Hay claramente tres etapas consecutivas y que no se deben saltar: enamoramiento, romanticismo y amor
Una pregunta fundamental para todos los novios: «¿Cómo sé si lo que siento es verdadero amor?»
Esta pregunta es básica para cualquier novio o novia que aspire a ser feliz. Está enraizada en lo más íntimo y profundo de la persona humana. Dora Tobar, doctora en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana, investigadora en temas de pastoral y vida de familia, y en la actualidad directora de la Oficina de vida Familiar y Ministerio Hispano de la Diócesis de Lafayette, en Indiana, Estados Unidos, la responde en un artículo publicado en la web de la Conferencia Episcopal de este país dedicada a la familia y al matrimonio. Hay tres etapas en el amor: el enamoramiento, la etapa romántica y la que verdaderamente responde al amor.
Dora advierte que “es muy fácil confundir el amor con los sentimientos”. El que se enamora siente agrado y fascinación por la otra persona. Es una etapa maravillosa y necesaria, nos hace sentir personas y despierta en nosotros sensaciones inesperadas, pero eso no es amor. En este sentido, “varias ciencias modernas como la psicología y hasta la bio-química han salido hoy al paso de los enamorados para ayudarles a clarificar sus sentimientos”, explica. “El amor a primera vista no existe”, como tal, por lo que es importante identificar en qué etapa de la relación está una pareja para orientar su relación hacia la conquista del amor verdadero.
El enamoramiento es la primera etapa de un camino. Pero hay que seguir avanzando.
La etapa rosa
La primera etapa es el enamoramiento. Es una etapa rosa donde sobreabunda la atracción y la fascinación, y “estas sensaciones son tan fuertes y placenteras que muchas parejas creen que este es el amor”. Detrás de todo ello hay algo también creado por Dios, y necesario para la vida de la persona: las feromonas que, “además de alterar nuestros sentidos y hacernos sentir gran goce y pasión ante el más mínimo contacto con la otra persona, nos hace creer que con nadie podríamos ser tan felices”. Y por ello los enamorados “no ven los defectos de su pareja e incluso dudan que pueda tenerlos. Todo parece perfecto”.
Sin embargo hay que estar muy atentos: “El enamoramiento es una fase donde prima el placer, pero donde se carece de realismo pues no sabemos aún cómo es realmente la otra persona”. La otra mala noticia es que el efecto de las feromonas dura máximo 3 años, por lo que si la pareja no se ha tomado en serio su relación y no han avanzado en el conocimiento mutuo la pareja está encaminada al fracaso.
La situación puede agravarse si la pareja tiene relaciones sexuales durante esta etapa: el efecto cegador de las feromonas se duplicará creando una sensación ficticia de intimidad. En definitiva: “El enamoramiento no es la etapa para la entrega que supone la vida sexual y matrimonial”.
La etapa romántica es una etapa para conocerse más y mejor.
Avanzando en la madurez
La etapa romántica, a pesar del nombre, ya supone un paso en la madurez, pues implica un mayor conocimiento mutuo “al ir entrando en el mundo de la otra persona, de sus gustos, de sus ideas, de sus características, de sus habilidades, etc., empiezan a aparecer las cosas que realmente nos atraen de la persona, y no sólo de su cuerpo”.
En este momento se descubren algunos defectos aunque todavía hay mucha fantasía e idealización. Por eso es importante recordar que apenas se está comenzando el conocimiento de la otra persona.
Solo se pude amar lo que se conoce, así que esta etapa también es maravillosa porque nos permite adentrarnos en el conocimiento del otro, pero en conciencia y ‘en frío’, “aún no conozco a la otra persona como para saber si estaría ya dispuesto a entregarle las llaves de mi casa o la clave secreta de mi cuenta bancaria”. Hay que pasar esta etapa, pero “aún no estamos listos para una entrega total como la que supone la sexualidad o el matrimonio”.
El amor maduro lleva al matrimonio y, por tanto, a la entrega total de la pareja.
El amor maduro
El amor ya no es el arrebato ciego y apasionado de los enamorados, como tampoco es la idealización rosa de los románticos: “El amor es la unión estrecha, la confianza profunda y el deseo de buscar en todo el bien de la otra persona”. Pero para que esto sea así la pareja debe conocerse en profundidad y, ¡muy importante!, “debe ser feliz con lo que se sabe de ella”.
Si esto es así, entonces nace maduro el impulso confiado de dar todo de sí y de recibir todo lo que el otro es, para formar un “nosotros”. “La confianza y la generosidad son los elementos claves y se relacionan mutuamente, porque confiamos, deseamos entregar generosamente toda nuestra vida”, puesto que sabemos en quien confiamos.
La composición del amor
Dora Tobar apunta que hay cuatro aspectos básicos en el amor: el conocimiento, la aceptación, la confianza y el deseo de entrega, y los explicita de la siguiente manera.
Conocerse significa al menos que:
- Sé de dónde vienes y a dónde vas.
- Sé cómo reaccionas cansado, con rabia, bajo estrés, cuando estás contento.
- Sé gran parte de tus defectos y cualidades.
- Sé tus valores y los comparto.
- Aunque no eres perfecto.
Aceptar al otro:
- Admiro lo que eres.
- Me gusta tu físico y tu manera de ser.
- Entre todas las personas que pueden gustarme, te escojo a ti.
- No espero que cambies para amarte. Aunque no cambies así te quiero.
Confiar en el otro:
- Sé que en ningún momento quieres hacerme daño.
- Puedo confiarte mi salud, mi dinero, mi futuro porque sé que deseas cuidar de mí.
Y el deseo de entrega:
- Verte feliz me satisface.
- Conozco tus aspiraciones y estoy dispuesto a apoyarlas.
- Ofrezco todo de mí para que buscar tu bien tanto material, sexual como emocional.
- Estoy dispuesto a invertir todas mis energías en acompañarte, entenderte y servirte, aunque me implique renuncia y sacrificio.
El amor hay que cuidarlo siempre. Se gana en el día a día.
“No hay amor más grande…”
Esta doctora en Teología es consciente que sus palabras se han movido en un plano totalmente horizontal, puesto que el amor de una pareja es algo inserto en el corazón de todo hombre. Sin embargo, apunta que para el creyente “es claro que no hay mejor definición de amor que la que Jesús nos dio: ‘No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Es decir: el amor ya no es sólo un sentimiento, sino que es “la permanente acción de auto-donación o entrega por el bien del otro”.
Con todo el proceso del amor no concluye el día de la boda: “El amor debe ser alimentado permanentemente: la felicidad no está garantizada”. Cada cónyuge debe seguir cuidando su entrega, su confianza, el mutuo conocimiento y la aceptación del otro.
Este es un artículo de hemeroteca publicado originalmente en ReL en febrero de 2022.