En su carta pastoral habla de sedación, alimentación artificial, cremación...
Reig Pla propone la Buena Muerte ante otra «línea roja»: la «muerte digna» del Nuevo Orden Mundial
El obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, ha publicado una nueva carta pastoral bajo el título: Cruzar otra línea roja ¿una muerte digna? (Adjuntamos abajo el PDF con el texto íntegro.)
En dicha carta monseñor Reig aborda particularmente dos temas relacionados con la eutanasia: a) el magisterio de la Iglesia sobre la alimentación e hidratación artificiales; y b) el magisterio de la Iglesia sobre el sentido del sufrimiento y el uso de analgésicos, particularmente los que provocan la pérdida de conciencia del enfermo, la llamada sedación.
La carta pastoral propone a los lectores algunos textos básicos del magisterio de la Iglesia sobre eutanasia, suicidio, exceso médico y cuidados paliativos y anuncia la existencia de un portal sobre la materia en la página web del obispado de Alcalá de Henares:
Monseor Reig advierte también sobre la manipulación del lenguaje y aclara que las expresiones “muerte digna”, “derecho a una muerte digna” y otras análogas, lo que en realidad esconden es la eutanasia y el suicidio asistido. Los católicos -explica- hablamos de una “buena muerte”, algo totalmente distinto.
En otro apartado, la carta pastoral recuerda algunos de los principios de aplicación en el cuidado de los enfermos: autonomía del paciente, justicia, beneficencia, solidaridad, totalidad y doble efecto.
En la última parte del documento el obispo de Alcalá de Henares explica que para el cristiano una buena muerte -cuyo santo patrono es San José- es una muerte santa, y recuerda a los fieles de la diócesis de Alcalá de Henares, citando el magisterio de la Iglesia, que la Iglesia recomienda mantener la tradición de inhumar los cuerpos de los difuntos, también el de los niños en estado fetal, y que las exequias por un fiel difunto deben celebrarse generalmente en su propia iglesia parroquial.
Diez extractos fundamentales extraídos de la Carta Pastoral Cruzar otra línea roja: ¿una muerte digna?
1. "Uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad tiene que ver con la manipulación del lenguaje, también en esta materia. El llamado Nuevo Orden Mundial ha echado mano de los presupuestos del constructivismo filosófico para generar un Nuevo Lenguaje... Las expresiones ´muerte digna´, ´derecho a una muerte digna´ y otras análogas, lo que en realidad esconden es la eutanasia y el suicidio asistido. Los católicos hablamos de una ´buena muerte´, algo totalmente distinto".
2. "En la actualidad se tiende a absolutizar el llamado principio de autonomía del paciente; pero este principio debe estar subordinado, entre otros, al de justicia. En efecto, hay quienes pretenden que las leyes reconozcan la libertad del enfermo como un valor absoluto desligado de toda referencia a la verdad y al bien de la persona. Sin embargo, que el Estado reconozca el derecho a la eutanasia o al suicidio sería tanto como autorizar a los ciudadanos que así lo quisieran a que ´libremente´ pudieran darse en esclavitud y que otros pudieran comprarlos y venderlos. Nadie está legitimado a atentar contra su propia dignidad, pues pertenece a Dios. El denominado principio de justicia, que es uno de los principios generales del Derecho, de la ética social y de la conducta común, implica que la Justicia prevalece sobre la autonomía del individuo; de forma que nadie, tampoco los médicos, puede hacer daño a otro aunque éste se lo pida. Además, también hay que recordar que el principio de beneficencia obliga moralmente a los facultativos a actuar por el mayor bien de sus pacientes".
3. Con el criterio de que el ser humano pierde su dignidad si sufre, se están justificando en muchas naciones -primero llevándolo al ámbito emotivo y luego al legislativo- las que podrían llamarse las ´nuevas leyes de eugenesia´ (anticoncepción, esterilización, aborto, eutanasia, suicidio asistido, dictadura de género, etc.) y los llamados por el Papa Francisco ataques a la dignidad humana con los nuevos descartes: la reproducción asistida, la manipulación de embriones, los depósitos de embriones congelados, la trata de mujeres a las que se ´alquila´ su útero, el imperio del capital sobre el trabajador, etc."
4. "Es claro, enfrentarse al sufrimiento sin Cristo es lo que hace tambalear todos los principios y nos coloca ante la encrucijada de la vida sin más bagaje que nuestros sentimientos y emociones. Sin embargo, si no queremos caer en el absurdo, hemos de afirmar que el sufrimiento nos coloca en el límite de lo humano para abrirnos a la Trascendencia. Los católicos no afirmamos como bueno el sufrimiento considerado en sí mismo. Un católico no es un masoquista. Nuestra fe nos impele a luchar, con medios lícitos, contra todo sufrimiento humano, particularmente el de los inocentes e indefensos. Sin embargo, nos sabemos criaturas y por tanto limitados. También sabemos que, a pesar de que nos acompañe el sufrimiento como criaturas, éste puede ser también una prueba que nos devuelva la mirada a Dios, a Jesucristo que voluntariamente subió a la cruz y estrelló definitivamente a la muerte venciéndola con su resurrección. Más todavía. Movidos por la fe, podemos como San Pablo sumar nuestros sufrimientos a los de Cristo y transformarlos en sufrimiento redentor (cf. Col, 1, 24)".
5. "No nos engañemos. Si prescindimos de Dios, si abandonamos a Cristo y el alma católica que ha inspirado a nuestro pueblo, las cosas no quedan igual. Así podemos explicar la decadencia del espíritu y la decadencia moral que estamos sufriendo. Sin la fe cristiana que cimienta nuestra alma católica nos quedamos sin respuesta ante los interrogantes supremos y definitivos para cualquier persona: cómo afrontar la vida y la muerte, cómo generar un pueblo solidario, unas leyes justas que custodien la vida humana, una verdadera justicia social que socorra siempre y con dignidad al necesitado, etc."
6. "Aunque son muchas las injusticias que he podido ver a lo largo de mi vida y que me repugnan, hay dos temas que me producen un dolor interior particular que me impide callar o mirar hacia otro lado: el afirmar el aborto como un derecho y el favorecer la eutanasia, aunque sea de modo subrepticio. Con los dos temas -aunque no son los únicos- cruzamos la línea roja de la sociabilidad que debe estar presidida por el bien común y la ´caridad-solidaridad´. Sin el respeto a la vida naciente y a la vida necesitada de socorro y terminal estamos socavando los fundamentos del llamado Estado de derecho".
7. "Los católicos debemos orar todos los días para que Dios nos conceda el don de una buena muerte, una muerte en gracia de Dios, es decir, una muerte santa, acompañados por un sacerdote y por nuestros familiares y amigos. Debemos orar también para que la Santísima Virgen María, su esposo San José, los ángeles y los santos intercedan por nosotros en el que será nuestro tránsito definitivo".
8. "La preparación para el encuentro con Dios es una obligación que atañe no sólo al moribundo sino también a la familia y a los facultativos que le atienden, propiciando que el que está en trance de morir reciba el Sacramento de la Penitencia, la Bendición Apostólica con indulgencia plenaria, el Sacramento de la Unción de Enfermos y el Viático. Si se trata de un niño no bautizado se le debe bautizar. A los adultos sin bautizar, que así lo soliciten, con los requisitos establecidos en el Código de Derecho Canónico, se les debe administrar el bautismo y la eucaristía. En todos los casos se debe realizar también la recomendación del alma".
9. "Me parece conveniente recordar la recomendación de mantener la tradición de inhumar los cuerpos de los difuntos. La Iglesia nos enseña que enterrar a los muertos es una obra de misericordia. Así lo explica en diferentes documentos... Cuando, con las condiciones precisas, se procede a la incineración, también a las cenizas hay que darles la sepultura acostumbrada en lugar sagrado, cementerio o columbario".
10. "Mis reflexiones desde la fe y con un planteamiento objetivo no persiguen más que colaborar a «despertar del sueño» (Rom 13, 11) que provoca la cultura nihilista que nos envuelve y nos guía hacia la nada, sin ningún puerto donde poder descansar. En el fondo mis consideraciones también quieren ser un canto de agradecimiento a todos los padres, sacerdotes y catequistas que enseñan a los niños la sabiduría de las obras de misericordia".