Jóvenes y cultas, son guías oficiales de San Pedro y de los Museos Vaticanos
Las «monjas verdes» de la Divina Revelación: una Catequesis con el Arte por los monumentos de Roma
Las Misioneras de la Divina Revelación, también conocidas como las "monjas verdes", hacen de guías para los peregrinos en Roma, a quienes les explican la fe católica a través de obras de arte e imágenes sagradas intemporales. Se dieron a conocer recientemente en España con su participación en las jornadas sobre La belleza de la fe. Arte, evangelización y catequesis organizadas celebradas en mayo y junio por la Escuela de Arte Cristiano de la diócesis de Alcalá de Henares (Madrid). Allí demostraron ser unas expertas en esos tres ámbitos: el arte, la evangelización y la catequesis, fruto de la experiencia que responde a su carisma fundacional, explicado por un reciente reportaje de Solène Tadié en el National Catholic Register:
Tour guiados para descubrir la Belleza: las "Monjas Verdes" comparten el poder del arte
En los últimos años, las Monjas Verdes [Suore Verdi, llamadas así por el color de su hábito] se han convertido en figuras emblemáticas de muchos hermosos monumentos religiosos de Roma. Si bien algunas personas asocian el color de su hábito a un movimiento espiritual medioambiental, el verde recuerda el manto de la Virgen de la Divina Revelación, que se apareció al anticatólico Bruno Cornacchiola en una gruta en Tre Fontane (Tres Fuentes), en Roma, el 12 de abril de 1947.
Esta joven comunidad religiosa, llamadas Misioneras de la Divina Revelación, nació a finales del siglo XX bajo el impulso de la Madre Prisca y recibió la aprobación diocesana el 11 de febrero de 2001. Esta pequeña comunidad romana se dio a conocer rápidamente a través de su original apostolado, a saber: la difusión de la fe católica a través del arte.
"Nuestro carisma mariano, nuestra vida interior y alimento espiritual fluye en nuestro apostolado", dice al Register la hermana Agnese Scavetta, religiosa de la comunidad. La hermana Agnese es una de las figuras emblemáticas de las Catequesis con el Arte, un programa que permite a los fieles y a los peregrinos descubrir el legado de la Ciudad Eterna a través de la memoria de los apóstoles y los santos.
"Viviendo en Roma nos dimos cuenta de que estar en los lugares donde se sembró y creció la fe católica, donde tuvieron lugar las historias de los santos y los mártires, y utilizar las maravillosas iglesias y obras de arte era un modo muy eficaz de transmitir la enseñanza de la Iglesia", dice.
Todo empezó en la Basílica de San Juan de Letrán. En 2001, el cardenal Camillo Ruini, vicario general de la diócesis de Roma, pidió a las religiosas que descifraran a los fieles el significado religioso de las obras de arte de la basílica.
Mientras contemplaban los tesoros de la nave central, comprendieron que la dimensión narrativa del arte era un camino privilegiado de evangelización. En 2007, el cardenal Angelo Comastri les pidió que escribieran los textos para las audioguías de la Basílica de San Pedro. Y en 2009, las Monjas Verdes empezaron a guiar las visitas de los peregrinos en la Basílica. Ahora son las guías oficiales tanto de San Pedro como de los Museos Vaticanos, en el contexto de los Itinerarios de Arte y Fe, que existen en italiano, inglés y español. Los grupos de peregrinos pueden ser de hasta 200 personas.
Las misioneras se han convertido en iconos de la historia del arte religioso, y su experiencia es buscada cada vez más por los medios de comunicación y los creyentes de todo el mundo. Ciertamente, en todo esto tiene que ver las personalidades atípicas de la comunidad. La Madre Superiora, Rebecca Nazzaro, ex mezzo-soprano del coro lírico de la Rai, abandonó una prestigiosa carrera, que ella amaba, para seguir a Jesús.
"Desde pequeña fui educada a la belleza, a la belleza de la naturaleza, pero siempre me preguntaba por qué con el tiempo la belleza desaparecía", dice al Register la Madre Rebecca.
"Un día comprendí que la belleza que deseaba ver en la música, el ideal de belleza que deseaba alcanzar para mí, para mi juventud y mi cuerpo, venía de un deseo mayor, porque la belleza real es Dios, que nunca desaparece. Dios es una flor que nunca se marchita", afirma.
"La belleza tiene la habilidad de despertar en nuestro corazón un anhelo de Dios, de algo eterno que nunca acaba", concuerda la hermana Agnese.
La obra que, según las religiosas, tiene mayor impacto sobre los peregrinos y los turistas es la Piedad de Miguel Ángel, en la Basílica de San Pedro.
Esta obra representa a la Virgen María sosteniendo el cuerpo de Cristo muerto tras haber sido desclavado de la cruz. Lo sostiene con una mano y con la otra lo ofrece al mundo. "Todas las imágenes de la Virgen María con el Niño nos hacen comprender que, si existimos, es porque Alguien nos ha amado primero y nos ha dado nuestra existencia", dice.
"El Señor nos dio a su madre, y si una madre terrena tal vez pueda abandonarnos u olvidarse de nosotros, el Señor nunca lo hará", añade, alabando la dimensión universal de este mensaje, que pueden tocar incluso el corazón de un no creyente.
El vínculo entre fe y belleza siempre ha sido evidente en la historia del cristianismo, puesto que esta es, por excelencia, la religión de las imágenes. Como escribe San Pablo en su Carta a los Colosenses: "Él es imagen del Dios invisible" (1, 15).
Por consiguiente, el arte es un instrumento que la Iglesia ha utilizado continuamente para difundir su enseñanza, invirtiendo muchos recursos en él. "Lo que vemos es que la belleza está en el corazón de cada uno de nosotros; y, a través del arte, Nuestro Señor llama a sus hijos a volver a Él", dice la Madre Rebecca, resaltando que los monumentos religiosos que las hermanas explican a los peregrinos no son museos, sino piedras vivas que pertenecen a una larga tradición de fe que cubre más de dos mil años de existencia.
Sin embargo, estas imágenes a veces tienen que ser "descodificadas", "interpretadas" a través de la hábil guía de las Monjas Verdes para que lleguen a los corazones.
"El Señor pone en mi boca las palabras que la gente necesita oír", dice al Register la hermana Priscilla Laureti. "Durante las visitas siempre vemos que, en un determinado momento, el Señor habla a través de nosotras y me oigo diciendo cosas que nunca había pensado".
El poder evangelizador del arte es experimentado de manera concreta por las Misioneras. La hermana Emanuela Edwards, británica, responsable de los grupos de habla inglesa, ponen en evidencia el hecho de que guiar a los peregrinos y a los turistas a través de la Basílica de San Pedro y los Museos Vaticanos les da la posibilidad de hablar sobre la fe de un modo muy accesible para todos.
"Cuando la gente -incluidas las personas que no tienen fe-, ve la belleza del arte sagrado, no puede evitar plantearse preguntas y entonces el Señor puede entrar", dice al Register. Y añade que todos los peregrinos que vienen a Roma llevan preguntas en sus corazones. "Cuando ves una maravillosa obra de arte hecha por un gran artista guiado por su fe; cuando oyes la espléndida Verdad que esa obra maestra revela, entonces sientes dentro de ti un eco, y el Espíritu Santo tiene la oportunidad de actuar".
La hermana Emanuela tenía una estupenda carrera como director operativo de un bufete especializado en asuntos médicos cerca de Manchester, en Inglaterra. Tenía a su cargo a más de 200 empleados. Pero cuando oyó hablar de la Virgen de la Divina Revelación sintió que el Señor la estaba llamando a convertirse en una Monja Verde.
Como ejecutiva, solía ver su posición en la empresa como un modo de seguir la Doctrina Social de la Iglesia, que pide que los fieles utilicen sus talentos para ayudar a la gente a tener una buena vida.
Ahora, como misionera de la Divina Revelación, ve su misión como la posibilidad de hablar a la gente del amor de Dios. Es el centro de su trabajo con los peregrinos, la mayoría de ellos estadounidenses.
"Siempre les digo que si se olvidan de todo después del tour, hay algo que nunca olvidarán: que Dios les ama de manera personal a cada uno de ellos. Es el elemento más importante que queremos difundir a través de las Catequesis con el Arte".
Traducido por Elena Faccia Serrano.