Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Homilía de Juan Antonio Martínez Camino

Es «poco racional» un código civil donde el matrimonio no es la unión de un hombre y una mujer

La bellísima melodía de una bendición irlandesa puso fin a la misa de Pentecostés en el Congreso Mundial de las Familias.

ReL

Juan Antonio Martínez Camino.
Juan Antonio Martínez Camino.
El Congreso Mundial de las Familias celebró la fiesta de Pentecostés con una misa celebrada a las 8.45 horas en la Basílica Hispanoamericana de Madrid, en la calle General Moscardó.

La ofició Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y secretario de la conferencia episcopal española, y la cantó la Coral Iter, dirigida por el maestro Miguel del Castillo García-Pablos, autor de un Réquiem que se estrenó recientemente con motivo del WCF.

La misa se celebró en español, pero con partes en latín, como el Pater Noster, y en inglés, como el Salmo Responsorial 103. En esas tres lenguas se interpretaron diversas composiciones: además de piezas tradicionales, otras de Tomás Luis de Victoria, Luigi Molfino, Patrik Doyle y Miguel del Castillo García-Pablos. Y sirvió como colofón la bendición Irlandesa May the road rise to meet you.

Poco racional
En la homilía, monseñor Martínez Camino definició las labores del Congreso Mundial de las Familia como "un empeño noble" y "una causa justa" de las que "elevan el espíritu humano, que ha sido creado para el bien, para la belleza y para la verdad".

Recordó, acorde a la festividad del día, que "el Espíritu del Resucitado destierra de nuestro espíritu el miedo propio de los que son esclavizados por el mundo": "Es la actitud de quien teme por su vida, por su fama, por su salud; teme tanto, que acaba convirtiéndose en siervo de esas cosas que son, ciertamente, buenas de por sí, pero también caducas, sin consistencia propia. Teme perderlas y anda, con razón, inquieto, temeroso, sin paz... encerrado en su estrecho mundo".

Fue el Espíritu Santo quien iluminó a los apóstoles para que comprendieran que las heridas del Crucificado "son la prueba espiritual de la victoria de Dios sobre la muerte y sobre el pecado, es decir, sobre el sometimiento culpable del espíritu humano al mundo a causa de una búsqueda equivocada del sostén definitivo de la vida en las criaturas, es decir, a causa del pecado".

En referencia a los trabajos del congreso, los iluminó doctrinalmente con unos párrafos explicando que las verdades naturales sobre el matrimonio y la familia pueden alcanzarse sólo con la razón: "Es cierto que el ser humano puede entender lo fundamental de su vida por medio de la luz natural de su razón. La razón puede entender que la familia se basa en el matrimonio y que éste es el consorcio de vida y amor fiel que un hombre y una mujer establecen públicamente entre sí para perfeccionarse ellos mismos como personas y para ofrecer el ámbito personal adecuado a la aparición de nuevas personas en el mundo: a los hijos. Es cierto que la razón puede entender que no es buena una legislación que no reconoce ni protege esa realidad humana básica y que establece una definición artificiosa del matrimonio como un consorcio coyuntural de cualesquiera dos ciudadanos, basado simplemente en un ´afecto´ no relacionado con la diferencia fundamental de los dos sexos. Dicho de otro modo: no debería parecer tan difícil calificar de poco racional un código civil para el que el matrimonio no es la unión de un hombre y una mujer".
 
"Y sin embargo, de hecho, no resulta tan fácil", continuó, pues "la razón ha de ser purificada por la fe para poder ver con claridad lo que ella puede ver... La razón humana es falible y puede ser doblegada por el pecado. Necesita ser curada, sí: perdonada".

De ahí que todos los hombres entiendan "el lenguaje del Espíritu Santo... Dios habla al corazón de los hombres, y éstos lo entienden, sea cual sea su procedencia cultural o ideológica".

Y concluyó invitando a los presentes a salir al mundo "inundados de la fuerza de la fe": "Con entusiasmo y con humildad. Somos pecadores necesitados del perdón de Dios y de los hermanos. Pero si Dios nos da su Espíritu, no podemos quedarnos en casa con las puertas cerradas".
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