En el año 2020, el Partido Feminista que preside Lidia Falcón fue expulsado de la coalición Izquierda Unida por su neta oposición a la ideología de género y a los dogmas trans, a los que considera responsables del 'borrado de la mujer' real, biológica, en aras de una subjetiva 'autopercepción' como tal.

A sus 86 años, la histórica dirigente del movimiento feminista marxista español en los años 70 y 80 mantiene su beligerancia contra la ideología transgénero. Más si cabe a raíz del giro dado por el PSOE, que ha pasado de oponerse a la Ley Trans de la ministra podemita de Igualdad, Irene Montero, a respaldarla, por lo cual presumiblemente saldrá adelante con el apoyo del resto de socios parlamentarios de Pedro Sánchez

Esta ley ha sido duramente criticada tanto por organismos constitucionales como el Consejo General del Poder Judicial y más recientemente el Consejo de Estado, como por entidades privadas como el prestigioso Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia. 

"Una monstruosidad"

Y Falcón, por su parte, ha vuelto a hacerlo en una entrevista de Rubén Arranz en Voz Pópuli, al considerar la ley "una monstruosidad" y a su responsable "una maniaca": "Irene Montero es la ministra del LGTBIQ+… y no sé cuántas siglas más. Esa señora no se ocupa de nada más. Tenemos diferencias salariales, violencia contra las mujeres, violaciones, maltrato… y muchos temas que afectan a la mitad de la población española. ¿Por qué no se centran en eso?"

Reprocha al PSOE y a Unidas Podemos no haber accedido a reunirse con el Partido Feminista para escuchar sus críticas a la ley: "Ese proyecto es una monstruosidad. Así de claro", afirma.

En particular, la posibilidad de que niños puedan cambiar su 'identidad sexual', algo que ha venido favorecido desde la ley de 2007 porque, si bien ésta exigía la mayoría de edad, dejaba la puerta abierta a que un menor tomara esa decisión si demostraba "madurez suficiente". Esto es "horroroso", opina Falcón, pero gracias a aquella ley acabó siendo doctrina judicial aceptada: cuando unos padres decidieron acogerse a esa excepción para cambiar el sexo de su hijo de 12 años, el juez de Primera Instancia se negó, pero el proceso siguió hasta el Tribunal Constitucional, que reconoció el derecho del menor y así "dictó doctrina".

La líder feminista muestra las contradicciones de esa doctrina: si un niño "es plenamente maduro y autónomo para cambiar su identidad sexual a los 8 años, ¿por qué no se le deja votar o hacer su testamento? ¿Por qué no puede viajar y sacar un pasaporte por su cuenta?... ¿A ti te parece que estamos en un país mentalmente sano o en un país de locos?"

Lidia Falcón, que, como materialista, no cree en la existencia del alma, evoca sin nombrarla la disociación entre alma y cuerpo propia del gnosticismo como origen inasumido de la ideología de género: "Un alma que vaga por el espacio, buscando donde ir, entre calle y calle, y de repente se aloja en un cuerpo que no es el suyo... Es disparatado, de verdad. Concluyen que hay un alma que se equivoca de cuerpo. Estamos en un mundo de locos, ¿eh?".

Violencia e intolerancia LGTBIQ+

Por último, critica la violencia e intolerancia de que hace repetidamente gala el lobby LGTBIQ+: "Les he visto intentar pegar a las compañeras feministas en una manifestación. A mí me denunciaron por un delito de odio del que me he tenido que defender en la Fiscalía. Ahora, tenemos a una compañera en Sevilla, que se llama Carola López Moya, que hizo unas declaraciones en las que dijo que 'los niños son niños y las niñas son niñas'... ya ves qué cosa más revolucionaria y ofensiva... Pues bien, le han iniciado una acción administrativa por ello. De verdad..., nos atacan un persiguen continuamente. Si es que anunciaron que iban a prender fuego a la librería donde se iba a presentar un libro sobre la 'teoría queer'".

Con esto último se refería al intento de asalto que sufrió la Casa del Libro de Barcelona el pasado mes de mayo en el acto de presentación de Nadie nace en el cuerpo equivocado, de los profesores y psicólogos José Errasti y Mariano Pérez, que, junto con Un daño irreversible, de Abigail Shrier, son libros cuya censura se ha conseguido en objetivo fundamental del lobby LGTBIQ+, porque denuncian las incongruencias de la ideología de género y el mal enorme, con proporciones de epidemia, que está causando entre los adolescentes, sobre todo chicas, con 'transiciones' decididas por sectarismo ideológico a pesar de que destrozan su cuerpo y su vida.