Escándalos de pedofilia produjeron el efecto contrario: le llevaron a la fe
Siempre que en este espacio trato el tema de los abusos por parte de algunos miembros del clero lo dejo muy claro: un solo caso ya es demasiado. Dicho esto quiero compartir un texto que leí en el blog de Bruno Moreno a propósito de un periodista estadounidense, Tom Breen, al que estos hechos -paradójicamente- le condujeron a acercarse a la fe católica en la que había sido bautizado pero de la cual sabía bastante poco y, en consecuencia, no practicaba.
Un ejemplo hecho vida de aquello que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "Dios permite males para sacar bienes mayores" (ojo, dice "permite", no "quiere").
Seguro que este testimonio real no saldrá en la gran prensa. Por eso vale la pena darle eco. Antes de pasar al testimonio una cosa más: recordé el decálogo progre que Catholic Herald recordaba hace poco. Es un texto donde dice qué debe hacer un periodista si quiere hacerse "famoso". Les sugiero darle una leída (aquí el enlace con la traducción en español).
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Fui bautizado como católico, pero la única tradición que recibí fue una vaga idea del cristianismo, junto con una especie de atracción tribal hacia la Iglesia Católica. Mi madre murió cuando yo era muy joven y mi padre tuvo bastantes malas experiencias con la iglesia al crecer en un barrio irlandés de Chicago, de manera que no tenía muchas razones para asegurarse de que mi hermano y yo fuéramos educados como miembros activos de la fe.
Mi padre es periodista y fue su influencia la que me condujo hacia la prensa. Después de la universidad, yo trabajaba en la Gaceta de Hampshire, en Northampton, Massachusetts, en el momento en que comenzaron a salir a la luz los escándalos de abusos sexuales más recientes. En parte porque había algún objeto católico sobre mi escritorio, mi editor supuso que yo debía de saber algo acerca de la iglesia, así que fui asignado para cubrir algunas de las historias locales relacionadas con los escándalos.
Rápidamente, me di cuenta que no sabía nada sobre el catolicismo y, por lo tanto, para evitar avergonzarme a mí mismo y a mi periódico, me decidí a aprender cuanto pudiera. Además de leer todo lo que cayó en mis manos, empecé a redactar historias sobre temas religiosos que no tenían nada que ver con el escándalo de los abusos, con la esperanza de ponerme rápidamente al día.
Este proceso continuó después de que me trasladase al Journal Inquirer, el periódico de mi ciudad natal de Manchester, Connecticut. Para entonces, yo había descubierto que no sólo estaba interesado en las historias católicas, sino en la religión en general. No sólo se trataba de un tema fascinante, sino que además era un tema en el que no estaban interesados muchos otros periodistas, así que yo podía seguir las historias sin pisárselas a nadie. También tuve editores muy bien informados que estaban encantados de disponer de noticias religiosas. Uno de ellos me lo dijo con unas palabras que siempre he recordado: compara la cantidad de recursos que emplea la prensa en la cobertura de las elecciones primarias, me dijo, con el número de personas que votan en las elecciones primarias. Comparemos ahora los recursos destinados a cubrir la religión con el número de personas que acuden semanalmente a la iglesia.
Así fue como me convertí en adicto a la cobertura de asuntos religiosos. Paralelamente, llegué finalmente a ser un devoto católico, participando en el proceso del Rito de Iniciación Cristiana para Adultos y comenzando a ir todos los domingos a Misa. Irónicamente, fue mi trabajo en la cobertura de los escándalos de abusos sexuales lo que me llevó a convertirme en “oficialmente” católico. Aprendí todo lo que pude sobre la fe para asegurarme de que las historias que contaba eran correctas y mi aprendizaje me convenció de que aquí está la verdad.
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