes reales) o de expertos, como sí hizo en sus anteriores filmes, de temática más explícitamente espiritual (Purgatorio, en 2020; La Divina Misericordia, en 2019, sobre Santa Faustina; Dos coronas, en 2017, sobre San Maximiliano Kolbe). Es una película que gustará a quien haya disfrutado con Katyn (2007), Popieluszko (2009) o Walesa (2013). También a los que quedaran fascinados con la miniserie Chernóbil (2019).
No hay escenas de sexo, aunque la violencia y torturas, sin mostrarse explícitamente, además de su temática política, hacen desaconsejable la película a menores de 13 años.
Se combina una historia de liderazgo (de naturaleza muy masculina) con una de costumbrismo y memoria (de naturaleza muy femenina). Kondrat cuenta con tres mujeres guionistas, y ellas son las que dan vida a Polonia, que es mujer, a la Iglesia, que es mujer, al alma humana herida, que es mujer, a través de las secretarias del arzobispo, sus mecanógrafas, religiosas, la maestra que intenta tener hijos, la joven Kazia que roba en las calles... Ellas tratan de hacer funcionar un país que no funciona.
Pero el debate sobre el liderazgo se ejemplifica en las dos grandes figuras que se enfrentan en una danza lenta que intentan que no llegue a la ruptura total: el cardenal Stefan Wyszynski, interpretado de forma contenida por Slawomir Grzymkowski, y el Secretario General del Partido Comunista Wladyslaw Gomulka, que dirigió el país y el partido de 1956 a 1970, encarnado de manera magnífica por Adam Ferency.
Gomulka es "el malo", pero tiene sus límites y matices. Es más mezquino que malvado. Parece que se cree bastantes cosas de las que dice, sobre el pueblo y la nación, y sabe que si Moscú tomara un control más directo la situación sería peor para los polacos, y para la Iglesia. Pero él cree ser "del pueblo" cuando en realidad es simplemente nomenklatura, casta burocrática, y sus intentos pragmáticos de colaboración con la Iglesia saltan por los aires con ataques de antirreligiosidad y, simplemente, tics totalitarios: no puede permitir que otros tengan máquinas de imprimir, o que en la radio se hable de Dios, se arrepiente de sus cesiones con frecuencia, buscando compulsivamente un control más directo.
El choque entre generaciones
Parte del choque que se da es también entre jóvenes y viejos, aunque no se exprese directamente en una escena. Pero Gomulka es el comunismo y es un viejo, que habla de la guerra, o de cuando él era pobre. Polonia, en cambio, son las chicas jóvenes, las que intentan tener hijos, las que son encarceladas o apalizadas.
El primer ministro polaco y el secretario del Partido, Gomulka, verdadero hombre fuerte del país en la película El Primado de Polonia.
Quizá eso es parte del problema que Kondrat quiere denunciar: los jóvenes de Europa Oriental oyen a sus padres hablar del comunismo, y no les parece tan malo. Es necesario que una película haga memoria, recuerde la miseria, los secuestros policiales, la arbitrariedad política, los pisos compartidos, el acoso a quien hablara de Dios o, simplemente, careciera de carnet del partido...
Punto de partida: torturar obispos
Y hay que empezar por una escena de tortura en 1953: el obispo Antoni Baraniak, desnudo en su celda en la oscuridad; luego, el foco, el interrogatorio, la "manicura", los gritos...
Hay que empezar así, porque ese fue el punto de partida: cualquier trato de colaboración entre Iglesia y Partido se construía sobre la amenaza de prisión y tortura.
Sí, es cierto que la represión y persecución anticristiana en Polonia fue mínima comparada con los horrores de Rumanía, la contumacia astuta de Checoslovaquia, el baño de sangre insistente en Rusia. Y sí, Wyszynski no es mártir, sólo sufrió 3 años de arresto domiciliario. Pero eso es posible porque el obispo Baraniak y algunos más, bajo tortura, mostraron gran resistencia.
Baraniak es liberado y vive con Wyszynski y con las secuelas de la tortura. Los dos obispos toman té. No niegan el pasado, pero intentan mejorar el presente y arrancar concesiones al régimen. Conseguirán bastantes, y mantendrán una iglesia fuerte, que abrirá el camino a Juan Pablo II, a Solidaridad, a Walesa, y al hundimiento del Muro de Berlín.
Un profeta necesita acceso a la radio
El título de la película en polaco es "Prorok", es decir, "profeta". Wyszynski es profeta porque, aunque sea pactando, logra que su voz resuene en la radio pública, en otros medios, y hable de Dios en un país donde está castigado.
Es profeta porque adelanta que de la sangre de los obreros apaleados surgirá la redención: la caída de Gomulka y un movimiento obrero no comunista.
Es profeta porque le puede decir verdades al régimen. Es un profeta con un ejército (más bien una comunidad-familia) de secretarias y mecanógrafas, que copian sus discursos y los hacen repartir.
En este sentido, es un líder fuerte, un formador de otros líderes, un estratega a la vez atrevido y realista. La película parece estar diciendo: ¿no puede la Iglesia hoy, en el siglo XXI, tener líderes así?
Un poder sin raíces
Cinematográficamente Michal Kondrat hace algunos homenajes al cine de espías, pero también se permite símbolos propios. Vemos a los agentes comunistas resbalando en la hierba mojada una y otra vez: simboliza que su doctrina es superficial, no está enraizada en la nación.
Tráiler de 'El primado de Polonia'.
Vemos en picado, como el ojo de Dios, a Pablo VI con Wyszynski en el Vaticano mientras toman té. Los hombres -incluso los grandes hombres- son pequeños, pero Dios les presta atención.
Hay un contraste revelador cuando la Iglesia anuncia que celebrará el milenario de Polonia en 1966, los mil años de obispados propios. Polonia, como nación y actor en Europa, nace al cristianizarse. El Partido Comunista impide la visita de Pablo VI y organiza sus propios eventos. No acuden a ellos grandes multitudes, pero las masas sí acuden al santuario de Jasna Gora, con una gran M en el escenario, "M" de milenario pero también de María, y una gran fotografía de Pablo VI.
Todo eso era impensable en otros países del bloque del Este, pero la experiencia polaca abrió el paso a celebraciones similares en Checoslovaquia e incluso, más adelante, en Rusia. Celebra las raíces, dice la película, ayudará a sanar y rejuvenecer a nuestros países; olvidarlas, nos debilitará.
Cuando quitas lo divino, dejas un hueco escandaloso
En ese contexto, las autoridades comunistas arremeten contra una procesión que recorría los campos y caminos con un gran cuadro de la Virgen. Secuestra el cuadro y dejan solo el marco. "Pues haremos la procesión sólo con el marco", decide el cardenal.
Es una imagen potente y evocativa: fieles que cantan a Dios y procesionan por el país con un marco vacío. Es una denuncia: sin Dios, sin María, nuestra nación está hueca.
El contraste es claro con la siguiente "procesión", la que puede ofrecer el régimen, el poder sin Dios: sólo las armas, el desfile militar, tanques, aviones... La película es de 2022, ya empezada la guerra en Ucrania. Nos muestra que a medida que se pierde el apoyo en Dios y la Virgen, intentamos sustituirlo por las armas, fuente de destrucción.
La película se adentra en los años 70. Comunistas y generales se esconden detrás de enormes gafas gruesas y negras, que son las que usaban de verdad, por ejemplo, el general Jaruzelski. Son atrezzo de esa época, pero también son símbolo de su ceguera.
Luego llegan las huelgas obreras en Gdansk, con toda la parafernalia de la épica obrera desde las películas de Einsenstein, puños, gabardinas, banderas que ondean en diagonal entre naves y grúas... hasta que la policía carga y se ensaña en palizas asesinas. Mueren decenas de obreros y de forma simbólica mueren los últimos creyentes en el sistema comunista, que ha demostrado su fracaso. La Polonia nueva está representada en el niño hijo del joven Jarek, en Kazia, en los jóvenes que aprenden escuchando al cardenal.
Wyszynski murió de enfermedad en 1981, "siempre vigilado" nos dicen. Pero libre y profético.