«¡Hacé lío, Daniel!»: Uruguay, en la Plaza Matriz, recibe a su nuevo cardenal, Daniel Sturla
La Plaza Matriz fue el lugar donde el sacerdote uruguayo Lázaro Gadea le puso nombre a Uruguay y fue, ayer domingo 15 de marzo, el sitio donde se celebró la bienvenida oficial a Monseñor Daniel Sturla, segundo cardenal en la historia del país, creado por el papa Francisco el pasado 14 de febrero.
“Este rojo púrpura de cardenal hace referencia al color de la sangre, signo de la vida que muchos entregan hoy por Cristo o por fidelidad a su conciencia y que, en el trabajo de cada día, espero también yo entregarla para servir con alegría al Señor en su Iglesia”, dijo el cardenal en su discurso, en el que agradeció el “regalo para el Uruguay” que significa su designación como purpurado.
En sus palabras el arzobispo de Montevideo habló sobre la Iglesia del país, que no es poderosa sino más bien pobre y austera pero muy libre.
“Como Iglesia Católica, no soñamos con antiguas preferencias ni tenemos pretensiones de hegemonía, pero sí tenemos clara conciencia de lo que hemos sido y somos”, comentó, y describió algunos de los aportes que esta religión ha hecho a la sociedad en los ámbitos de la educación, la asistencia a los débiles, la promoción del arte o a construcción de la justicia y la paz.
Al mismo tiempo, el cardenal destacó que los católicos “existen para evangelizar”, no como dueños de la verdad sino como servidores de ella.
“Ofrecemos a todos los que quieran el anuncio salvador. No somos un club de perfectos con acceso restringido, sino un pueblo en marcha con sus virtudes y defectos”, comentó.
Sus palabras se enmarcaron en un acto celebrado en la plaza, donde el atrio estaba ubicado en la escalinata de la catedral. En los primeros asientos estaban los obispos y sacerdotes que concelebraban, así como las autoridades nacionales, religiosas y representantes diplomáticos.
En la plaza estaba el público variado: algunas monjas con sus hábitos, pero sobre todo muchos fieles laicos, familias, jóvenes.
Antes de que el cardenal hablara lo habían hecho tres personas: el nuncio apostólico George Panikulam, el exembajador ante el Vaticano Mario Cayota y el joven Felipe Paullier.
El primero, representante diplomático de la Santa Sede en Uruguay, habló sobre la misión del cardenal y le deseó fidelidad en su servicio a Dios. El segundo se refirió al aprecio del pueblo hacia Sturla e hizo menciones históricas, y el tercero le hizo algunos pedidos al que fuera el director del liceo Juan XXIII cuando él era alumno.“¡Hacé lío, Daniel!”, solicitó Paullier, reiterando la llamada del papa Francisco a los que se habían reunido en Río de Janeiro en 2013. A cambio de tantos reclamos, el joven prometió oraciones para el nuevo purpurado.Intervinieron en la ceremonia de bienvenida la Orquesta Sinfónica Juvenil y el coro De Profundis.
Una vez que el acto terminó, el cardenal saludó a las autoridades presentes, entre las que se encontraban la primera dama María Auxiliadora Delgado de Vázquez y la intendenta de Montevideo Ana Olivera, junto a varios políticos. Había también representantes de la comunidad judía y líderes religiosos musulmanes. La Mae Susana Andrade saludó al cardenal justo antes que unas monjas.
Luego comenzó la Misa en la misma iglesia a cielo abierto. Concelebraron todos los obispos, obispos auxiliares y eméritos, así como varios sacerdotes. El pueblo siguió atento hasta el final, cuando ya era de noche.
“Este rojo púrpura de cardenal hace referencia al color de la sangre, signo de la vida que muchos entregan hoy por Cristo o por fidelidad a su conciencia y que, en el trabajo de cada día, espero también yo entregarla para servir con alegría al Señor en su Iglesia”, dijo el cardenal en su discurso, en el que agradeció el “regalo para el Uruguay” que significa su designación como purpurado.
En sus palabras el arzobispo de Montevideo habló sobre la Iglesia del país, que no es poderosa sino más bien pobre y austera pero muy libre.
“Como Iglesia Católica, no soñamos con antiguas preferencias ni tenemos pretensiones de hegemonía, pero sí tenemos clara conciencia de lo que hemos sido y somos”, comentó, y describió algunos de los aportes que esta religión ha hecho a la sociedad en los ámbitos de la educación, la asistencia a los débiles, la promoción del arte o a construcción de la justicia y la paz.
Al mismo tiempo, el cardenal destacó que los católicos “existen para evangelizar”, no como dueños de la verdad sino como servidores de ella.
“Ofrecemos a todos los que quieran el anuncio salvador. No somos un club de perfectos con acceso restringido, sino un pueblo en marcha con sus virtudes y defectos”, comentó.
Sus palabras se enmarcaron en un acto celebrado en la plaza, donde el atrio estaba ubicado en la escalinata de la catedral. En los primeros asientos estaban los obispos y sacerdotes que concelebraban, así como las autoridades nacionales, religiosas y representantes diplomáticos.
En la plaza estaba el público variado: algunas monjas con sus hábitos, pero sobre todo muchos fieles laicos, familias, jóvenes.
Antes de que el cardenal hablara lo habían hecho tres personas: el nuncio apostólico George Panikulam, el exembajador ante el Vaticano Mario Cayota y el joven Felipe Paullier.
El primero, representante diplomático de la Santa Sede en Uruguay, habló sobre la misión del cardenal y le deseó fidelidad en su servicio a Dios. El segundo se refirió al aprecio del pueblo hacia Sturla e hizo menciones históricas, y el tercero le hizo algunos pedidos al que fuera el director del liceo Juan XXIII cuando él era alumno.“¡Hacé lío, Daniel!”, solicitó Paullier, reiterando la llamada del papa Francisco a los que se habían reunido en Río de Janeiro en 2013. A cambio de tantos reclamos, el joven prometió oraciones para el nuevo purpurado.Intervinieron en la ceremonia de bienvenida la Orquesta Sinfónica Juvenil y el coro De Profundis.
Una vez que el acto terminó, el cardenal saludó a las autoridades presentes, entre las que se encontraban la primera dama María Auxiliadora Delgado de Vázquez y la intendenta de Montevideo Ana Olivera, junto a varios políticos. Había también representantes de la comunidad judía y líderes religiosos musulmanes. La Mae Susana Andrade saludó al cardenal justo antes que unas monjas.
Luego comenzó la Misa en la misma iglesia a cielo abierto. Concelebraron todos los obispos, obispos auxiliares y eméritos, así como varios sacerdotes. El pueblo siguió atento hasta el final, cuando ya era de noche.
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