Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio Jn 6, 41 46

Murmuración: rechazo y dolor

Murmuración: rechazo y dolor
Murmurar crea dolor y separación

por La divina proporción

Hace años tenía la convicción de las bondades y oportunidades que nos ofrecen las redes sociales. Es maravilloso comunicarnos con personas sin que la distancia sea una problema. Igual que los Apóstoles escribían cartas para dar sentido y difundir el Evangelio, hoy en día tenemos las redes sociales que nos permiten sentirnos más cerca unos de otros. Pero, las redes sociales actuales son muy diferentes a las que vivimos hace diez, quince o veinte años. El pecado original ha impregnado nuestra presencia en la red, generando todo tipo de enfrentamientos y rechazos. Las redes sociales actuales tienden a dividir nos en razón de estéticas, ideologías y gustos personales. Todos ellos respetables, pero no por ello ayudan a la comunidad eclesial entre nosotros.

Por todas partes se lee y oye, que tenemos que “tomar partido”. No  se trata de partidos políticos, sino partidos socio-culturales. Todo partido conlleva división, rechazo, lejanía y dolor. Dios es Uno, pleno y armónico. El enemigo es multiplicidad disonante. El número de partidos crece constantemente y con ello, la distancia entre nosotros. Dentro de cada partido, la murmuración es la herramienta fundamental que le da cohesión.

“Los judíos pues murmuraban de El”, etc. ¿Qué responde ante tales murmuradores? "No murmuréis entre vosotros". Como si dijese: sé por qué no sentís este hambre y por qué no comprendéis ni buscáis este pan. "Nadie puede venir a mí, si no lo trajere el Padre que me envió". ¡Noble excelencia de la gracia! Ninguno viene si no es traído. ¿A quién trae y a quién no trae? El porqué, no debéis investigarlo si no queréis errar. Acéptalo y entonces entiéndelo. Y si acaso no has sido traído aún, ruega para que lo seas. (San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 26)

La murmuración se centra en aquello que cohesiona el partido, separándolo de los demás. Se murmura para no se escuchados y conformar un frente común que empodere al partido, al grupo, corriente o sensibilidad. ¿Para qué necesitamos empoderarnos? No es para hacer caridad, propagar la esperanza y difundir la fe. Todo lo contrario. Buscamos conformar grupo de poder para enfrentarnos a quien no se doblega a nuestra ideología socio-cultural. Cristo nos deja claro que nadie se acerca a Dios, Unidad, si no es llamado y deja sus ideologías a un lado. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día”. 

¿Es tan difícil se conscientes de que Cristo nos llama a conformar una Iglesia más allá de peculiaridades, gustos e ideologías? Sin duda es terriblemente difícil. Lentamente, pero sin pausa, nos vamos separando unos de otros porque Cristo no es el centro de nuestra fe. Antes que en Cristo, ponemos nuestra esperanza en miles de cosas, tendencias, ideas, conspiraciones o incluso, en el mismo fin del mundo. “Divide y vencerás” y sin duda el enemigo (dia-bolos, el que separa) está haciéndolo maravillosamente.

¿Qué alternativa tenemos a “tomar partido”? ¿El silencio? ¿La indiferencia? ¿Encerrarnos en un individualismo auto-protector? Ninguna de estas opciones nos lleva muy lejos. Tampoco nos lleva lejos enfrentarnos unos contra otros para imponernos gustos e ideologías. Hablar con claridad de la necesidad de unidad, tampoco nos lleva muy lejos, porque nos convertimos el enemigo número uno de todos los partidos. Hablar de unidad, de comunión, no está bien visto. Resulta insoportable para muchas personas. La bondad actual de las redes sociales se centra en que podemos dar testimonio a quien quiera leer y ver lo que compartamos. Poco más se puede hacer y creo que esto es lo que Dios quiere en estos momentos que hagamos.

¿Qué nos queda? Nos queda orar con esperanza e intentar vivir dando muestras de coherencia, cercanía y sinceridad. Orar por tantas personas que se han alejado por causa de sutilezas intrascendentes. Orar para que la soledad, que va aumentando día a día, sea aceptada como ofrenda por la unidad. Hay misterios que no podemos abordar. San Agustín nos dice: “El porqué, no debéis investigarlo si no queréis errar. Acéptalo y entonces entiéndelo. De nada vale que nos dediquemos a investigar lo que excede nuestra naturaleza. Cualquier conclusión que obtengamos será parcial y generadora de división. La Gracia de Dios se mueve de la forma perfecta y armoniosa. Dejemos que actúe y roguemos para que su acción nos acoja a nosotros.

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