Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Greg Burke y Paloma García Ovejero: las claves de una renuncia que sorprendió a (casi) todos

ReL

Greg Burke y Paloma García Ovejero, el día de su nombramiento, el 11 de julio de 2016.
Greg Burke y Paloma García Ovejero, el día de su nombramiento, el 11 de julio de 2016.

La renuncia de Greg Burke y Paloma García Ovejero como director y directora adjunta de la Oficina de Prensa de la Santa Sede fue la gran noticia procedente del Vaticano el pasado 31 de diciembre.

En los análisis sobre las causas que pueden haber llevado a ambos periodistas a una decisión insólita y trascendente hay una coincidencia: la buena valoración de su trabajo por parte de los vaticanistas. Expertos en información de la Santa Sede con perspectivas tan distintas como John Allen y Sandro Magister lo expresan con claridad.

Una nueva y buena forma de trabajar

Su trabajo "había sido hasta aquí bien apreciado por los periodistas acreditados en la sala de prensa vaticana", afirma Magister.

Y lo confirma Allen: "Infundieron un espíritu más relajado y humano a la Oficina de Prensa, haciendo de ella un lugar donde los periodistas realmente se sentían tratados con respeto y una elemental cortesía, lo cual tal vez no parezca mucho, pero, créanme, en los últimos veinte años no siempre fue así".

El norteamericano, director de Crux, abunda en detalles de ese buen hacer por el que los profesionales tienen con ellos "una deuda de gratitud": "Iniciaron nuevas formas de transmitir la información, como puntos de encuentro informales entre los focos de la noticia y los informadores", facilitaron su trabajo durante los viajes papales, se encargaron de que "buenas traducciones" de los textos importantes estuviesen rápidamente disponibles en las lenguas principales, difundían muchos eventos "en tiempo real" a través de las redes sociales...

Y, sobre todo, dos cosas muy importantes para los periodistas acreditados ante el Vaticano. Una, que "no tenían favoritos ni daban trato de favor" a unos sobre otros, contra lo que fue costumbre "desde tiempo inmemorial". Y dos, que comprendían las urgencias y exigencias del periodista: "Respondían a llamadas de teléfono y mensajes en tiempo real (en el caso de García Ovejero, incluso a las tres de la madrugada, por lo que nos preguntábamos si es que tal vez no dormía)", y "comprendían el tipo de preguntas que los reporteros tienen que hacer, sin protestar ni ponerse a la defensiva".

¿Qué ha pasado, entonces, para que ambos hayan decidido renunciar? Evidentemente, hay una relación con los cambios introducidos por el Papa en la comunicación de la Curia pocos días antes: el 18 de diciembre, Giovanni Maria Vian fue sustituido como director de L'Osservatore Romano por el periodista Andrea Monda, y el vaticanista Andrea Tornielli, conocido confidente de Francisco, fue nombrado al frente de la Dirección Editorial del Dicasterio para las Comunicaciones.

Pero ¿existe otro trasfondo? En esto, Allen y Magister aportan interpretaciones diferentes, aunque no necesariamente contrarias.

Dos excelentes periodistas desaprovechados

John Allen afirma que, "aunque no había indicios de que la salida de Burke y García Ovejero fuese inminente" para él no fue del todo "inesperada": "Vengo anticipándola desde que les nombraron en 2016". Y "la razón es simple": "Son periodistas de raza, de quienes no puede esperarse que sean portavoces corporativos", algo que la Iglesia "debería haber sabido" vista la trayectoria de ambos, uno en el Time y Fox News, la otra en la cadena COPE, donde "era conocida como posiblemente la periodista más trabajadora de la ciudad y una compañera increíblemente generosa y colaboradora".

Pero ambos son "católicos devotos, así que cuando la Iglesia les pidió ese servicio, dijeron que sí". ¿Cuál es el problema? Que no han tenido una oportunidad real de "perfilar el mensaje del Vaticano con acceso directo al jefe y un papel significativo en el proceso de toma de decisiones... Ellos informaban al secretario de Estado del Vaticano, no directamente a Francisco, lo que significa que tenías a periodistas dependiendo de burócratas. Sinceramente, eso nunca es una garantía de éxito".

En un contexto definido por la crisis de los abusos, o por la demoledora carta del arzobispo Carlo Maria Viganò, o por la "fracasada" reforma financiera en el Vaticano, o por las "tensiones internas desatadas en la era Francisco", no se aprovechó su enorme potencial. "Periodistas de excepcional talento, con excelentes contactos, que comprenden a fondo el contexto de las noticias de alcance y que siempre hacen bien su tarea" podrían haber "aconsejado previamente al Papa sobre cómo serían recibidas ciertas decisiones o afirmaciones, evitando malentendidos y lanzando los mensajes que realmente se pretendía". En cambio, fueron reducidos a tareas secundarias o de mero mantenimiento rutinario de la Oficina de Prensa.

Parolin pierde poder

La interpretación de Sandro Magister no es contradictoria con la anterior, pues ya hemos mencionado la alta consideración que atribuye a Burke y García Ovejero, pero incide más en la indisimulable guerra intestina que caracteriza el pontificado de Francisco: "Lo que no se logró en tres años con el poco concluyente monseñor Dario Viganò, jefe del dicasterio vaticano para la comunicación desde 2015 a 2018 [cesado este año por la manipulación de una fotografía que comprometía los juicios teológicos de Benedicto XVI, n.n.], se alcanzó en pocos días, en torno a la Navidad, con su metódico sucesor Paolo Ruffini. Los dos baluartes de L’Osservatore Romano y de la sala de prensa de la Santa Sede, que parecían inexpugnables porque estaban presididos por la Secretaría de Estado, han caído uno después del otro bajo el control del dicasterio, a su vez más que nunca en las manos de personajes muy fieles al Papa Francisco".

En su opinión, las "imprevistas" dimisiones en la Oficina de Prensa "signan una pérdida de poder de la Secretaría de Estado a favor del 'círculo próximo' al Papa Francisco". En coincidencia con la perspectiva de Allen sobre el desaprovechamiento de los responsables de la comunicación vaticana en la formulación de los mensajes, Magister recuerda que durante el reciente sínodo sobre los jóvenes, el encargado del briefing diario no fue Burke sino Ruffini, "quien entre otras cosas brilló en el arte superfino de eludir durante un mes entero cualquier información o respuesta mínimamente en condiciones de ser noticia".

Ante la nueva situación, Burke y García Ovejero "han visto sus márgenes de autonomía tan en peligro como para inducirlos a irse", y "sin que la Secretaría de Estado levantara un muro en su defensa, como ocurrió muchas veces en el pasado". ¿Por qué? Magister entiende que el cardenal Pietro Parolin, quien en un futuro cónclave podría ser visto como "hombre de equilibrio después de un pontificado que ha enarbolado la bandera de la confusión", ha perdido peso tras el acuerdo del Vaticano con la China comunista ("cuyos efectos son hasta ahora negativos para la Iglesia católica") y tras "este otro imprevisto hundimiento en el doble frente de L’Osservatore Romano y de la sala de prensa, uno y otra abandonados por la Secretaría de Estado al campo adversario".

Los mejores días

En su tuit de despedida del cargo, Paloma García Ovejero sintetizaba así su estado de espíritu: "Termina una etapa. ¡Gracias, Santo Padre, por estos dos años y medio! Gracias, Greg, por tu confianza, tu paciencia y tu ejemplo". En cuanto a Greg Burke, agradecía las "palabras amables" recibidas por ambos el día de su renuncia, y confesaba: "Hemos estado rezando sobre esta decisión durante meses, y nos sentimos en paz con ella".

"Año Nuevo, aventuras nuevas", pronosticaba Burke en otro tuit. Y John Allen les augura mucho bueno en las aventuras de la nueva etapa: "Sus mejores días están por llegar", ahora que "regresan al lado de la calle al que probablemente siempre pertenecieron".

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