Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Spotlight: Las verdades a medias

por ReL

Ayer vi Spotlight, ganadora del Oscar a la mejor película y al mejor guión en 2016. Cuenta la investigación realizada por unos periodistas del Boston Globe sobre los abusos sexuales de sacerdotes católicos en la diócesis de Bostón, que concluyó con un gran escándalo social y religioso,que todavía mantiene un clima de sospecha sobre el clero católico en muchos países del mundo, incluido el nuestro, pese a que no se hayan detectado casos significativos.
 
La película está muy bien hecha, los actores son excelentes, el guió es vivo y las diferentes historias están bien entrelazadas. Ciertamente la película merece el óscar, aunque me queda la duda de si también su sesgo anticatólico ha colaborado en el éxito. Me pregunto qué hubiera pasado si, por ejemplo, la cinta hubiera elaborado la idea de que la mayor parte de los abusos sexuales se realizaron por sacerdotes homosexuales. Seguramente, la cosa hubiera sido distinta: quizá ni siquiera se habría estrenado.
La película, como se indica al inicio, está "basada en hechos reales", los personajes son los que son y los hechos se parecen bastante a lo que ocurrieron. Como a cualquier católico razonable, me llena de profunda verguenza y pena lo ocurrido en Bostón y cualquier otro país donde se hayan producido estos abusos de niños, y me cuesta entender cómo una persona que ha entregado su vida a Dios y a los demás pueda caer en tamaña degeneración. Pero, a la vez, me parece que la película plantea una visión maniquea de un problema muy complejo. Para el guionista de Spotlight, la diócesis de Bostón, con el cardenal Law a la cabeza, no sólo no hizo nada eficaz para acabar con el problema, sino que hizo todo lo posible para encubrirlo. El film extiende esta sospecha a toda la Iglesia, presentando en el epílogo de la película la dimision y traslado a Roma del cardenal Law poco menos que como un ascenso. Poco saben de la forma vaticana de retirar a un obispo de su mandato cuando su actuación ha sido equivocada, como el mismo Law reconoció al marchar: "A todos los que ha sufrido por mis defectos y errores les pido a la vez disculpas e imploro su perdón". Nada se dice, por supuesto, del muy activo papel de Law en la promoción de los derechos civiles en los años 60 en EE.UU.: en la película se le presenta como una figura más bien frívola y superficial. 
Nada se dice tampoco de los esfuerzos internos de la Iglesia para conocer y atajar el problema (recomiendo el libro de George Weigel, El coraje de ser católico, 2002). De hecho, una parte de la opinión pública puede pensar que la pederastia se da únicamente en la Iglesia católica, simplemente porque es la única institución religiosa que ha investigado y publicado masivamente esos abusos. Los informes más concienzudos en EE.UU. realizados a partir de casos estudiados en un periodo de 50 años afectan al 4% de los sacerdotes católicos de ese país, y la mayor parte de los casos comprobados afectan únicamente al 0.002 %: esto es se trata de verdaderos desequilibrados.
Por otro lado, no queda muy claro las supuestas terribles presiones que iba a ejercer la Iglesia contra el Boston Globe para que no publicara su reportaje. Uno hubiera esperado ver en el film varios matones visitando a cada uno de los periodistas, pero esa tremenda presión parece que se concretó en un par de conversaciones de amigos católicos con el encargado del equipo. Parece que el guionista tiene una percepción equivocada del supuesto poder del catolicismo en Boston: quizá eso explique que haya sido gobernador de Massuchussets... un mormón!! (Mitt Romney: 2003-2007).

Sin quitar un ápice a la gravedad del problema, y aplaudiendo las múltiples iniciativas que tanto Benedicto XVI como Francisco han tomado en esta cuestión, un juicio objetivo sobre la pederastia en los sacerdotes católicos concluye que se trata de un fenómeno muy marginal. En ningún paso sería justo afirmar que esta patología se da más entre los católicos que entre otros colectivos religiosos, incluidos sus líderes. Ernie Allen, presidente del National Center for Missing and Exploited Children, de EE.UU. concluía en un artículo de Newsweek (2010): "Puedo afirmar sin duda que hemos visto casos en muchas instituciones religiosas, desde evangélicos a ministros de las principales denominaciones, pasando por rabís y otros". Si esto es así, la pregunta obligada es "¿por qué sólo hay noticias de los sacerdotes católicos? ¿se imaginan una película de Hollywood donde el protagonista fuera un rabino pederasta?
Insisto, no estoy defendiendo la conducta de quienes abusaron de niños con el agravante de la confianza que da un autoridad religiosa: me parece repugnante. Sólo estoy diciendo que el caso, desgraciadamente, no es exclusivo de la Iglesia, sino que afecta a muchas otras entidades, civiles y religiosas. Pero escupir sobre la Iglesia católica es gratis, en ciertos ambientes está bien visto.

 
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