Dos naturalistas con grandes aportaciones a la botánica
Santapau y Armand: científicos y misioneros que transmitieron la ciencia unida a la fe en Asia
La conciliación ciencia-fe es tan estrecha en la Iglesia Católica que transmitiendo la fe se ha transmitido también la ciencia. Esto es particularmente patente en el caso de la actividad misionera: la evangelización ha llevado parejo el desarrollo científico de los lugares en los que la misma se efectuaba.
Un ejemplo no por muy conocido menos importante es la red de universidades que los misioneros españoles fundaron en América al tiempo que desarrollaban su intensa actividad evangelizadora.
Pero no acaba aquí ni mucho menos la realidad de ese hecho, y Hermenegild Santapau S.J. o Armand David son buena prueba de ello en el desarrollo de la botánica en el continente asiático.
Del jesuita español Hermenegild Santapau (1903-1970) llegó a decir tras su muerte nada menos que la entonces primer ministro de India, Indira Gandhi que “hemos perdido tras su muerte a una eminencia dedicada a la enseñanza y la ciencia durante más de 40 años. Su profundo amor a la India le permitió llegar a ser ciudadano indio. Tuvo un gran conocimiento y preocupación por nuestra riqueza vegetal, y escribió intensamente sobre ella tanto para expertos como profanos. Ojalá su memoria continúe inspirando el interés por nuestra flora’.
Tras ingresar en el noviciado jesuítico y completar sus estudios fue a Londres a aprender inglés. Se doctoró en filosofía en Roma en 1927, y al año siguiente se trasladó a la India a completar sus conocimientos en esta disciplina científica. Volvió a Inglaterra donde se licenció y doctoró en botánica en el Royal College of Science y el Imperial College London.
En 1934 recolectó plantas en los Pirineos Occidentales, en los Alpes italianos en 1936, y trabajó en el herbario del Real Jardín Botánico de Kew incorporándose en 1940 al profesorado de la institución universitaria creada también en India por los jesuitas St. Xavier’s College, en Bombay como profesor de botánica.
Este religioso desarrolló una intensa actividad botánica en grandes áreas de la India, desde el Ghats occidental y oriental, Goa y Andhra Pradesh hacia las regiones del norte de Assam, Darjeeling y el Himalaya Oriental, Dehra Dun y Mussoorie.
Desde 1961 a 1968 fue director del Instituto Botánico de la India (Botanical Survey of India, BSI), durante cuyo mandato llevó a un buen grupo de botánicos indios nativos a la entonces potencia científica en botánica de la URSS, y finalmente a un congreso internacional a Edimburgo.
Santapau dio nombre a nuevas especies de plantas, como también harían los jesuitas Ethelbert Blatter (1877-1934) i Cecil Sandanha (1926-2002), que trabajaron en la parte occidental de la India. Entre sus obras destacan The Flora of Khandala on The Western Ghats of India (Delhi, 1953), y con A.N. Henry A Dictionary of the Flowering Plants in India (New Delhy, 1975). Se nombraron especies nuevas en su honor, lo que también da una idea de su importancia como científico conocido internacionalmente.
De la India a China
Por su parte, Jean Pierre Armand David (1826- 1900) fue un sacerdote misionero de otra congregación católica, concretamente la Congregación de la Misión Natural de Espelette (Francia), y pasó gran parte de su vida destinado en China. Su condición de naturalista le permitió dar a conocer en Occidente multitud de plantas y animales de origen chino desconocidos hasta entonces por la ciencia. Varias de estas especies (descritos por biólogos europeos a partir del material que él les enviaba) llevan su nombre en su honor.
Entró en los Paúles en 1848 y fue ordenado en 1862, siendo destinado casi inmediatamente a Pekín, donde desarrolló una profusa recolección de materiales de museo, entre los que se encontraban animales, plantas, fósiles y minerales, que terminó enviando a Francia por petición expresa de su gobierno, tras lo que el propio ‘Jardin des Plantes’ de París le encargó la misión de recorrer China con el fin de recopilar nuevas especies con las que engrosar su catálogo de vegetales exóticos.
El Padre David descubrió numerosas especies de plantas y de animales desconocidos en Occidente, que contribuyeron considerablemente al avance de la Taxonomía y la Biogeografía, y le valieron al misionero el reconocimiento científico internacional.
En 1888 viajó a París y dio noticia de todos sus hallazgos en el Congreso Científico Católico celebrado ese año. Había estudiado hasta ese momento 200 especies de mamíferos y 807 de aves, de las cuales se desconocían 63 y 65 especies, respectivamente.
También había recopilado decenas de reptiles, anfibios, peces e insectos que cedió en seguida a varios especialistas para que pudieran estudiarlos en profundidad. Fue el primer europeo en observar y describir dos de los mamíferos más amenazados del mundo, el ciervo del Padre David y el panda gigante, símbolo de la conservación de la naturaleza.
Desarrolló también estudios botánicos en las montañas del oeste de China, inexploradas hasta su llegada, en las que descubrió 52 especies desconocidas de rododendros y 40 de prímulas. Algunas de las nuevas plantas descubiertas por él o nombradas en su honor fueron la Buddleja davidii, la Davidia involucrata o árbol de las palomas, y el pino blanco de China (Pinus armandii).
Algunas de sus obras fueron Voyage de l'abbé David en Chine (1872), Voyage dans la Chine occidentale (1874), ‘Journal de mon troisième voyage d'exploration dans l'Empire chinois’ (1875), Voyage en Mongolie (1875), Second voyage d'exploration dans l'Ouest de la Chine (1876), Les Oiseaux de la Chine (1877), Notice sur quelques services rendus aux sciences naturelles par les missionnaires de l'Extrême-Orient, Missions catholiques (1888), ‘La Faune chinoise. Mémoire présenté au Congrès scientifique international des catholiques tenu à Paris en 1888 (1889).
Nótese que las últimas obras se presentaron a congresos científicos de católicos, porque allí donde se celebraron no había más que científicos católicos, o porque se quería resaltar la catolicidad de sus participantes en un ambiente ya como el actual confundido en cuanto a la relación ciencia-fe católica.
Santapau y Armand son sólo dos casos más de conciliación ciencia-fe católica que, junto con tantos otros ya comentados en ReL son de utilidad para confiar en que la conciliación mencionada con anterioridad ha existido en el pasado, también el más reciente, y en el presente.