Santos. Reyes. Magos.
por Marcelo González
Como hijos de los gentiles, “reconozcamos en los magos adoradores las primicias de nuestra vocación y de nuestra fe, y celebremos con corazones dilatados por la alegría los comienzos de esta dichosa esperanza, pues desde este momento se inicia nuestra entrada en la celestial herencia de los hijos de Dios”. San León Magno, Papa.
Epifanía del Señor, o más popularmente, Santos Reyes Magos. Fiesta importantísima y lamentablemente degradada por los “católicos” oficios de la Junta Militar de 1976 al rango de día laborable, junto con el 15 de agosto, y el 8 de diciembre, única fiesta religiosa recuperada por la “democracia” en la Argentina.
Ni los gobiernos militares liberales ni la democracia liberal cree en los santos reyes magos. Nosotros no creemos en ellos (los gobiernos militares ni la democracia liberal). Nosotros sí creemos en ellos (los santos reyes magos) con la certeza de la Fe. Vamos a explicar porqué.
Adoración de los Reyes Magos, de Boticelli
Empecemos en orden inverso del que el título señala.
Magos. Así se denominaba en Persia y los reinos de oriente a los sabios. Wise men, los llaman en inglés, “sabios”: Magos en francés, e italiano. Santos tres reyes en alemán. De hecho en Colonia está el relicario con sus cuerpos.
Eran astrónomos, estudiosos de las profecías, buscadores de la verdad. Su peregrinación hasta Belén de Judá, la ciudad de David, para adorar al Niño Dios es una prueba de su Fe, un poco a tientas, confirmada luego por la santificación que la presencia y adoración del Salvador “panis involutus” –envuelto en pañales- les infundió.
Pero algo bien claro tenían estos magos-sabios: y es que iban a adorar a un rey, por o cual llevaron presentes de oro. Y que ese rey era humano, obsequiándolo con la mirra de los ritos funerarios, porque todo lo humano ha de morir. Y también Dios, a quien se adora ceremonialmente con el incienso.
Reyes. Reyes o señores de autoridad y fortuna. No podrían haberse costeado tan largo y azaroso viaje sin una buena provista de camellos, tiendas, servidores y blanca para pagar posada y comprar víveres. No soberanos de imperios ni grandes reinos, porque la verdad se revela a los pequeños y se esconde a los soberbios. Basta con ver la reacción de Herodes el Grande, riquísimo e influyente rey de los judíos, que no siendo judío él mismo, estaba sin embargo atento a lo que sus sacerdotes y gerontes anunciaban y esperaban.
“Venimos a adorar a rey de los judíos”. Tremendas palabras para un psicópata asesino y paranoico como el Herodes, al que hoy veneran los abortistas. A pesar del favor del César, ante quien el monarca idumeo tuvo mucha influencia y de cuyos tesoros obtuvo fondos para construir el gran templo de Jerusalén y otras obras magníficas, Herodes, sin embargo, era consciente de su ilegitimidad.
Rey más poderoso que los propios magos, los recibió con honores de huéspedes regios. No eran poca cosa estos magos, para que el Grande Herodes los agasajara, por más que tuviese tortuosos designios. Eran personas de pro.
Urna donde se veneran los restos de los reyes, en Colonia, Alemania
Santos. Tan santos que están en el cielo y en los altares, como que fueron las primicias de la gentilidad. “Reconozcamos en los magos adoradores las primicias de nuestra vocación y de nuestra fe, y celebremos con corazones dilatados por la alegría los comienzos de esta dichosa esperanza, pues desde este momento se inicia nuestra entrada en la celestial herencia de los hijos de Dios”.
Nuestro Señor, leal con el pueblo elegido, avisó primero a los pastores, rústicos hombres de aldea, que con fe sencilla y cierta creyeron ante los prodigios de los cielos y las voces de los coros angélicos. Venimos a adorar al salvador. Las señas que nos han dado: refugiado en un establo, envuelto en pañales. Panis involutus. Extrema fragilidad de un niño apenas nacido, en la fría noche de Judea, sobre un pajar, envuelto en pañales de modesta factura. ¿Es éste el Salvador? Pues sí, los niños y los simples no hacen remilgos a la hora de creer las paradójicas verdades de la Fe.
Ni tampoco los sabios, sobre todo si son santos. ¡Tanto peregrinar en búsqueda del Salvador y lo encontramos en este lugar, refugio de animales de granja! Somos señores, somos sabios, somos reyes, hemos invertido una fortuna y arriesgado nuestras vidas y nuestra fama (porque nos tuvieron por locos) en esta expedición y en lugar de ser recibidos en palacios, nos encontramos ante una caverna socavada en la roca.
La Fe de estos gentiles, sabios, no se amilanó por la apariencia pobrísima del Divino Salvador. No se amilanó como se amilana la nuestra cuando vemos que el mundo ignora al Motivo y Causa de la Navidad. No, se arrodillaron (cosa que muchos católicos hoy se niegan a hacer) ante el Cristo y lo adoraron por su condición de hombre, de rey y de Dios.
Eran santos.
Somos, como dice San León, herederos de estos magos santos, primicias de la gentilidad. Veneremos a los Santos Reyes Magos con culto de dulía, propio de los santos, y sobre todo, no cometamos el error de decir que no existen.