Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio Jn 6, 1-14

Rechazamos la Gracia y protestamos

Rechazamos la Gracia y protestamos

por La divina proporción

Este domingo el Evangelio nos relata el milagro de la multiplicación de panes y peces. Es una episodio evangélico muy conocido. Su interpretación puede realizarse desde muchos puntos de vista, sin que ello agote todo lo que hay en la Palabra de Dios. Tomaré un breve párrafo en el que San Agustín se fija en algo que parece intranscendente frente al milagro: 

Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.

Quizás sea importante darle sentido a lo que sobra, a lo que no aceptamos o incluso rechazamos. Una vez saciados las sobras carecen de importancia. No debe ser así cuando Cristo pide que se recoja todo lo que sobró.

Por tanto, nada es ocioso, todo hace señas, pero requiere un entendedor… ¿Qué representan aquellos trozos que sobraron, sino aquellas cosas que el pueblo no ha podido comprender? ¿Y qué queda sino que aquellos secretos de la inteligencia que la multitud no puede comprender, sean creídos por aquéllos que estaban destinados y debían enseñar a los demás, como eran los Apóstoles? Por esto se llenaron doce canastas. Esto se hizo maravillosamente por ser un hecho grande, y útilmente por ser un hecho espiritual. Quienes lo vieron entonces, se asombraron; en cambio, nosotros no nos asombramos al oírlo. Sucedió, en efecto, para que ellos lo vieran; fue escrito, en cambio, para que nosotros lo oyéramos. Lo que los ojos fueron capaces de hacer en ellos, esto es capaz de hacer en nosotros la fe, pues percibimos con el ánimo lo que con los ojos no hemos podido, y los aventajamos porque de nosotros está dicho: Dichosos quienes no han visto y han creído. Ahora bien, añado que quizá hasta hemos entendido lo que la turba no entendió. Y verdaderamente hemos sido alimentados nosotros, porque hemos podido llegar a la médula de la cebada. (San Agustín In Ioannem tract. 24, 6)

Este mismo comentario de San Agustín puede ser parte de lo que sobró y nadie tuvo en cuenta. Pero todo lo que Dios nos regala debería ser aceptado y tratado como lo que es: Gracia que Dios nos regala porque la necesitamos. Otra cosa es que nuestra prepotencia nos induzca de ignorar o desdeñar la misma Gracia de Dios. Tristemente, a veces protestamos a Dios porque no nos da lo que creemos necesitar, mientras rechazamos lo que Él sabe que sí necesitamos.

Por ejemplo, pensemos en los sacramentos. Son un regalo que inmensa importancia para nosotros, pero los ignoramos con frecuencia. Pensamos que no los necesitamos. Parece como si nos sobraran porque nos creemos capaces de todo. Pensemos también en los carismas y habilidades con que Dios nos creado. No es raro que en las comunidades cristianas actuales haya ciertos carismas a los que se les da gran valor y otros a los que se les ignora. Ignorar los carismas es también ignorar a quienes los llevan consigo. Después protestamos porque no hay vocaciones religiosas o al sacerdocio. Faltan manos que ayuden en tantas cosas, pero sobra rechazo de carismas y dones. Quizás, cuando alguien se da cuenta de la necesidad, quien estuvo dispuesto a ayudar ya no lo esté.

Una verdadera comunidad debería estar abierta a todos los carismas y dones. De esta forma no sobraría nada después del milagro al que asistimos cada domingo. Cristo se ofrece en forma de pan y vino. Anida en nuestros corazones y nos mueve a conformar en nosotros su Reino. Pero también es necesario decir que, para el ser humano. es muy complicado aceptar todo lo que Dios nos regala. Nuestra limitada naturaleza no siempre está dispuesta a ir más allá de la comodidad de sus limitaciones. El pecado, tampoco ayuda porque nos induce a la pereza, a la desidia, a la acedia. Es complicado dejar que la Voluntad de Dios nos lleve donde Él desea que estemos.

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