Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La causa del hundimiento demográfico no es económica, es cultural

Abismo de la natalidad: la «estupidez» de comparar a los niños con las cosas y los estilos de vida

Recién nacido.
Cada niño que nace es una riqueza incomparable, pero la cultura contemporánea lo degrada poniéndolo a competir con minúsculos intereses personales o formas artificiales de vida. Foto (contextual): Marcin Jozwiak / Unsplash.

ReL

El hundimiento de la natalidad en Occidente es abismal y sus consecuencias cataclísimas, pero en particular en los países que baten récords negativos, como España o, con problemática similar, la Italia a la que se refiere Caterina Giojelli en un interesante alegato publicado por Tempi.

Descenso de la natalidad: sin la familia, impera la estupidez de comparar a los niños con las cosas y los estilos de vida

Descenso de la natalidad: o nos hemos rendido o no nos explicamos la indiferencia colectiva -cuando no la reacción histérica de las amazonas "sin hijos"- ante la desaparición de los niños en Italia. En 2020 había 5,1 ancianos por cada niño. Y dábamos la alarma de la "extinción masiva" debido al cambio climático. En 2021, nos quedamos por debajo del umbral de los 400.000. Y hablábamos de la maternidad "heredada del patriarcado". En 2050 tendremos 5 millones de italianos menos, perderemos 2 millones de jóvenes y poco más de uno de cada dos italianos estará en edad de trabajar y tendrá que hacerse cargo de todos los menores de 20 años y los mayores de 66. Y nosotros, discutiendo sobre el aborto, el fin de la vida, la superpoblación.

El descenso de natalidad, la alarma más frustrada

El descenso de natalidad es la alarma más escuchada y más frustrada en Italia: no faltan las metáforas (la última circuló con motivo de los Estados Generales sobre la natalidad [iniciativa social para fomentar la natalidad] a mediados de mayo: "En 2050 desaparecerá una región del tamaño del Véneto"); no faltan los llamamientos a invertir la tendencia, actualizados puntualmente por el presidente del ISTAT [Instituto Nacional de Estadística], Gian Carlo Blangiardo; no falta la lista de desastres a los que nos dirigimos, denunciada por el demógrafo Alessandro Rosina; no falta un Papa que no tiene pelos en la lengua ("Italia, Europa y Occidente están empobreciendo su futuro" y "Esta es una nueva pobreza que me asusta. Es la pobreza generadora de los que descartan el deseo de felicidad que tienen en su corazón, de los que se resignan a diluir sus mayores aspiraciones, de los que se conforman con poco y dejan de esperar algo grande").

No faltan los llamamientos del presidente de la República o de un ministro de Educación preocupado porque dentro de veinte años "ya no podrá formar la primaria", médicos como los de la Sociedad Italiana de Reproducción Humana que denuncian el riesgo de "extinción si no se actúa ahora. Es fundamental promover la cultura de la fertilidad y la reproducción entre los jóvenes".

Nacimientos en Italia: 1946-2018.

Nacimientos en Italia: 1946-2018.

Tampoco a Elon Musk se le escapó una infografía del ISTAT que le presentó un analista de datos en Twitter y que muestra la caída en picado de la natalidad, que ha descendido desde la postguerra hasta 2021 por debajo de los 400.000 nacidos. "Italia dejará de tener población si estas tendencias continúan", es el comentario, que se ha hecho viral, del jefe de Tesla.

Mujeres estresadas, jóvenes con miedo a procrear

¿Es esto una tragedia? Se lo pregunta, por último, el Sole 24 Ore, señalando el "discurso paradójico" de "luchar para que las mujeres trabajen a tiempo completo, sean económicamente independientes, se eduquen, cultiven sus aficiones y se mantengan en forma" y, al mismo tiempo, pedirles "que sean resilientes. Pero ¿también queremos que estén verdaderamente serenas?". Según el Sole, la "resiliencia" se traduce en "una presión para (puesto que puedes, tienes que intentarlo) ser capaz de hacer todo lo mejor que se pueda, y ser feliz por esta increíble capacidad que la naturaleza te ha otorgado genéticamente (falso, por cierto). Solo que entonces, si algo se escapa -y con los niños y los jóvenes es fisiológico que algo se escape-, aparece el sentimiento de culpa, personal y social". Estamos hablando de natalidad.

Por supuesto, no estamos en los Estados Unidos woke, donde el sueño de un mundo postpaternidad preconizado por la escritora Sophie Lewis [defensora de "abolir la familia"] en su libro Subrogación total ya. El feminismo contrra la familia (donde define la familia como una microfábrica de deudores que apesta y el embarazo como algo contra lo que hay luchar), parece haber encontrado un extraño humus en los millennials, con el sueño ya no de una familia sino de una especie de comuna sin llantos de niños, conflictos ni emisiones.

Viejas dificultades, nuevas "sin hijos"

Si bien es cierto que al otro lado del océano la batalla de las mujeres se ha trasladado a los jóvenes, que piden en masa la extirpación de las trompas y la vasectomía por considerar "moralmente incorrecto" tener hijos que contaminarán y sufrirán el racismo, aquí en Italia el foco está en la falta de "madres potenciales". Una escasez en parte atribuible al declive demográfico iniciado entre el 76 y el 95, en parte a las dificultades "habituales" de las madres para conciliar la vida laboral y familiar y para encontrar guarderías, a las escasas ayudas económicas a quienes dan a luz.

Mujer con varios niños.

En parte también a las nuevas sufragistas del derecho a rebelarse contra el estereotipo de la "mujer reproductora" que renuncia a su propia identidad individual para identificarse exclusivamente con el papel materno, un papel que "no es para todas" y que ningún niño debe "sufrir".

Rendirse al destino del descenso de natalidad y convertirse en el líder mundial de la "economía plateada [silver economy, orientada a las necesidades de las sociedades envejecidas]" como panacea para los males que afectarán a todos los sectores económicos (desde el problema de la deuda pública hasta el mantenimiento de las infraestructuras) parece la única alternativa a una lucha contra los molinos de viento para revertir la natalidad, centrándose en animar a las mujeres a procrear mediante ayudas familiares, permisos de paternidad, políticas de conciliación, servicios.

Son terapias muy útiles, ¡faltaría más! Sin embargo, en el hiperindividualismo en el que nos hemos sumido (incapaces de reconocer un imperativo que no sean la autosuficiencia y la autodeterminación; o de ver, en un niño que nace, una persona que aparece y que supera nuestros planes, en vez de una partida de gastos y presupuestos que hay que equilibrar), estas terapias "parcelan" el problema.

Que no es solo "la mujer", "los costes", "el dinero", "el trabajo". Hay un gran ausente en la narrativa sobre la falta de natalidad, un ausente convertido en palabra malsonante o que inspira un sopor colectivo en una sociedad que ha aprobado que la unión entre un hombre y una mujer se convierta en una obsesionada con llegar a fin de mes, y el nacimiento en una fabricación tecnocientífica: un ausente llamado familia. El único lugar anterior al Estado, la ley, el mercado y la cultura, el lugar del señorío de la genealogía.

¿Otro niño? La respuesta de Hadjadj es la familia

La única respuesta real que explica el descenso de la natalidad es la que da Fabrice Hadjadj, padre de nueve hijos, todos de la misma esposa, en un libro de 128 páginas (se puede encontrar aquí la extensa reseña de Rodolfo Casadei en el número de mayo de Tempi), titulado ¿Otro hijo? A los que le echa en cara que "vivimos en un mundo difícil, y lo único que hacéis vosotros es traer niños al mundo", el filósofo recuerda que es el consumismo, y no la natalidad, lo que está en la raíz de la decadencia contemporánea: los que tienen una familia numerosa (como también ha señalado muchas veces Gigi De Palo, presidente de la Fundación para la Natalidad y del Forum Nacional de Asociaciones Familiares) viven de las relaciones y conocen la frugalidad; los que no la tienen viven de las cosas y deben multiplicar sus compras (incluso a costa del equilibrio medioambiental).

Renunciar a un ser, a una nueva mirada que puede cambiar el mundo, como si fuera una cosa o una forma de vida, no es un bien, un derecho, el corazón de un debate, la cancelación de un vuelo de avión, es una total estupidez. Porque "el milagro que salva al mundo, el ámbito de los asuntos humanos, de su ruina normal y 'natural' es, en definitiva, el hecho del nacimiento, en el que la facultad de actuar está ontológicamente arraigada. En otras palabras, es el nacimiento de hombres nuevos y el nuevo comienzo, la acción de la que son capaces en virtud de haber nacido. Solo la experiencia plena de esta facultad puede dar a las cosas humanas fe y esperanza, las dos características esenciales de la experiencia humana [...]. Esta esperanza y esta fe en el mundo han encontrado quizás su expresión más gloriosa y escueta en la pequeña frase de los Evangelios que anuncia su 'buena nueva': 'Nos ha nacido un niño'".

"Nos..." Oponer el "bien al ser", el amor al hijo, que solo querríamos que naciera si tuviéramos la certeza de que será feliz, si estamos a la altura, si somos dignos, si tenemos dinero, tiempo, voluntad, lleva no solo a negar el ser al niño, sino a deslegitimar nuestra propia vida y la de nuestros padres, porque ninguno de nosotros fue traído al mundo con la certeza de que sería feliz, y ni siquiera en determinadas condiciones y con las debidas capacidades. Si lo lógico se impone a lo genealógico, la fuente de la vida se seca: es la tesis de Hadjadj... y no hay mejor respuesta para los los fans del descenso de la natalidad de todo tipo y ralea.

Si el amor fuera suficiente, si la familia no fuera el eje del problema del descenso de la natalidad, de la falta de madres y de padres, y no solo de niños, los orfanatos bastarían para criar a los niños.

Traducido por Verbum Caro.

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