Santo Tomás de Aquino asegura que “la acedia es una tristeza del bien espiritual, y su efecto propio es el quitar el gusto de la acción sobrenatural”. Pero además, el Catecismo de la Iglesia Católica asegura que “esta acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino” y la encuadra “entre los pecados contra el Amor de Dios”.
De este modo, la acedía es un mal que se da en no pocos creyentes, de la que se habla poco pero que puede ir destruyendo la vida de fe de una persona. Por ello, es importante ponerla freno.
Para hablar de los peligros de la acedia espiritual, cómo detectarla y remediarla la Conferencia Episcopal Española, a través de la Comisión Episcopal para el Clero y los Seminarios, ha organizado un Encuentro de Directores Espirituales en la que ha participado un religioso de gran espiritualidad, el benedictino francés Jean-Charles Nault, abad de Saint-Wandrille.
Postulador de la causa de Lejeune
Este religioso ha sido el postulador de la causa de beatificación de Jérôme Lejeune, el científico francés que descubrió el origen genético del síndrome de Down y renunció al Nobel para defender la vida, ganándose así el cielo.
“Necesitamos una regla de vida que no sea presentada como una obligación que viene de fuera sino como una aspiración del corazón del hombre que nos ayuda a estructurarnos”, afirmaba el padre Nault, tal y como recoge Ecclesia.
El propio Papa Francisco ha alertado en numerosas ocasiones sobre la acedía, de la que ha asegurado que “hay que entender bien que la acedia es un factor de división; que la vida es lo que une; y los que han sido ganados por la acedia no asumen la vida».
Citando a Evagrio Póntico, un asceta del siglo IV, Jean-Charles Nault indicó que la acedia se sitúa en la intercesión entre los apetitos carnales como la gula, la lujuria y la avaricia y las malas acciones espirituales como la pereza, la envidia, la vanidad y la soberbia.
Por ello, el abad de Saint-Wandrille quiso ofrecer cinco síntomas en los que se manifiesta esta pereza espiritual y que también recoge Ecclesia:
-Inestabilidad interior, presente en la necesidad de cambios y movimientos permanentes.
-Excesiva preocupación por la salud.
-Aversión para su propio deber de estado, huyendo de la realidad cotidiana con proyecciones hacia el futuro.
-Negligencia o excesos en la observancia de nuestra vida religiosa
-Desánimo general, que puede llegar a una profunda crisis espiritual donde se ponga en duda nuestra vocación.
Por otro lado, el monje benedictino ofrece desde su experiencia, pero también desde la del monje Póntigo, cinco remedios para vencerla:
-Llorar: es el reconocimiento de que necesitamos ser salvados. Las lágrimas nos van a ayudar a transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne.
-Equilibrio: una vida de oración, trabajo y descanso.
-Método antirrético: hacer lo que Cristo hizo en el desierto. Contestar al mal pensamiento con una frase de la Sagrada Escritura. Pequeñas frases, sentencias, que cada uno puede usar cuando contestar a un pensamiento malo.
-Meditación de la muerte: recordar a Dios y recordar a la muerte como el final de este camino y la gloria sin parangón que nos espera, según dice san Pablo en la carta a los Romanos, después de pasar las dificultades de la vida presente.
-Perseverancia: a juicio de Nault, este es el remedio principal. Es una llamada al aumento de fidelidad.