Juan Pablo II, en la caída del Muro de Berlín: «¡Sin temor debemos mostrar la grandeza de la fe!»
Este sábado 9 de noviembre se cumplen 30 años de la Caída del Muro de Berlín, uno de los momentos clave del siglo XX con el que se iniciaba el derrumbamiento del bloque comunista en el Este de Europa con la posterior desaparición de la Unión Soviética.
Este acontecimiento tuvo un gran valor simbólico pues este muro representaba la división física no sólo de la ciudad de Berlín, sino de un pueblo separado entre el Occidente libre y el Oriente preso del totalitarismo comunista.
Juan Pablo II, el Papa que conocía en primera persona el comunismo al sufrir sus consecuencias en Polonia, quiso escribir a los obispos de Berlín justo tras la caída de Muro, en un mensaje fechado a 13 de noviembre de 1989.
“En estos días de profundos cambios en vuestra patria, me siento muy unido a ustedes y a toda la población de vuestro país en cristiana solidaridad. Rezo con ustedes a Dios para que, con la intercesión de la Madre del Señor, puedan realizarse las esperanzas de la humanidad en la justicia, en la libertad y en la paz interna y externa”, afirmaba el santo polaco en su mensaje.
“Hagan todo lo posible, también si son una pequeña grey, por renovar el rostro de la tierra en vuestro país, con la fuerza del Espíritu de Dios, junto a todos los hombres de buena voluntad, unidos sobre todo a los cristianos evangélicos”, fueron sus palabras.
Juan Pablo II es considerado como uno de los grandes artífices del colapso del bloque comunista en Europa del Este y posteriormente, el 14 de noviembre, recibió a los obispos de la República Federal Alemana, es decir, la occidental.
Aunque en su mensaje no citaba directamente el muro, las palabras del Papa sonaron muy claras: “La situación del mundo de hoy puede convertirse en una nueva ocasión para la fe. Esto no solamente porque la ideología marxista hoy se ha claramente acabado. También las ideologías consumistas de Occidente son siempre más descubiertas por los jóvenes, los cuales exigen promesas más profundas. Si la fe se presenta sin temor en su grandeza transparente y pura, se experimenta en modo mejor la verdadera respuesta a la sed de una generación que está viviendo un cierto sentido la experiencia y la condición del hijo pródigo”.
San Juan Pablo II añadió también: “¡Sin temor y con coraje, debemos mostrar de nuevo la novedad y la grandeza de la fe! Así la fe será el fundamento de la alegría y de la liberación de los creyentes. Animen sobre todo a los sacerdotes y los diáconos, todos los colaboradores a tiempo completo, a aquellos voluntarios, a ofrecer tal testimonio”.