Francisco cerró la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, la primera que se abrió y la última que quedaba abierta. Un símbolo, también, de la centralidad romana de la Iglesia, y de que es el Papa de Roma y solo él quien puede administrar el tesoro de las indulgencias, quintaesencia de la comunión de los santos. Ha sido un año intenso e irrepetible, plagado de signos y símbolos que acercan a los hombres el rostro misericordioso del Padre, dispuesto siempre a perdonar al corazón contrito.
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