Stefano Fontana: «Un mundo sin Dios no es un mundo neutro, solo puede ser un mundo contra Dios»
El 3 de octubre tuvo lugar en Palazzolo sull'Oglio (Brescia, Lombardía), bajo el lema Elevar la mirada, la tradicional Jornada del periódico católico italiano La Nuova Bussola Quotidiana.
En uno de los actos programados, su director, Riccardo Cascioli, entrevistó a Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina Social de la Iglesia, precisamente en torno a la doctrina social de la Iglesia como una realidad que debe contemplarse sobrenaturalmente.
-Siempre me ha causado asombro la definición de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) como anuncio de Cristo en las realidades temporales. Es decir, la DSI –como dice la Centesimus Annus– es un instrumento de evangelización. ¿Puede explicar bien este punto?
-Este es precisamente el punto que une la DSI con el tema de la Jornada de hoy: Elevar la mirada. También yo creo que esta definición de la DSI que nos ha dado Juan Pablo II es la más bella. Y le añadiría otra: "No hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio", acuñada por León XIII y retomada por Juan Pablo II, de nuevo en la Centesimus annus.
»Es como decir: si queréis resolver los problemas penúltimos tenéis que mirar a las cosas últimas, que es además la esencia de toda la enseñanza de Benedicto XVI sobre la centralidad de Dios. Si se deja de mirar en vertical se deja de mirar también en horizontal; es más, se acaba no viendo, no viendo nada o viendo la nada. En Aparecida, en 2007, Benedicto XVI dijo que quien excluye a Dios no ve la realidad.
»Nicolás Gomez Dávila tiene un hermosísimo aforismo al respecto: «Cuando las cosas nos parecen ser solo lo que parecen, pronto parecen ser menos aún». Si miro la naturaleza sin el Creador acabaré no viendo ni siquiera la naturaleza, sino un montón de piedras.
»Sin el sentido último no hay tampoco los sentidos intermedios –nos enseñaba Santo Tomás– que, por tanto, se degradan. Sin el matrimonio religioso, poco a poco disminuye también el matrimonio natural y al final desaparece el matrimonio como tal. Es la situación del barón de Munchausen que recuerda Benedicto XVI en su libro de 1969 Introducción al cristianismo: el barón había caído en un pantano, pero no se preocupaba. Basta –decía– que me coja por el cabello y me transporte a la orilla. Pero el fin último –la orilla– no nos lo damos solos, porque nosotros somos penúltimos y el más no procede del menos. No puede ser el penúltimo el que se transporte hacia el último. Este es el primer aspecto de la imagen. El segundo es que el barón no se queda quieto allí, flotando, sino que se hunde. Sin las cosas últimas, las penúltimas no siguen siendo tales, sino que se degradan. No hay neutralidad: un mundo sin Dios no es un mundo neutro –decía Benedicto XVI–, sino que es un mundo sin Dios, y un mundo sin Dios solo puede ser también un mundo contra Dios. Una laicidad moderada no existe: si no se sube, se hunde, no se permanece a flote.
-Como decíamos, la DSI anuncia a Cristo en las realidades temporales. Ahora bien, has aclarado que las realidades temporales no pueden perseguir sus propios fines naturales sin Cristo. Sin embargo, hoy, una posición como esta es tachada de integrista. ¿Es por tanto la DSI integrista?
-Puede parecer que lo sea. A muchos se lo parece. Pero no es así. Benedicto XVI, en su discurso al parlamento alemán de 2011, dijo que la legítima autoridad política se basa en el derecho natural y no en la religión cristiana. Sin embargo, el rey Salomón –sobre el cual estaba hablando– le pidió a Dios el don de la sabiduría para gobernar. Si la autoridad está legitimada por el derecho natural al que se llega con la sola razón, ¿qué necesidad hay de pedirle a Dios esta sabiduría? Si el plan natural de la razón política se legitima sobre el mismo plan penúltimo, ¿por qué pedir la ayuda del plan último? ¿No es integrismo? Evidentemente, Benedicto XVI pensaba que no. El plan natural goza de su legítima autonomía, pero el hombre no consigue verlo plenamente ni ser fiel a él sin el plan sobrenatural. Tanto es así que Dios consideró oportuno revelar no solo verdades de orden sobrenatural, sino también de orden natural.
»Podemos incluso decir más. Cuando el plano natural se considerara capaz de sí mismo de modo completo, se absolutizaría y se convertiría en una nueva religión. El barón que ha caído en el pantano y piensa que puede darse a sí mismo el fin último es el emblema de esto. Es la presunción de lo absoluto –"ser discípulos de sí mismos", decía Benedicto XVI– por lo que, una vez rechazado a Dios, se cae víctima de los dioses, de los nuevos absolutos humanos.
»Entonces es justamente lo contrario de lo que se dice: el vínculo fundamental del orden político con Dios Verdadero es garantía de su legítima autonomía y de la laicidad verdadera, porque en caso contrario se cae víctima de sí mismo al considerarse como Dios. No hay alternativa. A medida que desaparece la religio vera, avanza otra religión, aunque sea la religión de la irreligiosidad. No podemos hacernos ilusiones sobre la posibilidad de una posición moderada.
-Con el obispo Giampaolo Crepaldi fundasteis, hace quince años, el Observatorio de Doctrina Social de la Iglesia que lleva el nombre de cardenal Van Thuân. ¿Qué tiene que ver con esta actividad lo que nos has dicho hasta ahora?
-Elevar la mirada tiene un significado religioso, de fe y espiritual. Pero también tiene uno intelectivo e intelectual: ver las cosas siempre más de lo que parecen. A esto se le llama mirada metafísica. Que no es algo solo para grandes profesores de filosofía, sino que es algo para todos los días.
»Si perdemos de vista esta mirada caemos en el reduccionismo: el matrimonio se reduce a convivencia, la sexualidad a química, el alma a cerebro, la creación a naturaleza, la persona a cuerpo, el generar a producir, la esposa a pareja, la mirada al ojo, la educación a la instrucción, la economía a la especulación, la calidad a la cantidad, como sabe demasiado bien, por desgracia, nuestra democracia. La religio vera requiere esta mirada metafísica. Es el dogma mismo –como no se cansaba de repetir Antonio Livi– el que expresa la exigencia de verdad y racionalidad. Augusto del Noce decía que en la revelación cristiana hay implícita una metafísica y, para profundizarla, la razón no debe salir de la fe.
»Nuestro Observatorio nació hace quince años para afrontar las cuestiones sociales en esta perspectiva. Y, si se me permite pecar un poco de soberbia, me parece que es el único que lo hace. Hoy ya no se entiende así la DSI y se está perdiendo traza de la mirada metafísica. La tendencia es darle la vuelta a la perspectiva y partir desde abajo en lugar de desde arriba. Se tiene que decir Hombre y no Dios, sostenía Karl Rahner. Nuestro Observatorio piensa que se debe decir Dios y no Hombre, también en las cuestiones sociales. El cardenal Nguyen Van Thuân, que da el nombre al Observatorio, pensaba así. Lo demostró con su encarcelamiento, como presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, en sus escritos y en su incansable compromiso para dejarnos el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia.
Concluyo con Romano Guardini: "Cada ser es más que sí mismo; cada acontecimiento significa más que su mero llevarse a cabo. Todo hace referencia a algo que está por encima o más allá. Y solo a partir de allí recibe su plenitud. Si desaparece, las cosas y las situaciones se vacían de sentido".