La Reforma de la Reforma, en el "silencio de Nazaret"
por Marcelo González
Estoy convencido de que la promoción y la revitalización del sentido genuino de la liturgia no puede ser fruto de un cierto voluntarismo o de sólo una serie de medidas administrativas, disciplinares y pastorales, que por lo demás también habrán de tenerse en cuenta, sin duda; no se trata, sin más, de nuevos cambios o de introducción o supresión de signos, de formas o de usos, sino que, ante todo y sobre todo, se trata de impulsar una gran obra educativa interior, una «iniciación» cristiana, que lleve a descubrir y vivir la verdad de la liturgia, del culto divino católico auténtico de la Iglesia. (...)
Y esto requiere una inmensa tarea de formación y una labor tendente a poder ofrecer a todos, en el acontecer mismo de la celebración, vivir la verdad y la belleza, el Misterio infinito de amor que en ella se hace presente. Es en lo que está trabajando, como en una especie de «silencio de Nazaret», la Congregación para el Culto: éste es, creo, su servicio a la Iglesia, el que debe empeñar y llenar todas sus energías.
Me decía un amigo: quedé impresionado por la expresión del Card. Cañizares, cuyo es el texto citado arriba, cuando habla del trabajo que se realiza en el Dicasterio de Culto: “como en una especie de “silencio de Nazaret”. Es la famosa “reforma de la reforma”, o un emprolijamiento profundo del Novus Ordo, la misa posvaticano segundo.
Sin duda ésta es una feliz expresión del cardenal español para designar el modo en que deben hacerse las cosas en Roma, particularmente aquellas que tiendan a la restauración de la tradición católica, tan vapuleada en las últimas décadas.
Es que según aquel antiguo adagio tan frecuentemente citado: Lex orandi, lex credendi, (la ley de la oración –define, determina, conlleva- la ley de la fe; o más fácil: lo que rezamos, eso es lo que creemos) digo pues, que según este criterio de acción, para restaurar los puntos doctrinales y los hábitos de piedad más maltratados por las tendencias progresistas dentro de la Iglesia, hay que comenzar por restaurar el culto.
Y cada medida que se va a tomar en tal sentido ha de hacerse en un hermetismo absoluto, porque si se filtra anticipadamente, las fuerzas contrarias tomarán sus contramedidas para impedir o al menos crear un gran desgaste el Papa, de modo que sus fuerzas queden menguadas para seguir adelante con su tarea.
Es cierto que se ha trabajado en una tarea de depuración de la Curia Romana (cuyos últimos retoques serían en la Congregación de los Obispos, la salida de Re y la llegada casi segura del Card. Australiano Pell, y luego el recambio de Kasper -Unidad de los Cristianos- por un reemplazante aún desconocido).
Pero estos datos, en la medida que son difundidos extemporáneamente por vaticanistas y por nucleos de presión, contribuyen a achicar el margen de maniobra del Papa. Por eso ha impuesto a sus más estrechos colaboradores un silencio absoluto, y las filtraciones parecen más bien voluntarias que producto de la indiscresión.
Una filtración reciente ha sido la siguiente: para el Jueves Santo, el Papa dará una gran sorpresa a los sectores tradicionales de la Iglesia. ¿Qué será?
La primera cosa que viene a la mente es la celebración de la misa In Coena Domini según el rito tridentino en San Pedro Vaticano y con el papa como oficiante principal, según corresponde.
En debates de café los expertos coinciden en que sería “demasiado” y a la vez muy poco... A ver si nos entendemos: demasiado gasto (imaginen los aullidos de los progresistas, los episcopados del Rhin, la revista Golias...) pero tal vez sin un efecto resolutivo más allá de la ejemplaridad formidable del gesto.
Sobre la promulgación de un documento, algo con escasos antecedentes para esa fecha, aunque algunos hay, podríamos pensar qué tendría mayor efectividad. En plan de conjetura ¿sobre qué materia podría versar ese documento?
Los expertos de café coinciden en que debería ser un documento eucarístico, por la fecha. No una encíclica, tal vez una disposición bajo forma de Motu Proprio (ya lo escribimos con mayúscula y la sola mención de este tipo de documento hace temblar a muchos). Sí, un Motu Proprio prohibiendo la comunión en la mano en toda la Iglesia universal.
-Oiga, dirá algún experto. De derecho la comunión en la mano está prohibida. Meramente indultada. Y como se sabe, un indulto es una excepción a la ley universal. Ud, querrá decir más bien, derogando el indulto de Paulo VI y todas las resoluciones de las conferencias episcopales, frecuentemente contrabandeadas en comunidades eclesiales que ni la pedían ni la querían...
Sí, claro. Pero si bien de derecho sí está pohibida, de hecho no. En casi todas partes se ha impuesto, con toda la connotación de la palabra “imponer”. Yo solo conozco dos excepciones aunque habrá más, a saber, el Santo Padre y la Diócesis de San Luis en la Argentina donde Mons. Laise, de feliz desempeño, nunca aceptó la resolución ilegal de la Conferencia de Obispos de la Argentina en esta materia. Perdón, tres: el Cardenal Cipriani en Lima, Perú.
Es decir, lo que se va trabajando “en el silencio de Nazaret” es más que un conjunto de medidas, pero también incluye un conjunto de medidas disciplinares, porque hacen a la educación de fieles y sacerdotes y a la formación litúrgica. Y hoy por hoy, la más urgente para evitar los abusos litúrgicos parece ser la prohibición clara, categórica y sin excepciones de esta práctica tan antitradicional como peligrosísima.
No seré yo quien les informe sobre las horrendas consecuencias de la comunión en la mano, pero para muestra basta un botón y por lo tanto los invito a ver el video que ha servido para poner nuevamente en relieve el escaso o nulo provecho de esta costumbre impuesta a los fieles, y los terribles peligros que entraña.
Haríamos bien en rezar y sacrificarnos para que el Papa derogue todos los indultos. Nos queda la Cuaresma entera.