Jueves, 21 de noviembre de 2024

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5 cosas que puedes hacer por tu cónyuge sin fe: una ayuda para el matrimonio y su posible conversión

5 cosas que puedes hacer por tu cónyuge sin fe: una ayuda para el matrimonio y su posible conversión
El cónyuge cristiano intenta acercar a su amor terreno y su su Amor divino... ha de hacerlo con paciencia y oración, los ritmos los marca Dios -Foto Yoann Boyer

ReL

Los matrimonios se enfrentan a desafíos diarios durante toda su vida: discusiones, reconciliaciones, enfrentarse a una hipoteca, educar a los hijos, elegir su educación, conciliar los trabajos con la vida familiar o simplemente cuadrar las cuentas mensuales. No siempre en el matrimonio se está de acuerdo en todos estos temas, pero de la entrega de cada uno depende que al final no sean puntos que acaben separando.

Pero a la vez se dan casos en los que en un matrimonio la fe no es compartida. ¿Qué hay que hacer cuando uno de los cónyuges es creyente y otro no? Que el aspecto más importante para uno no sea compartido por la persona con la que pasará el resto de su vida es un aspecto a cuidar y a trabajar para que el matrimonio no se resienta.

Susan Ciancio ofrece en Human Life Internacional cinco sugerencias para ayudar al cónyuge no creyente, y por tanto al matrimonio:

1. Las acciones hablan más que las palabras

Abre un diálogo con tu cónyuge, pero habla de una manera amorosa, nunca acusando o menospreciando. Hay que irradiar la alegría de Cristo. Deja que él o ella vean el amor que tienes por tu fe y por Cristo. Comparte los pensamientos que tengas, tal como lo harías con lo que opinas sobre un libro interesante o una película que hayas visto, pero sin presionar.

Sobre todo, es importante que el cónyuge sea testigo de cómo vives la fe en la forma en la que tratas a los demás, al leer la Biblia, rezar el rosario, rezar antes de las comidas, asistir a misa haciendo todas estas cosas con un corazón feliz. La alegría que transmitas puede ser contagiosa.

Un matrimonio joven feliz, bailan sonrientes tomados de la mano

2. Recuerda a tu cónyuge que él o ella es la persona número uno en tu vida

Hazle saber que, aunque no comparta la fe contigo, el vínculo que tienes en el matrimonio no se romperá y que tu matrimonio es sagrado para ti. Apóyale en las cosas que le gustan. Ten en cuenta que un cónyuge no creyente puede sentirse excluido o incluso resentido o celoso por el tiempo que pasas haciendo cosas relacionadas con tu vida de fe.

Habla abiertamente y con honestidad y explica que, si bien esta es una parte integral de tu vida, comprendes que para él o ella no sea así. Pero nunca hagas que tu cónyuge no creyente se sienta mal por su falta de fe. Hacerle daño a alguien para que crea en Dios no funcionará y solo causará más resentimiento. Amalo incondicionalmente, así como Cristo nos ama.

3. Permite que el Espíritu Santo haga su obra

Es difícil vivir viendo cómo pasan los años sin que parezca que se esté produciendo cambio alguno. Recuerda que Dios trabaja de muchas formas y a través de muchas personas diferentes. Probablemente está trabajando a través de ti en este momento.

Una mujer en oración, con las manos unidas, en la iglesia

4. Lee sobre Santa Mónica y pide su intercesión

Santa Mónica entiende por lo que estás pasando porque ella pasó por lo mismo. Mónica se casó con un pagano y oró diariamente por su conversión. También fue la madre de San Agustín, quien llevó una vida alejada hasta su conversión. Mónica puso su fe en Dios y rezó continuamente por los dos.

5. Reza cada día, reza sin cesar

La oración ofrece paz, una paz que solo puede venir de un Cristo que sabemos que está de nuestro lado, no al margen de nuestros sufrimientos. Sin embargo, debes darte cuenta de que los tiempos de Dios y los nuestros a menudo no coinciden. Puede parecer que Dios no está escuchando. Incluso puedes comenzar a pensar que la oración no tiene sentido porque no estás viendo los resultados que deseas. Eso es comprensible.

Pero ten por seguro que están trabajando. Dios te escucha. Él conoce tu dolor, y Él conoce tu amor. En esos momentos, redobla tus esfuerzos. Dile a Dios que estás frustrado pero que confías en Él. Luego haz una oración de agradecimiento o una oración pidiendo fortaleza. El Padre Pío dijo una vez: “Reza, espera, y no te preocupes”.

(Artículo publicado originariamente en ReL en junio de 2019)

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