Siete obispos padecen una dura campaña desde hace dos meses
Una mujer narra su lacerante aborto para apoyar a los obispos franceses más atacados por ser provida
El pasado 12 de enero, Marc Aillet, obispo de Bayona y uno de los más activos y militantes protagonistas del resurgir de la Iglesia francesa, publicó un tuit que desató una brutal campaña contra él por parte de los partidos políticos y los medios de comunicación pro abortistas.
Éste fue el tuit: "El estado pretende proteger a los ciudadanos contra Daesh y se embarca en una campaña a favor del aborto, condenando a la violencia a los inocentes. ¡Inaceptable!".
Se le acusó de estigmatizar a las mujeres que abortan comparándolas con los terroristas del Estado Islámico, pero monseñor Aillet siempre ha dejado claro que no era esa la cuestión: "Sé, por mi experiencia pastoral, que ellas [las madres] son casi siempre objeto de una presión a menudo insoportable que no les deja alternativa ante un embarazo no deseado y vivido como una amenaza", dijo en su carta a los fieles diocesanos del 9 de marzo, donde en cualquier caso pedía "perdón a quienes hayan podido sentirse ofendidos" por sus palabras.
Pero sin dar marcha atrás en los principios: "El aborto es una auténtica violencia, tanto más injusta cuanto que está autorizada por la ley. No olvidaba [al escribir ese tuit], como ya he explicado, las consecuencias desastrosas, tanto fisiológicas y psicológicas como espirituales, para las mujeres que han abortado, con frecuencia condenadas a soportar totalmente solas una responsabilidad que en buena medida no es sólo de ellas. Es tambien una violencia que casi siempre sufren. Mi ministerio como sacerdote me ha enfrentado a menudo a estas situaciones destructivas post-aborto, y me ha enseñado hasta qué punto la Misericordia del Señor es la única y última forma de sanación".
Siete obispos unidos en una denuncia
En apoyo de esta afirmación, monseñor Aillet ha dado a conocer una carta recibida recientemente, escrita por una mujer que cometió un aborto hace años con absoluta conciencia y determinación y cuenta su evolución espiritual posterior.
Fue enviada a su despacho pero dirigida también a otros obispos muy militantes por la vida, y por eso muy atacados en los medios de comunicación pro-abortistas, que le habían respaldado a raíz de la campaña emprendida en su contra, que dura ya dos meses.
Los destinatarios de la misiva son (entre paréntesis, año de nombramiento y edad):
-Jean-Pierre Cattenoz, arzobispo de Avignon (2002, 70);
-David Macaire, arzobispo de Fort-de-France (2015, 46);
-Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon (2000, 63);
-Marc Aillet, obispo de Bayona (2008, 58);
-Bernard Joseph Ginoux, obispo de Montauban (2007, 68);
-Nicolas Brouwet, obispo de Tarbes-Lourdes (2012, 53);
-Jacques Marie de Germay, obispo de Ajaccio (2012, 55).
Todos ellos continúan en las diócesis para las que fueron nombrados, que han ido revitalizándose progresivamente y están entre los más jóvenes del episcopado francés, protagonistas del resurgir de la Iglesia francesa, devastada en el periodo postconciliar.
En realidad la firmante de la carta no incluye a monseñor Macaire, pero se trata probablemente de un olvido, pues todos ellos saltaron a la luz pública como grupo el 30 de enero firmando colectivamente una carta pública (algo que La Croix destacaba como "poco frecuente") en claro respaldo a monseñor Aillet, donde afirmaban, entre otras cosas: "Lamentamos que en este debate las protagonistas principales del acto del aborto, las mujeres, sean tan poco escuchadas, en beneficio de la ´lucha por los derechos de las mujeres´. Se oculta la violencia letal vivida por los niños que van a nacer y la violencia física y psicológica vivida por su madre en un acto de aborto. Para la ley, el aborto es un ´derecho´. En los hechos, es sobre todo un drama".
La polémica había nacido a raíz de suprimirse el periodo de reflexión al que obligaba la ley antes de practicarse un aborto, una medida directamente destinada a favorecer el negocio de los abortorios. Se trata de evitar que la madre medite lo que va a hacer y, al contrario, se guíe por su primer impulso, reflejo de la angustia de una situación imprevista o de las presiones a las que pueda verse sometida.
Todos estos puntos están reflejados en la impactante carta de una mujer que abortó y quiso ofrecer su testimonio a esos obispos en apoyo a su posición y por si difundirla pudiese resultar útil a otros obispos y a las mismas madres.
Por su interés la reproducimos a continuación, respetando el estilo escrito y la tipografía empleadas en el texto original.
Carta de C.N. a monseñor Aillet y otros cinco obispos franceses
Señora C. N. (borrado el resto)
A: Monseñor Aillet
Obispo de Bayona
A los monseñores Aillet, Rey, De Germay, Cattenoz y Ginoux
15 de febrero de 2016
Objeto: Testimonio de una mujer que querría ser escuchada.
Queridos padres obispos:
En el debate que está teniendo lugar en torno al "derecho a la vida" y a la "lucha contra el aborto", para hablar claro, querría compartir aquí algunas líneas con la esperanza de ser escuchada.
Nací y me eduqué en una familia activamente católica y yo misma fui militante, pero a la edad de 27 años, habiendo perdido a lo largo de la vida mis referencias familiares y eclesiales, me encontré siendo responsable (que no víctima) de un aborto totalmente consciente, y ésa es la gravedad mortal de muchos casos de aborto. Dios sabe que cada caso es único, y que muchas mujeres son "engañadas" por esto y aquello, pero siempre queda el hecho de que hay una muerte, y eso JAMÁS es una bendición. Todos ellos necesitan la misericordia de nuestro Dios y no pueden esquivar un verdadero arrepentimiento.
En lo que me concierne, a pesar de mis raíces, machacadas por la influencia del 68, enteramente sola, guardándome bien de pedir consejo a mis más cercanos o el consejo de la Iglesia o el consejo del padre de la criatura... yo planteé lo que hoy denomino un NO ESPIRITUAL TOTAL y MORTAL: lo absolutamente contrario al SÍ ESPIRITUAL DE VIDA, con una rabia poco común y con una total satisfacción de alivio.
Esa pequeña vida y mi vida no podían coexistir y yo elegí MI vida sin ningún escrúpulo de conciencia. ¡Uf! EL ALIVIO TOTAL.
Ningún lamento.
En aquel periodo de mi vida yo me había apartado de toda relación con mi Señor, pero tres años más tarde su misericordia infinita vino a buscarme al fondo de mi pozo.
Inmediatamente me confesé, pero con una conciencia del acto muy débil y recibiendo poca luz a través de esa confesión, ahí donde el fruto de la misericordia debía ser viril y claro.
Los problemas psicológicos conocidos que siguen a todo aborto sustituyeron al "alivio" y yo no tenía ninguna luz para avanzar en ese camino de reconstrucción.
¡Y así durante 25 años! ¡25 años de miseria y sufrimientos!
Un día, providencialmente, encontré en una librería el libro Le fruit de tes entrailles [El fruto de tus entrañas], de Nelly Astelli-Hidalgo, que fue para mí el camino de sanación que pude completar por la mediación de la "Madre de Misericordia" el 31 de enero de 1991 en el seno de un acto litúrgico significativo y colmante.
Pude al fin mantenerme más o menos en pie.
Lo que extraigo de esta experiencia es la increíble rapidez con la que se pierde la fe según las influencias recibidas y el redescubrimiento de que el pecado MORTAL existe.
Existe posiblemente en esa elección crucial de sí o no a la vida por nuestra entera libertad y voluntad con sus consecuencias eternas.
Es absolutamente urgente decirlo desde la más tierna edad y recordar la preparación para la muerte, púdicamente denominada "fin de la vida".
Durante 25 años, tras mi conversión, jamás escuché en las homilías la menor alusión al "respeto a la vida", ni jamás encontré folletos a la salida de la iglesia hablándome de tal o cual lugar, y jamás escuché en la catequesis de niños o adolescentes la menor alusión a nuestra misión de AMOR a través de la maternidad y de la paternidad.
En 2016 la situación es la misma, agravada por el contexto actual.
Nos hemos visto inundados por la literatura sobre la sexualidad "desde la edad de 3 años" y para toda edad y condición, a base de unos tópicos morales proporcionales a la libertad de expresión al nivel evocado.
Ése es el campo de evangelización exigente, magnífico y vital que se encuentra ante nosotros.
Es ahí donde la Iglesia, los obispos de cada diócesis, los sacerdotes de cada parroquia tienen un inmenso papel que jugar: HABLAR, INFORMAR ORALMENTE Y POR ESCRITO (folletos), POR INTERNET, CATEQUIZAR por todos los medios para detener esta hemorragia de vidas.
Cuando leí la postura que ustedes adoptaron, valiente e indispensable, en cuanto obispos, salté de alegría y me prometí escribirles para mostrarles un inmenso agradecimiento por su intervención pública.
Si pueden difundir este testimonio total o parcialmente, con mis iniciales, les estaría muy reconocida para honrar la luz que nos viene a través de la primera y la segunda Alianza, la Palabra de Dios.
Actualmente soy "guardia de honor" y adoradora reparadora (nocturna) y les garantizo totalmente mi pobre oración.
Les agradezco infinitamente la atención a este testimonio, y en unión de oración viva,
C. N. (borrado el resto)
Éste fue el tuit: "El estado pretende proteger a los ciudadanos contra Daesh y se embarca en una campaña a favor del aborto, condenando a la violencia a los inocentes. ¡Inaceptable!".
La clara posición del obispoL´Etat prétend protéger les citoyens contre Daech et s´engage dans une campagne pro-IVG condamnant des innocents à la violence : illisible !
— Mgr Marc Aillet (@MgrMAillet) 12 de enero de 2016
Se le acusó de estigmatizar a las mujeres que abortan comparándolas con los terroristas del Estado Islámico, pero monseñor Aillet siempre ha dejado claro que no era esa la cuestión: "Sé, por mi experiencia pastoral, que ellas [las madres] son casi siempre objeto de una presión a menudo insoportable que no les deja alternativa ante un embarazo no deseado y vivido como una amenaza", dijo en su carta a los fieles diocesanos del 9 de marzo, donde en cualquier caso pedía "perdón a quienes hayan podido sentirse ofendidos" por sus palabras.
Pero sin dar marcha atrás en los principios: "El aborto es una auténtica violencia, tanto más injusta cuanto que está autorizada por la ley. No olvidaba [al escribir ese tuit], como ya he explicado, las consecuencias desastrosas, tanto fisiológicas y psicológicas como espirituales, para las mujeres que han abortado, con frecuencia condenadas a soportar totalmente solas una responsabilidad que en buena medida no es sólo de ellas. Es tambien una violencia que casi siempre sufren. Mi ministerio como sacerdote me ha enfrentado a menudo a estas situaciones destructivas post-aborto, y me ha enseñado hasta qué punto la Misericordia del Señor es la única y última forma de sanación".
Siete obispos unidos en una denuncia
En apoyo de esta afirmación, monseñor Aillet ha dado a conocer una carta recibida recientemente, escrita por una mujer que cometió un aborto hace años con absoluta conciencia y determinación y cuenta su evolución espiritual posterior.
Fue enviada a su despacho pero dirigida también a otros obispos muy militantes por la vida, y por eso muy atacados en los medios de comunicación pro-abortistas, que le habían respaldado a raíz de la campaña emprendida en su contra, que dura ya dos meses.
Los destinatarios de la misiva son (entre paréntesis, año de nombramiento y edad):
-Jean-Pierre Cattenoz, arzobispo de Avignon (2002, 70);
-David Macaire, arzobispo de Fort-de-France (2015, 46);
-Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon (2000, 63);
-Marc Aillet, obispo de Bayona (2008, 58);
-Bernard Joseph Ginoux, obispo de Montauban (2007, 68);
-Nicolas Brouwet, obispo de Tarbes-Lourdes (2012, 53);
-Jacques Marie de Germay, obispo de Ajaccio (2012, 55).
Todos ellos continúan en las diócesis para las que fueron nombrados, que han ido revitalizándose progresivamente y están entre los más jóvenes del episcopado francés, protagonistas del resurgir de la Iglesia francesa, devastada en el periodo postconciliar.
En realidad la firmante de la carta no incluye a monseñor Macaire, pero se trata probablemente de un olvido, pues todos ellos saltaron a la luz pública como grupo el 30 de enero firmando colectivamente una carta pública (algo que La Croix destacaba como "poco frecuente") en claro respaldo a monseñor Aillet, donde afirmaban, entre otras cosas: "Lamentamos que en este debate las protagonistas principales del acto del aborto, las mujeres, sean tan poco escuchadas, en beneficio de la ´lucha por los derechos de las mujeres´. Se oculta la violencia letal vivida por los niños que van a nacer y la violencia física y psicológica vivida por su madre en un acto de aborto. Para la ley, el aborto es un ´derecho´. En los hechos, es sobre todo un drama".
La polémica había nacido a raíz de suprimirse el periodo de reflexión al que obligaba la ley antes de practicarse un aborto, una medida directamente destinada a favorecer el negocio de los abortorios. Se trata de evitar que la madre medite lo que va a hacer y, al contrario, se guíe por su primer impulso, reflejo de la angustia de una situación imprevista o de las presiones a las que pueda verse sometida.
Todos estos puntos están reflejados en la impactante carta de una mujer que abortó y quiso ofrecer su testimonio a esos obispos en apoyo a su posición y por si difundirla pudiese resultar útil a otros obispos y a las mismas madres.
Por su interés la reproducimos a continuación, respetando el estilo escrito y la tipografía empleadas en el texto original.
Carta de C.N. a monseñor Aillet y otros cinco obispos franceses
Señora C. N. (borrado el resto)
A: Monseñor Aillet
Obispo de Bayona
A los monseñores Aillet, Rey, De Germay, Cattenoz y Ginoux
15 de febrero de 2016
Objeto: Testimonio de una mujer que querría ser escuchada.
Queridos padres obispos:
En el debate que está teniendo lugar en torno al "derecho a la vida" y a la "lucha contra el aborto", para hablar claro, querría compartir aquí algunas líneas con la esperanza de ser escuchada.
Nací y me eduqué en una familia activamente católica y yo misma fui militante, pero a la edad de 27 años, habiendo perdido a lo largo de la vida mis referencias familiares y eclesiales, me encontré siendo responsable (que no víctima) de un aborto totalmente consciente, y ésa es la gravedad mortal de muchos casos de aborto. Dios sabe que cada caso es único, y que muchas mujeres son "engañadas" por esto y aquello, pero siempre queda el hecho de que hay una muerte, y eso JAMÁS es una bendición. Todos ellos necesitan la misericordia de nuestro Dios y no pueden esquivar un verdadero arrepentimiento.
En lo que me concierne, a pesar de mis raíces, machacadas por la influencia del 68, enteramente sola, guardándome bien de pedir consejo a mis más cercanos o el consejo de la Iglesia o el consejo del padre de la criatura... yo planteé lo que hoy denomino un NO ESPIRITUAL TOTAL y MORTAL: lo absolutamente contrario al SÍ ESPIRITUAL DE VIDA, con una rabia poco común y con una total satisfacción de alivio.
Esa pequeña vida y mi vida no podían coexistir y yo elegí MI vida sin ningún escrúpulo de conciencia. ¡Uf! EL ALIVIO TOTAL.
Ningún lamento.
En aquel periodo de mi vida yo me había apartado de toda relación con mi Señor, pero tres años más tarde su misericordia infinita vino a buscarme al fondo de mi pozo.
Inmediatamente me confesé, pero con una conciencia del acto muy débil y recibiendo poca luz a través de esa confesión, ahí donde el fruto de la misericordia debía ser viril y claro.
Los problemas psicológicos conocidos que siguen a todo aborto sustituyeron al "alivio" y yo no tenía ninguna luz para avanzar en ese camino de reconstrucción.
¡Y así durante 25 años! ¡25 años de miseria y sufrimientos!
Un día, providencialmente, encontré en una librería el libro Le fruit de tes entrailles [El fruto de tus entrañas], de Nelly Astelli-Hidalgo, que fue para mí el camino de sanación que pude completar por la mediación de la "Madre de Misericordia" el 31 de enero de 1991 en el seno de un acto litúrgico significativo y colmante.
Pude al fin mantenerme más o menos en pie.
Lo que extraigo de esta experiencia es la increíble rapidez con la que se pierde la fe según las influencias recibidas y el redescubrimiento de que el pecado MORTAL existe.
Existe posiblemente en esa elección crucial de sí o no a la vida por nuestra entera libertad y voluntad con sus consecuencias eternas.
Es absolutamente urgente decirlo desde la más tierna edad y recordar la preparación para la muerte, púdicamente denominada "fin de la vida".
Durante 25 años, tras mi conversión, jamás escuché en las homilías la menor alusión al "respeto a la vida", ni jamás encontré folletos a la salida de la iglesia hablándome de tal o cual lugar, y jamás escuché en la catequesis de niños o adolescentes la menor alusión a nuestra misión de AMOR a través de la maternidad y de la paternidad.
En 2016 la situación es la misma, agravada por el contexto actual.
Nos hemos visto inundados por la literatura sobre la sexualidad "desde la edad de 3 años" y para toda edad y condición, a base de unos tópicos morales proporcionales a la libertad de expresión al nivel evocado.
Ése es el campo de evangelización exigente, magnífico y vital que se encuentra ante nosotros.
Es ahí donde la Iglesia, los obispos de cada diócesis, los sacerdotes de cada parroquia tienen un inmenso papel que jugar: HABLAR, INFORMAR ORALMENTE Y POR ESCRITO (folletos), POR INTERNET, CATEQUIZAR por todos los medios para detener esta hemorragia de vidas.
Cuando leí la postura que ustedes adoptaron, valiente e indispensable, en cuanto obispos, salté de alegría y me prometí escribirles para mostrarles un inmenso agradecimiento por su intervención pública.
Si pueden difundir este testimonio total o parcialmente, con mis iniciales, les estaría muy reconocida para honrar la luz que nos viene a través de la primera y la segunda Alianza, la Palabra de Dios.
Actualmente soy "guardia de honor" y adoradora reparadora (nocturna) y les garantizo totalmente mi pobre oración.
Les agradezco infinitamente la atención a este testimonio, y en unión de oración viva,
C. N. (borrado el resto)
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