El cardenal presidió 3 veces a los obispos italianos
Redefinir la familia, un espejismo: «las ilusiones se desinflan tras causar daños», dice Ruini
A sus 83 años, el cardenal Camillo Ruini ha visto muchas cosas. Ha sido presidente de los obispos italianos 3 veces, ha pastoreado Roma como vicario del Papa y forma parte de la Congregación para los Obispos, el Pontificio Consejo para los Laicos, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica y el Consejo de Cardenales para el Estudio de la organización y Asuntos Económicos de la Santa Sede.
El diario "Il Foglio" le ha entrevistado acerca de la redefición del matrimonio y la familia en las sociedades occidentales que imponen el "matrimonio homosexual".
La concepción de la persona, ¿arbitraria?
"La cuestión de los matrimonios homosexuales entra dentro del problema más amplio de la concepción que tenemos del hombre, es decir, de qué es la persona humana y cómo hay que tratarla", explica el cardenal.
"Un aspecto muy relevante de nuestro ser es el hecho de que estamos estructurados según la diferencia sexual, de hombre y de mujer. Como sabemos bien, esta diferencia no se limita a los órganos sexuales, sino que implica a toda nuestra realidad. Se trata de una diferencia primordial y evidente, que precede nuestras decisiones personales, nuestra cultura y la educación que hemos recibido, si bien todas estas cosas inciden mucho, a su vez, sobre nuestros comportamientos. Por ello, la humanidad, desde sus orígenes, ha concebido el matrimonio como un vínculo posible sólo entre un hombre y una mujer"
Para Ruini, lo que se está promoviendo es una auténtica ideología: la "teoría de género".
"Se trata, sin embargo, de una ilusión, aunque esté compartida por muchos: nuestra libertad está, de hecho, radicada en la realidad de nuestro ser y cuando va contra ella se convierte en destructiva, sobre todo de nosotros mismos. Pensemos, concretamente, en lo que puede ser una familia en la cual no haya ya un padre, una madre o en hijos que tengan un padre y una madre: las estructuras de base de nuestra existencia estarían trastornadas, con los efectos destructivos que podemos imaginar, pero no prever hasta el fondo".
Los duplicados alternativos no bastarán
Ruini tampoco cree que se llegue a un consenso creando formas legales de convivencia civilmente reconocidas para parejas homosexuales, porque la ideología de fondo siempre es insaciable: "absoluta libertad", todo vale. Se muestra muy contrario a cualquier "duplicado" alternativo al matrimonio.
"Es vana la esperanza de encontrar un compromiso que satisfaga a todos", explica, "introduciendo, por ejemplo, junto al matrimonio que seguiría estando reservado a personas de sexo distinto, las uniones civiles reconocidas legalmente, a las cuales podrían acceder también los homosexuales. Estas uniones no satisfarían esa instancia de absoluta libertad e igualdad que está en la base de la reivindicación del matrimonio homosexual; por otra parte, sería un duplicado del matrimonio, inútil y dañoso. Inútil porque todos los derechos que se dice que se quieren tutelar podrían estar perfectamente tutelados – y en gran parte ya lo son – reconociéndolos como derechos de las personas y no de las parejas. Dañoso porque un matrimonio de este tipo, con menores compromisos y obligaciones, pondría más en crisis el matrimonio auténtico, sin el cual una sociedad no puede sostenerse".
También lamenta que la redefinición del matrimonio y la familia la realicen tribunales allí donde no lo consiguen los parlamentos, como es el caso de Estados Unidos: "Lo valoro negativamente: el tribunal supremo, como sucede también en Italia, por ejemplo, con el tribunal constitucional, tiene de hecho una legitimidad democrática muy mediada y derivada. En mi opinión, es mejor confiar decisiones de este alcance a los organismos que tienen una legitimación democrática directa, como los parlamentos".
"Igualdad" y "amor", pero bien entendidos
Pide además que se entienda bien el concepto de "igualdad".
"Entendida como igual dignidad entre todos los seres humanos la igualdad es un principio sacrosanto. Pero entendida como negación de toda diferencia y, por tanto, con la pretensión de tratar del mismo modo situaciones distintas, la igualdad es simplemente algo que va contra la realidad".
También analiza el concepto "amor": "El amor es una palabra bellísima, que sin embargo puede tener muchos significados. Los estados no pueden, evidentemente, mandar o prohibir a una persona de amar a otra y en este sentido las leyes no pueden ocuparse directamente del amor. Pueden y deben, en cambio, intentar regular del modo más útil y más conforme a la realidad los comportamientos que nacen del amor pero que tienen una relevancia pública."
La Iglesia no se rendirá
En este contexto, Ruini advierte que la Iglesia católica nunca dejará de "luchar por el hombre".
"La Iglesia no puede no luchar por el hombre, como escribió Juan Pablo II en su primera encíclica – "En este camino que conduce de Cristo al hombre la Iglesia no puede ser detenida por nadie" – y como ha repetido Benedicto XVI también en el discurso a la curia romana para la felicitación de la Navidad del 2012: la Iglesia debe defender los valores fundamentales constitutivos de la existencia humana con la máxima claridad".
La vitalidad profamilia en Francia
El cardenal considera ilustrativo "el caso de Francia", donde "los obispos y los católicos, junto a muchos otros ciudadanos, han sido derrotados, al menos por ahora, a nivel legislativo, pero han demostrado una vitalidad y una fuerza cultural y social más grande que sus adversarios".
(Ruini se muestra aquí muy generoso con los obispos franceses: en realidad, en las gigantescas protestas en las calles y en las continuas manifestaciones en Francia son muy pocos los obispos que han participado e incluso muchos ni siquiera se han pronunciado públicamente).
El cardenal se muestra tremendamente optimista: cree que las leyes contra la razón humana se desfinflarán por sí mismas.
"Estoy convencido de que el futuro pertenece a aquellos que saben reconocer y acoger al ser humano en su auténtica realidad. Las ilusiones, en cambio, antes o después se desinflan, a menudo tras haber provocado muchos daños", profetiza.
El diario "Il Foglio" le ha entrevistado acerca de la redefición del matrimonio y la familia en las sociedades occidentales que imponen el "matrimonio homosexual".
La concepción de la persona, ¿arbitraria?
"La cuestión de los matrimonios homosexuales entra dentro del problema más amplio de la concepción que tenemos del hombre, es decir, de qué es la persona humana y cómo hay que tratarla", explica el cardenal.
"Un aspecto muy relevante de nuestro ser es el hecho de que estamos estructurados según la diferencia sexual, de hombre y de mujer. Como sabemos bien, esta diferencia no se limita a los órganos sexuales, sino que implica a toda nuestra realidad. Se trata de una diferencia primordial y evidente, que precede nuestras decisiones personales, nuestra cultura y la educación que hemos recibido, si bien todas estas cosas inciden mucho, a su vez, sobre nuestros comportamientos. Por ello, la humanidad, desde sus orígenes, ha concebido el matrimonio como un vínculo posible sólo entre un hombre y una mujer"
Para Ruini, lo que se está promoviendo es una auténtica ideología: la "teoría de género".
"Se trata, sin embargo, de una ilusión, aunque esté compartida por muchos: nuestra libertad está, de hecho, radicada en la realidad de nuestro ser y cuando va contra ella se convierte en destructiva, sobre todo de nosotros mismos. Pensemos, concretamente, en lo que puede ser una familia en la cual no haya ya un padre, una madre o en hijos que tengan un padre y una madre: las estructuras de base de nuestra existencia estarían trastornadas, con los efectos destructivos que podemos imaginar, pero no prever hasta el fondo".
Los duplicados alternativos no bastarán
Ruini tampoco cree que se llegue a un consenso creando formas legales de convivencia civilmente reconocidas para parejas homosexuales, porque la ideología de fondo siempre es insaciable: "absoluta libertad", todo vale. Se muestra muy contrario a cualquier "duplicado" alternativo al matrimonio.
"Es vana la esperanza de encontrar un compromiso que satisfaga a todos", explica, "introduciendo, por ejemplo, junto al matrimonio que seguiría estando reservado a personas de sexo distinto, las uniones civiles reconocidas legalmente, a las cuales podrían acceder también los homosexuales. Estas uniones no satisfarían esa instancia de absoluta libertad e igualdad que está en la base de la reivindicación del matrimonio homosexual; por otra parte, sería un duplicado del matrimonio, inútil y dañoso. Inútil porque todos los derechos que se dice que se quieren tutelar podrían estar perfectamente tutelados – y en gran parte ya lo son – reconociéndolos como derechos de las personas y no de las parejas. Dañoso porque un matrimonio de este tipo, con menores compromisos y obligaciones, pondría más en crisis el matrimonio auténtico, sin el cual una sociedad no puede sostenerse".
También lamenta que la redefinición del matrimonio y la familia la realicen tribunales allí donde no lo consiguen los parlamentos, como es el caso de Estados Unidos: "Lo valoro negativamente: el tribunal supremo, como sucede también en Italia, por ejemplo, con el tribunal constitucional, tiene de hecho una legitimidad democrática muy mediada y derivada. En mi opinión, es mejor confiar decisiones de este alcance a los organismos que tienen una legitimación democrática directa, como los parlamentos".
"Igualdad" y "amor", pero bien entendidos
Pide además que se entienda bien el concepto de "igualdad".
"Entendida como igual dignidad entre todos los seres humanos la igualdad es un principio sacrosanto. Pero entendida como negación de toda diferencia y, por tanto, con la pretensión de tratar del mismo modo situaciones distintas, la igualdad es simplemente algo que va contra la realidad".
También analiza el concepto "amor": "El amor es una palabra bellísima, que sin embargo puede tener muchos significados. Los estados no pueden, evidentemente, mandar o prohibir a una persona de amar a otra y en este sentido las leyes no pueden ocuparse directamente del amor. Pueden y deben, en cambio, intentar regular del modo más útil y más conforme a la realidad los comportamientos que nacen del amor pero que tienen una relevancia pública."
La Iglesia no se rendirá
En este contexto, Ruini advierte que la Iglesia católica nunca dejará de "luchar por el hombre".
"La Iglesia no puede no luchar por el hombre, como escribió Juan Pablo II en su primera encíclica – "En este camino que conduce de Cristo al hombre la Iglesia no puede ser detenida por nadie" – y como ha repetido Benedicto XVI también en el discurso a la curia romana para la felicitación de la Navidad del 2012: la Iglesia debe defender los valores fundamentales constitutivos de la existencia humana con la máxima claridad".
La vitalidad profamilia en Francia
El cardenal considera ilustrativo "el caso de Francia", donde "los obispos y los católicos, junto a muchos otros ciudadanos, han sido derrotados, al menos por ahora, a nivel legislativo, pero han demostrado una vitalidad y una fuerza cultural y social más grande que sus adversarios".
(Ruini se muestra aquí muy generoso con los obispos franceses: en realidad, en las gigantescas protestas en las calles y en las continuas manifestaciones en Francia son muy pocos los obispos que han participado e incluso muchos ni siquiera se han pronunciado públicamente).
El cardenal se muestra tremendamente optimista: cree que las leyes contra la razón humana se desfinflarán por sí mismas.
"Estoy convencido de que el futuro pertenece a aquellos que saben reconocer y acoger al ser humano en su auténtica realidad. Las ilusiones, en cambio, antes o después se desinflan, a menudo tras haber provocado muchos daños", profetiza.
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