La población armenia cristiana huye (unos voluntariamente, otros obligados por las autoridades) de Nagorno-Karabaj, tras el éxito del ataque de Azerbaiyán del 19 de septiembre, que ha provocado el final de la independencia del enclave y la autodisolución de la república de Artsaj. Una tragedia humana y cultural en beneficio de Turquía -autora del genocidio armenio en 1915-, que ha contado con la pasividad cómplice de la Unión Europea.