Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Algunos de ellos denuncian incluso que se les dan «falsas esperanzas»

Los especialistas lo admiten: con más de 40 años es difícil concebir in vitro con óvulos congelados

Jenny Hewett con su madre: un caso que saltó a los medios en Australia y refleja la frustración de muchas mujeres que congelan sus óvulos.
Jenny Hewett con su madre: un caso que saltó a los medios en Australia y refleja la frustración de muchas mujeres que congelan sus óvulos.

ReL

En el negocio de la fecundación in vitro, a veces se hace creer a las mujeres que pueden aplazar sine die la maternidad sin más que congelar sus óvulos, con la idea de manejar a capricho la propia vida e incluir en el "programa" el hijo deseado, convertido en objeto en propiedad, cuando y como se quiera. Algunos de estos especialistas son quienes denuncian esas "falsas esperanzas", como recoge Benedetta Frigerio en La Nuova Bussola Quotidiana:

Además de ser moralmente devastadora -y aunque sus probabilidades de éxito fueran del 100%-, la congelación de óvulos para la fecundación artificial es, de hecho, un verdadero fracaso. Lo dicen los propios líderes del negocio de las clínicas de fecundación de Gran Bretaña, que sugieren implícitamente que todo lo que se opone a la naturaleza, además de ser éticamente perjudicial para todo el género humano, lo es también desde el punto de vista biológico; recordando, por consiguiente, que ambas cosas van a la par.
 
Gillian Lockwood, médico y directora de Midland Fertility Services, ha declarado al Daily Mail: "Estoy decepcionado por mis colegas que congelan óvulos débiles de mujeres de cuarenta años, a quienes dan una sensación de seguridad totalmente falsa sobre el hecho de que tendrán una posibilidad real de concebir su propio hijo". "Their own baby", ha dicho la doctora al culpar a sus colegas, donde "own" indica una propiedad y una posesión, como ya nos tiene acostumbrados la fecundación a pensar en los hijos. En cualquier caso, prosigue Lockwood, sigue siendo un dato no discutido que "el índice de éxito en la congelación de óvulos de mujeres de más de cuarenta años es del 5%". 
 
También Adam Balen, director de la British Fertility Society, ha declarado que todo esto "significa ofrecer a las mujeres que han superados los cuarenta años una falsa esperanza". Pero el problema no concierne sólo a las mujeres que superan los 40 años, dado que desde 2001, sobre 3700 inglesas que han recurrido a la congelación para la fecundación, sólo 60 han dado a luz (aproximadamente el 1,6%). No es casualidad que uno de los pioneros de la FIV, Lord Winston, hablase el año pasado de un procedimiento muy sobrevalorado. Será que ante las ingentes ganancias los colegas de Lockwood no consiguen resistirse, pues según las últimas estimaciones de Technavio el mercado mundial de la fecundación in vitro crece a una tasa anual del 9% (con una estimación de veintiún mil millones de dólares en 2020), lo que implica que también la práctica del "egg freezing" podría convertirse en millonaria. 
 
El caso de Jenny Hewett
De hecho, para conocer los costes de un ciclo basta leer la desgarradora historia (obviamente, presentada como un símbolo de altruismo) de Jenny Hewett, contada por su madre el pasado mes de diciembre en el portal australiano News.com.au. Hewett, soltera de treinta y tres años, congeló sus óvulos animada y financiada por su madre, que se gastó 30.000 dólares; al final, después de un procedimiento largo y doloroso, sólo se consiguieron dos ovocitos. "Al principio -explica la madre- esperábamos obtener un grupo de óvulos que pudieran ser congelados…, pero cuanto más pasaba el tiempo más claro teníamos que no sería así". Después la madre describe el cambio de su hija, que pasó de ser "sana, luminosa y positiva a no conseguir levantarse del sofá… Había distintos sentimientos unidos, dolor de cabeza y desconsuelo… y, al final, dolor. Pero creía que tú debías ser madre y lo intenté y estuve cerca de ti". Al final aclara el trauma de la congelación: "No es un procedimiento al que te sometes así 'vale, ahora va todo bien'; no, es algo que permanecerá dentro de ti para siempre".
 
Y, sin embargo, el sueño de tenerlo todo, también un hijo sin marido, pensando primero en la carrera y luego en fabricar el objeto que falta, está alimentado por la quimera tecnológica que consigue hacer concebir ilusiones gracias a su poder tranquilizador. De hecho, concluye la mujer, "las probabilidades de tener un hijo con óvulos congelados no son muy elevadas, pero la tecnología evoluciona continuamente. Y saber que los óvulos están allí significa que tú puedes proceder con tu vida y no tener continuamente este miedo en tu cabeza: que el tiempo está pasando y tus oportunidades desaparecen".
 
Por consiguiente, el problema no es sólo de los expertos y del mercado de la probeta, sino de todos los que prefieren endeudarse y someterse a humillaciones físicas y mentales con el fin de autoconvencerse -a pesar de la constatación evidente de que la tecnología no lo puede todo-, de que son los amos de la naturaleza y, sobre todo, de su propia vida. Para, al final, volver la vista atrás y descubrir que no era verdad, que una pizca de temor por el tiempo que pasa era una advertencia amiga, pero que ya es demasiado tarde. Y que un hijo, por muy instrumentalmente que hubiera sido concebido, en el fondo no es un objeto que se puede comprar como y cuando se quiera
 
Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).

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