Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio Jn 15,26-27.16,12-15.

El Paráclito nos introduce en toda la Verdad

El Paráclito nos introduce en toda la Verdad
Ven Espíritu Santo

por La divina proporción

En el Evangelio de hoy Cristo nos dice varias cosas muy interesantes. El Espíritu Santo viene a dar testimonio de Cristo y lo hace por medio de nosotros. Los Apóstoles eran incapaces de comprender todo lo que Cristo les había legado. ¿Cómo lo lograrían? El Señor se lo deja muy claro. El Evangelio de hoy nos dice claramente quien obra el milagro es el “Espíritu de la Verdad, Él los introducirá en toda la Verdad

También puede decir esto, porque los que le oían no habían comprendido todo lo que después podrían padecer por su nombre, comunicándoles algunas cosas y reservando aquellas de mayor importancia que no podrían comprender sin que su cabeza y Maestro les precediera en la enseñanza hasta morir en la cruz. Aun tomando por tipo la ley y las figuras que la simbolizan, no podían conocer la verdad. Pero cuando viniere el Espíritu de verdad os conducirá a toda verdad transportándolos con su doctrina y su misión de la letra que mata, al Espíritu que vivifica, en el cual está fundada toda la verdad de la Escritura. (Dídimo, l. 2, tom. 9, inter op. S. Hieron)

Los Apóstoles no podían conocer y comprender todo lo que era necesario. Por eso El Espíritu Santo era importante para los Apóstoles y también para cada uno de nosotros. Llena nuestro corazón con las Semillas del Reino. Semillas que lanzaremos con fe y humildad. ¿Cómo nos creemos capaces hacer germinar la Semilla del Reino en otras personas con nuestras propias fuerzas? ¿Cuál es la misión que nos señala el Señor? Propiciar que las personas se encuentren cara a cara con Cristo. Ellos mismos, guiados por el Espíritu, decidirán convertirse en discípulos de Cristo o si rechazan el Espíritu, rechazar la Semilla. Si se produce una conversión hay que dar gracias a Dios. Quien lo ha logrado es el Señor. Nosotros sólo somos limitados e inútiles obreros. Herramientas inadecuadas y oxidadas. Pero Dios es capaz de tomarnos en sus manos y utilizarnos para obrar el milagro en otras personas. Ese es el sentido de la Misión del cristiano. Ser herramientas dóciles en manos de Dios.

La misión es clara, Cristo nos pide "...id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 19-20)

El concepto de discípulo proviene de la palabra griega "mathetes", que significa aprendiz o "quien aprende". La palabra que utilizamos en español, discípulo, proviene del latín "discipulus", que a su vez proviene del verbo latino "discere" (aprender). Ser discípulo se puede entender como quien está en actitud y predisposición de aprender. “Hacer discípulos” conlleva ofrecer humildemente la Buena Noticia a quien quiera escuchar. Hagámoslo sabiendo que es Dios quien actúa realmente a través de nosotros.

En la Misión, Cristo solicita ofrecer la Buena Noticia a todos: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación" (Mc 16, 15) No se trata de doblegar voluntades o propiciar respuestas interesadas. Si tenemos dudas, podemos releer la parábola del Banquete de Bodas (Mt 22, 1-14) y darnos cuenta que los mensajeros invitan al banquete sin imponerlo. Cada uno de los invitados decide ir o no. En el caso de asistir alguien inadecuado, no es aceptado. No se trata de llenar todos los lugares, sino de que Dios haya actuado en el corazón de todos los presentes.

Siguiendo con las Parábolas, volvamos a leer la Parábola del Sembrador. Quien lanza la Semilla del Reino no discrimina los terrenos donde la semilla será lanzada. No se trata de imponer a un terreno la fertilidad, sino llevar a este la Semilla que lo transformará. Esa es la clave que olvidamos con frecuencia. Es frecuente centrar la evangelización en colectivos determinados, olvidando que toda tierra puede y debe recibir las Semillas del Reino. ¿Es desagradable lanzar las Semillas en tierras duras y secas? Sin duda, pero a veces una planta logra echar raíces donde parecía imposible e ir transformando esa tierra, por la Gracia de Dios. Porque quien hace el milagro no es el evangelizador, ni el catequista, ni los animadores socio-culturales. Quien hace el milagro es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo transforma a quien abre las puertas de su corazón. Lo hace en tiempo y forma adecuada a cada persona. Nadie sabe cómo y dónde sucederá. Si se permite actuar al Espíritu Santo, habrá un nuevo nacido del Agua y Espíritu entre nosotros.

En verdad, en verdad te digo que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es (Jn 3, 5-6)

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