«CORREDENTORA, MEDIADORA Y ABOGADA NUESTRA»
Millones de fieles y cientos de obispos piden al Papa el quinto dogma sobre la Virgen María
La doctrina de la corredención «ha sido por cerca de un siglo el tema teológico de nuestro tiempo», según el mariólogo Peter Damien Fehlner. Y algunos teólogos sostienen que este «podría ser el último dogma mariano». La proclamación del dogma de la Virgen como «Corredentora, Mediadora y Abogada nuestra» sería un acontecimiento clave en la historia de la Iglesia. Así lo han pedido millones de fieles, cientos de obispos y decenas de cardenales en los últimos años.
No han sido los cardenales, ni los más ilustres teólogos y estudiosos del dogma los primeros en reconocer la verdad contenida en los dogmas marianos, sino más bien el pueblo fiel, de piedad sencilla y profunda.
El arte representó a la Virgen como inmaculada siglos antes de la proclamación del dogma, en 1854. Ya en el siglo XVII había un chascarrillo popular que decía: «Aunque lo niegue Medina -en alusión a un teólogo dominico de Sevilla-, y su padre provincial, la Virgen fue concebida sin pecado original». También antes de que el concilio de Éfeso, en el año 431, promulgara el dogma de la maternidad divina de María, el pueblo salió a la calle con antorchas encendidas para pedir su proclamación. «Fueron alabando a Dios y diciendo ´Santa María Madre de Dios´, por lo que esa parte del Ave María tiene su origen en la aclamación del pueblo de Dios, según la tradición», cuenta a ALBA el teólogo Joaquín Ferrer.
El pueblo pide un nuevo dogma
Y ahora el pueblo de Dios está alzando su voz para pedir la proclamación de una quinta verdad de fe sobre la Virgen María: que sea reconocida como ‘Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada del pueblo de Dios’.
Un dogma es, según el Catecismo, una verdad -contenida en la Revelación divina o que tiene con ella un vínculo necesario- que define el Magisterio de la Iglesia, de forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe. Se trata de una verdad presente de manera implícita en la Revelación, que con el progreso a lo largo de los siglos en la comprensión del depósito de la fe, se explicita: «Cuando venga el Espíritu de la verdad, os conducirá a la verdad completa», dijo Jesucristo antes de la Pasión (Jn 16, 13). A veces, la aparición de nuevos errores obliga a la Iglesia a definir y declarar lo que siempre ha sido verdad, pero las circunstancias reclaman aclamar.
Y las del momento actual reclaman la proclamación de un nuevo dogma, según los participantes en un Congreso Mariológico que se celebró en Fátima en mayo de 2005. Participaron buen número de cardenales y obispos de los cinco continentes que redactaron un «Votum» en el que expusieron al Papa las razones doctrinales y de oportunidad que -consideran- parecen auspiciar la proclamación del quinto dogma.
Una nueva reformulación del dogma
Proponían una posible formulación del dogma en estos términos: «Jesucristo, el Redentor del hombre, le dio a la humanidad desde la Cruz a su madre María para que fuese la Madre Espiritual de todos los pueblos, la Corredentora que, bajo y junto a su Hijo, cooperó en la Redención de todos los pueblos; la Mediadora de todas las gracias, que como Madre nos otorga los dones de la vida eterna; y la Abogada que presenta nuestras oraciones a su Hijo». El texto añade que la definición papal sería la «última expresión de claridad doctrinal al servicio de nuestras hermanas y hermanos cristianos y no cristianos, que no están en comunión con Roma».
Peticiones de ciento cincuenta países
Según explica a ALBA el doctor en Teología y en Derecho, Joaquín Ferrer, ponente del Congreso de Fátima, y sacerdote del Opus Dei, aunque este dogma estaba maduro, desde el punto de vista teológico y de la fe del pueblo de Dios, desde el s. XVII, su promoción recibió impulso, recientemente, del cardenal belga Mercier, a partir de 1913. Y está teniendo eco en los últimos años, fundamentalmente en EEUU, Italia, India, Filipinas y Sudamérica, y, en general, en el Tercer Mundo. Además, varias sociedades mariológicas de EEUU e Italia presentaron siete millones de firmas procedentes de 150 países en el Vaticano, para pedir la proclamación, encabezadas por la de la beata Teresa de Calcuta.
«Desde luego, María es Corredentora: le dio a Jesús su cuerpo, y su cuerpo es el que nos salvó», afirmó en 1993. «La definición papal de María Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada, traerá grandes gracias a la Iglesia. Todo por Jesús a través de María», sostuvo en su carta de apoyo a la definición papal.
550 obispos y 40 cardenales a favor
Mark Miravalle, profesor de Teología en la Universidad Franciscana de Steubenville (EEUU), y presidente de Vox Populi Mariae Mediatrici, movimiento que promueve el dogma, considera significativo que la hermana Lucia, vidente de Fátima, y numerosos santos y beatos, como san Pío de Pietrelcina, san Josemaría Escrivá, santa Teresa Benedicta de la Cruz -Edith Stein-, o san Maximiliano Kolbe hayan usado el título de María Corredentora. Y en una entrevista en Zenit, aseguró que en los últimos años se han enviado a la Santa Sede los respaldos a la petición del quinto dogma de 550 obispos y más de 40 cardenales.
25.000 firmas en España
En España, el grupo de oración de los Sagrados Corazones de Jesús y de María ha recogido y enviado 25.000 firmas al Vaticano. «Muchos inmigrantes han firmado, así que hemos hecho llegar al Papa firmas no sólo de España sino de Méjico, Guatetmala, Colombia, y de muchos países”» cuenta Aurora, una de sus promotoras, a ALBA.
En la página web www.fifthmariandogma.com aparece una fórmula de petición en castellano, que se puede firmar y enviar al Papa a la siguiente dirección: A Su Santidad, Papa Benedicto XVI/ C/o Rev. Msgr. Gänswein/ Palacio Apostólico/ 00120 Ciudad/Estado Vaticano.
No todos a favor
Sin embargo, también ha habido voces dentro de la Iglesia que dudan de la oportunidad de definir un quinto dogma. Ya en el Concilio Vaticano II hubo una recogida de firmas entre los padres conciliares que no prosperó. Más recientemente, una comisión de mariólogos en el Congreso Internacional de Mariología de Chestokowa, en 1996, tampoco lo consideró oportuno.
Y, según asegura Ferrer a ALBA, el Papa Juan Pablo II, que impulsó también esta causa, se encontró con escollos insalvables que frustraron sus esperanzas de proclamarlo: «Me consta que Juan Pablo II estaba deseando promulgarlo, pero hubo dificultades por problemas de contagio protestante», afirma.
Y es que uno de los argumentos al que más recurren sus detractores es la inoportunidad por las dificultades que puede suponer para atraer a los protestantes a la Iglesia Católica. «Yo creo que es todo lo contrario, porque donde está la Virgen desaparecen todas las herejías», sostiene Ferrer. En su libro «La mediación materna de la Inmaculada, esperanza ecuménica de la Iglesia», argumenta que «María no puede ser obstáculo para ninguna forma de ecumenismo sano y constructivo, sino su más sólida garantía de evitar equívocos y graves adulteraciones. María atrae a sus hijos y obtendrá de su Hijo ‘Primogénito entre muchos hermanos’ (Rm 8, 16) su plena comunión ‘en un sólo rebaño bajo un sólo Pastor’ (Jn 10, 16). Ella, como en Caná de Galilea, acelerará el cumplimiento de esa profecía que funda la esperanza ecuménica de la Iglesia».
Y pone de manifiesto que son muchas las voces que consideran que este nuevo dogma traería grandes gracias al mundo y a la Iglesia. El Padre Fehlner, uno de los teólogos organizadores del simposio de Fátima, considera que en la batalla por la prosperidad de la Iglesia, el éxito es una participación en la victoria de Cristo sobre satán en el Calvario. Y esta participación «o es por la vía de la mediación de María ¡o no será!». Según subrayaron allí muchos cardenales y teólogos, «la proclamación de este dogma mariano constituye un pre-requisito para la auténtica paz en el mundo y para el completo florecimiento del Triunfo del Inmaculado Corazón de María».
En manos del Papa
Después del Congreso, el cardenal Toppo, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de la India, entregó las actas a Benedicto XVI. Y subrayó que el Santo Padre las recibió con particular entusiasmo e interés, dijo que las leería antes de pasarlas al Santo Oficio, y se sorprendió de que tantos cardenales y obispos (6 cardenales y una treintena de obispos) hubiesen firmado el Votum. Después animó a los cardenales a que escribieran al resto de los cardenales de la Iglesia para que se adhirieran, que así lo hicieron, invitando a los purpurados de todo el mundo a unirse a ellos para pedir la proclamación al Papa.
Según el carmelita Enrique Llamas, catedrático emérito de la Pontificia Universidad de Salamanca y presidente de la Sociedad Mariológica Española, «desde el punto de vista teológico, doctrinal, la colaboración de la Virgen María en la Redención como corredentora es hoy una verdad definible». Y desde el punto de vista de la oportunidad -teniendo en cuenta el gran movimiento de profunda devoción mariana que suscitó la promulgación de otros dogmas, como el de la Inmaculada-, considera que en el momento de crisis actual sería muy conveniente que ocurriera algo similar.
El P. Llamas ve un paralelismo entre el «martirio silencioso con el que se acosa actualmente a la Iglesia, en el anonimato», y la persecución y abuso de poder civil que sufría la Iglesia en los tiempos de Napoleón, que precedieron a la proclamación del dogma de la Inmaculada. Sin embargo, subraya que «eso depende del Papa, que es quien debe ver si existen inconvenientes en la definición dogmática, según la situación de la Iglesia, que Él conoce. Él está asistido por el Espíritu Santo y hay que mantener un alto grado de prudencia», advierte. Sobre el proceso para la definición, explica que lo más probable sería que el Papa Benedicto XVI, igual que hizo Pío IX con el de la Inmaculada, atendiendo a las peticiones que recibe, consultara a los obispos para la proclamación.
Ahora el tema está abierto a la petición de todas las voces de la Iglesia y en manos del Papa. Y, como sentencia Ferrer Arellano, «llegará cuando llegue la hora de Dios».
Cuatro verdades sobre la Virgen
1. Maternidad divina
Este dogma es la clave de toda la Mariología, porque la maternidad divina es la raíz y la suprema razón de todas las demás gracias y privilegios concedidos por Dios a la Virgen María. Fue solemnemente definido por el Concilio de Éfeso. Este Concilio, celebrado en el año 431, siendo Papa San Celestino I definió: «Si alguno no confiesa que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santa Virgen es Madre de Dios, pues dio a luz según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema».
2. Perpetua virginidad
El dogma de la perpetua virginidad se refiere a que María fue virgen antes, durante y perpetuamente después del parto. La Iglesia ha manifestado su fe en él constantemente.
La expresión «siempre virgen» fue recogida por el II Concilio de Constantinopla, que afirmó: el Verbo de Dios «se encarnó de la santa gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María». Esta doctrina fue confirmada por otros dos concilios ecuménicos, el IV de Letrán y el II de Lyon, y por el texto del dogma de la Asunción, en 1950.
3. Asunción
Este dogma se refiere a que la Virgen fue elevada en cuerpo y alma al cielo. Lo definió el Papa Pío XII, hablando ex cátedra, el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentissimus Deus: «Con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».
4. Inmaculada Concepción
Proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus, este dogma revela que María fue preservada del pecado desde su concepción: «La doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles».