Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

San Andrés Kim Taegon, el joven mártir que no renegó y forja la identidad de los católicos coreanos

El obispo Dennis Villarojo, en la inauguración de un templo a San Andrés Kim Taegon.
El obispo de Malolos (Filipinas), Dennis Villarojo, en la inauguración de un templo a San Andrés Kim Taegon en febrero de 2021. Foto: Diócesis de Malolos.

ReL

Con motivo del segundo centenario del nacimiento del primer sacerdote coreano, San Andrés Kim Taegon, este sábado se celebrará una misa en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro. Será oficiada por el arzobispo Lazarus You Heung-sik,  nombrado por el Papa en junio prefecto de la Congregación para el Clero tras la renuncia por edad del cardenal Bienamino Stella. Participarán una treintena de sacerdotes, unos setenta religiosos y fieles laicos de la comunidad coreana en Roma.

Este aniversario, por el cual la Iglesia de su país celebra un año jubilar, "nos dará a todos la oportunidad de interiorizar la espiritualidad del martirio, que es la savia esencial de la Iglesia en Corea, meditando profundamente la vida de los mártires", dijo monseñor You cuando era aún arzobispo de Daejeon.

Nacido el 21 de agosto de 1821 en el seno de una noble familia cristiana, San Andrés fue una de las diez mil víctimas de las terribles persecuciones que asolaron Corea entre 1839 y 1867. Fue el primer sacerdote católico de Corea, y murió decapitado en Seúl el 16 de septiembre de 1846, negándose a renegar de su fe en Nuestro Señor Jesucristo.

Es uno de los 103 mártires que San Juan Pablo II canonizó el 6 de mayo de 1984, durante su viaje a Corea y Papúa-Nueva Guinea.

Testimonio de fe

-¿Eres católico?

-Sí, soy católico.

Este sencillo diálogo entre un funcionario del gobierno y el joven santo fue lo que le llevó a la muerte, según recoge Vatican News. Una breve profesión de fe, recogida en una de las cartas escritas durante sus días de prisión, que refleja toda la profundidad de su fidelidad a Dios, similar a la de miles de hombres y mujeres arrastrados por una ola de persecuciones que aún definen la identidad de los católicos coreanos, una minoría (11% de la población), creciente y pujante.

El padre de San Andrés Kim Taegón había convertido el hogar en una auténtica Iglesia doméstica, lo que también pagó con su vida, un sello familar. En cuatro generaciones, once miembros de la familia del santo derramaron su sangre por Jesucristo, varios ya beatificados o canonizados.

El joven Andrés tenía 25 años cuando fue encarcelado, interrogado, torturado y decapitado por no querer abjurar de la fe. Este sábado será conmemorado en una ceremonia a la que también asistirá el embajador de Corea ante la Santa Sede, y que evocará la que tuvo lugar el 17 de octubre de 2018, presidida entonces por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, ante el presidente surcoreano, Moon Jae-in, católico practicante y devoto del Rosario.

Décadas de persecución

Las primeras semillas de la fe cristiana aparecieron en Corea a principios del siglo XVII a través de las delegaciones que visitaban Pekín cada año para realizar intercambios culturales. En China, los coreanos entraron en contacto con la fe cristiana al llevar a casa el libro del misionero jesuita Matteo Ricci.

Mural con los mártires coreanos.

Mural con los mártires beatificados por Francisco durante una misa en Seúl en 2014.

Un laico, el pensador Lee Byeok, inspirado por el libro del jesuita, fundó entonces una primera comunidad cristiana muy activa que rápidamente llegó a tener varios miles de creyentes. Siguió creciendo incluso cuando, alrededor de 1785, se desató una cruel persecución en el país, que provocó la muerte en 1801 del único sacerdote del país.

En 1802, el rey Sunjo emitió un edicto de Estado que ordenaba el exterminio de los cristianos como única solución para sofocar el germen de lo que su gobierno consideraba "locura". Abandonados y sin guía espiritual, los fieles pedían continuamente sacerdotes al obispo de Pekín e incluso al Papa.

Las condiciones locales no lo permitieron hasta 1837, cuando se enviaron un obispo y dos sacerdotes de las Misiones Extranjeras de París. Penetraron en el país clandestinamente y fueron martirizados dos años después.

Un segundo intento de Andrés Kim consiguió traer un obispo y un sacerdote, y a partir de ese momento, la presencia de una jerarquía católica en Corea fue estable, a pesar del resurgimiento de las persecuciones en 1866. Finalmente, en 1882, el gobierno decretó la libertad religiosa.

El reconocimiento de la Iglesia

Más de 10.000 mártires murieron, hombre y mujeres. De ellos, 103 fueron beatificados en dos grupos separados en 1925 y 1968 y luego canonizados juntos el 6 de mayo de 1984 en Seúl por San Juan Pablo II. Sólo diez de ellos son extranjeros, tres obispos y siete sacerdotes, los demás son todos coreanos, catequistas y fieles. Su conmemoración litúrgica es el 20 de septiembre. Sus restos descansan desde 1900 en la cripta de la catedral de Myeong-dong.

Otros 124 mártires fueron beatificados por el Papa Francisco el 16 de agosto de 2014, durante su viaje a Corea del Sur. Más de un millón de fieles asistieron ese día a la misa de Francisco en la puerta de Gwanghwamun, que siguió a una intensa visita del Papa al lugar de las ejecuciones: el santuario de Seo So-Mun, en las afueras de Seúl.

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