Enseñando a los jóvenes a vivir su sexualidad
por Cocreadores
Como madre de familia me inquieta mucho lo que aprenden mis hijos, no solo lo que intento enseñarles yo, sino lo que veo que puede transmitirles la sociedad que les rodea. Porque los niños se educan principalmente en casa, en la familia, pero todo lo que les rodea les va alimentando. Y no solo me preocupa por mis hijos, sino por todos los jóvenes en general, que son los que van a construir la sociedad del mañana.
Creo que, con respecto a la educación de la sexualidad, los padres de hoy en día se han rendido, se han asustado o acomodado a la corriente, han hecho como el avestruz, meter la cabeza bajo la tierra, hacemos como que no pasa nada y mientras nuestros hijos se van alejando y, desorientados, se pierden. Muchos están distraídos y no han visto el peligro. Veo a mi alrededor padres que llegan tarde, y es que la sexualidad se educa desde que nacen, no es algo que hay que abordar cuando hacen aparición las hormonas en la adolescencia, es algo que hay que enseñar antes.
Yo no he hecho las cosas perfectamente, pero veo a mis hijos adolescentes con las cosas bastante claras, y eso me tranquiliza, hablamos a menudo de todo en la mesa, les cuento "cómo está el patio", ven lo que hay alrededor y comparan. Saben donde está el camino, aunque luego les vaya a costar recorrerlo, son conscientes de que irán contra corriente. Porque nos han visto a sus padres nadar igualmente contra esa corriente. No nos hemos conformado.
Hace poco y trasteando por internet pude encontrar una maravillosa conferencia de Micaela Menárguez, de ella me gustaría, con su permiso, hablaros en alguna entrada más adelante. Es profesora de una asignatura llamada “Sexualidad humana” en el Master de Bioética de la Universidad Católica de Murcia (del que también es directora). Y mira por donde, recientemente ha publicado un libro maravilloso donde cuenta anécdotas sobre sus clases, las dudas de sus alumnos, las preguntas habituales, es muy orientativo porque en el podemos observar qué están viviendo nuestros jóvenes hoy en día, qué les ayuda y cómo podemos encarar la tarea de educarlos correctamente en un área tan importante para la vida como es la sexualidad.
Quizá el problema es que no hemos dado a la sexualidad la importancia que tiene, quizá hemos subestimado su papel en nuestra vida, quizá porque igual que el resto de lo sagrado, en nuestra cultura postmoderna, se ha desacralizado. Se ha hecho un objeto de consumo de eso que está pensado para hacernos felices; se vende “a peseta” lo que vale infinito y nos tiene que llevar al cielo.
El libro de Micaela es fácil de leer, da respuesta a muchas preguntas que se hacen hoy nuestros chicos, pero sobre todo va a la raíz de lo que la sexualidad vale para la persona, de lo que buscan nuestros jóvenes y no encuentran. Porque toda persona, también esos universitarios que ya han vivido tantas experiencias, tienen imprimido en su corazón la verdad de lo que somos y de lo que nos hace felices. Por eso el libro se titula: “Solo quiero que me quieran”. Porque es lo que queremos todos, alguien que nos ame para siempre, que nos acoja en totalidad y nos acepte con nuestras cosas buenas y nuestras cosas no tan buenas, alguien con quien podamos ser auténticos sin miedo al rechazo, porque el amor de verdad es así.
Micaela nos cuenta:
Después de un mes de clases a veces se me acercan los alumnos y me preguntan ¿Dónde estaban mis padres? ¿Dónde estaban mis profesores? ¿Dónde mis educadores? Y ¿Por qué a mi nadie me dijo esto?
Lo mejor para educar la sexualidad es preguntar a los alumnos. Y la primera pregunta que hay que hacerles es: ¿El hombre es solo un cuerpo o es algo más que un cuerpo? De la respuesta a esta pregunta dependerá el concepto de la sexualidad humana ¿Qué es la sexualidad humana? ¿Dónde está? ¿Tenemos sexo o somos sexuados? ¿De que depende ser hombre o mujer? ¿Yo puedo elegir lo que quiero ser?
Contestando a estas preguntas podemos llegar a la conclusión que la sexualidad humana es el conjunto de características biológicas, psicológicas e intelectuales que hacen que el ser humano se manifieste como varón o como mujer. O que el cuerpo es el puente que une al hombre con el mundo y que tiene su propio lenguaje, que no es lo mismo dar un beso en la boca que en los labios, que no es lo mismo dar la mano que dar un abrazo.
Cuando mis alumnos me contaron la importancia del “sexamigo” tuve un debate con ellos que duró un mes. Me dijeron: “Micaela, es que con alguien te tienes que acostar… eso no significas que salgas con él o con ella…” (pensé: ¡Que anticuados que estamos!)
Y es que el cuerpo, que es ese puente que une al hombre con el mundo tiene un significado que es muy importante que expliquemos a los jóvenes. Es el puente que materializa la unión del varón con la mujer, y solo tiene un significado y es que cuando yo te estoy dando mi piel, te estoy dando mi vida, que cuando te doy mi cuerpo te estoy dando mi persona y lo que quiero es recibir la tuya. Y esta es la única idea a repetir una y otra, y otra, y otra vez, hasta que cale, después de haberles hecho reflexionar uno o dos meses.
Cuando les pregunto en que se diferencia la sexualidad humana de la de los animales, me responden muchas cosas: en la manera de hacerlo, en el sitio donde lo hacemos… y yo les pregunto: ¿Habéis oído alguna vez hablar de una cosa que se llama el celibato? que suena a japonés. Eso significa que hay personas que escogen de una manera libre no tener relaciones sexuales nunca y entonces se oye un clamor en la clase: “¿¡NUNCA!?”. Pero es que además tú puedes escoger si tienes relaciones sexuales o no, con quién, cuándo, cuántas veces y cómo y eso es algo que el ser humano lo puede hacer y eso es lo que nos diferencia de los animales, se llama libertad. Hay que explicarles que somos condicionados pero no determinados, hay que explicarles que la sexualidad es una mesa de cuatro patas, que una es la parte afectiva donde está la sonrisa, la ternura y los gestos; que otra es la parte cognitiva donde está la amistad, la complementariedad y la conversación y que el matrimonio es una forma especial donde la amistad se vive a nivel privilegiado y que eso genera una felicidad enorme; el placer es otra pata de la mesa que no siempre es obvio porque hay muchas mujeres que no llegan a sentirlo en sus relaciones y esto genera mucha frustración; y la procreación que es la más palpable de las ilusiones compartidas de dos personas que porque se aman y en un mismo acto libre son capaces de comunicar amor, dar placer y dar vida. Para poder hacer esto necesitamos hablar.
* Faceta afectiva
* Faceta cognitiva
* Placer
* Procreación
Decía Wojtyla en “El Taller del orfebre” que “el amor es confiar las paredes del propio corazón a otro morador”, pero para hacer esto nos sobran las pantallas. ¿En cuantas de nuestras casas cada uno se encuentra con una pantalla diferente? ¿Cuánto cuesta apartarnos de una pantalla para mirarnos a los ojos y confiar las paredes de nuestro corazón a otro morador? Sentirse escuchado es sentirse querido. Cuando estos aspectos no se integran, entonces tenemos un problema porque nos encontramos unos seres disarmónicos que piensan que la felicidad está en la búsqueda obsesiva del placer.
Hay una sola pregunta que nos van a hacer los jóvenes: ¿Por qué tengo que esperar para tener relaciones sexuales? Y esta es la pregunta que tenemos el reto de contestarles. Es una pregunta muy difícil, pero es una pregunta muy importante porque de la respuesta a esa pregunta depende su felicidad.
El ácido clorhídrico es un compuesto muy interesante ¿Qué tiene que ver con las relaciones sexuales? Pues está formado por cloro y por hidrógeno, la unión del cloro con el hidrógeno es muy íntima, es lo que se llama un enlace covalente. Sin embargo, entre diferentes moléculas del ácido hay unas uniones más débiles que son las fuerzas de Van der Waals, la energía que necesito para romper esta unión es relativamente pequeña, sin embargo, la energía que necesito para romper la unión entre el Cloro y el hidrógeno es una energía muy grande. Cuando un chico y una chica empiezan a salir y construyen una relación conversando, mirándose a los ojos, yendo al cine, cogiéndose de la mano y tratando de descubrir si realmente el otro es la persona adecuada establecemos lo que se llama lazos verbales. En ese proceso del noviazgo en el que se trata de conocer al otro si yo descubro que esa persona no es la adecuada y yo no he tenido relaciones sexuales, yo tengo la cabeza mucho más clara para romper ese noviazgo, sin embargo si he tenido relaciones sexuales casi desde el primer día yo tengo un enlace covalente, yo necesito una energía brutal para romper esa unión y seguramente no lo voy a hacer, seguramente me voy a ir a vivir con él y después me voy a enredar y después a lo mejor tengo un hijo y después a lo mejor 10 años después descubro que esa no era la persona. Es muy importante explicar a los jóvenes qué es el noviazgo, qué es el maravilloso proceso de conocer al otro.
Y esos lazos físicos se establecen porque durante el orgasmo, durante las relaciones se libera una hormona que se llama la oxitocina que es la hormona del apego, es la hormona de la confianza.
Yo creo, como Benedicto XVI que el siglo XXI es el siglo de la biología, porque la biología nos va a dar respuesta a todas las preguntas, en la biología nos vamos a tener que apoyar porque es la verdad de la naturaleza del ser humano. Qué bien entiende nuestro Papa emérito esa unión entre ciencia y fe.
Y qué pena da que esta sociedad cuente más las ideas, las ideologías, que la ciencia.
En la próxima entrada continuaré contándoos...